INFORME ESPECIAL

Del plan anti Covid, en la actualidad el Estado solo aplica una vacuna que está cuestionada y fuera de regla

La mayoría dejó de usarse por baja eficacia o efectos secundarios indeseados. La argentina ARVAC, que desarrolló el Conicet, es la más recomendada por infectólogos, pero nunca fue comprada por el Estado.

Vacunas Covid Foto: CONICET

La Argentina tuvo a disposición hasta cinco vacunas de laboratorios distintos para enfrentar la pandemia del Covid-19. De todas esas, apenas dos aún están disponibles para su aplicación gratuita; y si bien ambas están cuestionadas por su seguridad, debido a efectos secundarios, una de ellas además tiene vencido el registro en la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), y es justamente la que el Gobierno está por comprar dos millones de dosis más.

El gobierno de Donald Trump extinguió la emergencia que le permitía a laboratorios brindar las vacunas contra el Covid-19, aun sin todas las fases de análisis completadas. Las actualizaciones para enfrentar las nuevas variantes en Estados Unidos fueron aprobadas, pero su recomendación se achicó sólo a los grupos de riesgo. Esa decisión impactó de lleno en la Argentina, porque el esquema de vacunación mantenía vigencia siempre que existiera el paraguas de emergencia de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés).

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Según la página oficial del Ministerio de Salud de la Nación, el Estado argentino provee tres vacunas de dos laboratorios estadounidenses: Moderna y Pfizer. El primero tiene su registro actualizad en 2023 y 2024, ya que tienen duración de uno a dos años; pero el contrato con Moderna para la compra concluyó. Sólo queda en pie el de Pfizer, que tiene a la espera de entregarle al país 8,5 millones de dosis de 20 millones comprometida, pero cuya autorización de emergencia data de 2020. Sin paraguas de la FDA, en la Argentina su registro en ANMAT es inexistente.

Al tratarse de una plataforma nueva de fabricación de vacunas es necesario seguir investigando su seguridad a largo plazo. La fase 4 analiza los efectos secundarios de un nuevo medicamento a lo largo del tiempo, ya en la población y ambas recibieron cuestionamientos por su seguridad.

Qué fueron de todas las vacunas anti Covid-19

Existen cuatro plataformas tecnológicas de vacunas contra Covid-19 y todas ellas fueron utilizadas en la Argentina, aunque sólo las cinco primeras fueron provistas por el Estado: virus inactivado: Sinopharm (China); vectores vírales: Sputnik (Rusia) y Astra Zeneca (Reino Unido); ARNm: Pfizer (USA-Alemania) y Moderna (USA); y subunidad proteica: ARVAC (Argentina) y Novavax (USA). Además, muchas personas viajaron a los Estados Unidos para aplicarse la monodosis del laboratorio Johnson, que también era de vector viral, como la rusa y la inglesa.

La circulación del Covid-19 y sus variantes actualizadas no dejó de ser un problema para los argentinos que están incluidos en grupos de riesgo. No son pocos: mujeres embarazadas, menores de 3 años, mayores de 65 años y personas con comorbilidades. El resto de la población está sujeta a atravesar la gripe que genera trastornos respiratorios de leves a graves, pero ya no necesariamente mortales. Sin embargo, incluso dentro de esos círculos etarios, existe una “preocupante caída” de la tasa de vacunación.

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“Las recomendaciones se reducen para grupos de mayor riesgo, como menores de 3 y mayores de 65 años, personas con diabetes, etcétera. Eso está basado en que la tasa de afección sigue siendo la misma que en pandemia para esos grupos”, alertó Roberto Debbag, presidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica (SLIPE).

Una preocupante crisis de vacunación

Debbag destacó la importancia de la vacunación, que durante la pandemia evitó la muerte de 25 millones. Aun así, “hay gente de grupo de riesgos que no quieren vacunarse”, porque les temen a los efectos secundarios. “Existen vacunas proteicas que no tienen efectos adversos y son más seguras, como la argentina ARVAC”, sostuvo el especialista, en diálogo con PERFIL.

La preocupación por la caída de la vacunación es mundial y previo a la pandemia, inclusive. En el medio, desde la asunción del gobierno de Javier Milei, las campañas para completar los esquemas de vacunación que están en el calendario obligatorio y de acceso gratuito dejaron de existir, prácticamente. “Es el momento más grave de la Argentina, porque 7 de cada 10 niños de entre 5 y 7años no están vacunados”, se alarmó Debbag, quien además señaló un brote de tos convulsa en chicos.

Según un reciente informe sobre “Cobertura de inmunización a lo largo del ciclo de vida en las Américas”, realizado por la Organización Panamericana de la Salud (PAHO, según sus siglas en inglés), la Argentina está entre los tres países con menor índice de vacunación de la región, sólo por detrás de Bolivia y de Paraguay.

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Vacunas de virus inactivado:

Se producen cultivando el virus SARS-COV-2 en áreas de bioseguridad, luego se lo inactiva y se formula la vacuna. La ventaja es una tecnología tradicional muy utilizada en vacunas antigripales, con buen historial de seguridad, que presentan baja reactogenicidad y son seguras.

Entre las desventajas está que su producción es limitada, porque se requiere cultivar grandes cantidades del virus vivo en condiciones de alta seguridad poco disponibles. Y su eficacia resultó no ser alta, debido a que al administrar todas las partes del virus SARS-COV-2 se generan anticuerpos contra zonas del virus que no neutralizan su actividad. Por este motivo dejaron de utilizarse.

Las vacunas de vectores vírales

Estas vacunas se insertan en las células de la persona el material genómico, que codifica para la producción de la proteína espiga del virus SARS-COV-2. Esta proteína funciona como antígeno, generando que el sistema inmunológico de la persona produzca anticuerpos contra el virus. Cuando esos anticuerpos se pegan a la espiga impiden que el virus entre en la célula. Para introducir el material genómico en el cuerpo del vacunando se utiliza un vector viral, es decir la cápsula externa de un virus de resfrío común que dentro contiene el ARN para expresar el antígeno. En el caso de Astra Zeneca se utilizó como vector un virus de resfrío de chimpancé.

Es eficaz, porque producen en el cuerpo el antígeno específico de la espiga del SARS-COV-2, generando solo anticuerpos neutralizantes. No requieren cultivar el virus vivo y es una tecnología escalable y productiva.

Lo negativo es que se aplicó una tecnología de urgencia que se utilizó por primera vez en la pandemia. En el caso de Astra Zeneca, generó efectos adversos graves y fue discontinuada. No fueron eficaces en dosis repetidas como refuerzos, porque generan anticuerpos contra el propio vector viral limitando su acción. Por este motivo, Sputnik dejó de utilizarse.

Vacunas ARN mensajero:

De forma similar a las vacunas de vector viral, las vacunas ARNm insertan en las células de la persona el material genómico que codifica para la producción de la espiga del virus SARS-COV-2. Esta proteína funciona como antígeno, generando que el sistema inmunológico de la persona produzca anticuerpos contra el virus. Para introducir el material genómico en el cuerpo del vacunando se utilizan grandes cantidades de ARN mensajero encapsulado dentro de nanopartículas, que se insertan en todos los tejidos de la persona vacunada.

Como ventaja, tienen alta eficacia porque producen en el cuerpo grandes cantidades del antígeno específico de la espiga del SARS-COV-2, generando solo anticuerpos neutralizantes contra el virus. Además, no requieren cultivar el virus vivo, y es una tecnología rápidamente escalable y muy productiva.

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Desventajas: se trata de una tecnología de urgencia que se utilizó por primera vez en la pandemia. La permanencia del ARN en el cuerpo no es controlable, generando que tejidos (como el cardíaco) expresen durante semanas e incluso meses el antígeno, produciendo una reacción inflamatoria desmedida y eventos adversos como miocarditis. Son muy reactogénicas, es decir que producen eventos adversos agudos como fiebre, fatiga, dolor articular y muscular en más del 50% de los vacunados, generando una percepción de baja seguridad. Requieren temperaturas de conservación de -80 grados, poco disponible y de alto costo.

Vacunas de subunidad proteica:

Es una tecnología tradicional muy utilizada en vacunas como la Hepatitis B, que se aplica desde hace 30 años en recién nacidos, con positivo historial de seguridad. El antígeno se produce completamente dentro del laboratorio, se purifica, controla su actividad y se formula en la vacuna con una dosis precisa. No contiene material genómico del virus. A diferencia de las vacunas inactivadas, que también son seguras, el antígeno es solo la punta de la espiga del virus con lo cual los anticuerpos generados son todos neutralizantes.

Hay dos: una es la estadounidense Novavax, autorizada definitivamente por la FDA (mayo 2025) para mayores de 65 y a partir de 12años con comorbilidades. La otra es la ARVAC, que desarrolló el Conicet, y que se venden en farmacias, por haber sido autorizada por la ANMAT; y que está en trámite de reconocimiento por organismos de salud supranacionales para poder exportarla a otros países.

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Estas vacunas son consideradas seguras y con baja reactogenicidad; y producen muy poca fiebre y dolores, generando una percepción de seguridad, además de usar tecnología tradicional. Su eficacia es alta, porque producen solo anticuerpos neutralizantes contra el virus. La cantidad y pureza del antígeno está controlada y su permanencia en el cuerpo es breve y permanece solo en el sitio de inyección. No requieren cultivar el virus, su producción es escalable y muy productiva. Se conservan a temperatura de heladera normal de 2 a 8 grados, facilitando su distribución pudiéndose aplicar incluso en farmacias. Y pueden actualizarse anualmente a las nuevas variantes circulantes del virus.

Desventajas: su desarrollo inicial en pandemias es más lento que las vacunas ARNm, porque todo el proceso de producción del antígeno ocurre dentro del laboratorio, debiendo demostrarse la reproducibilidad del proceso y la calidad del antígeno antes de iniciar los estudios clínicos.