Esta es la guerra que redibuja el mapa estratégico del siglo XXI
La guerra de Ucrania dejó de ser un conflicto regional: se convirtió en el centro de un reacomodamiento gobal que involucra no solo a los países en pugna, sino también a Estados Unidos, China, Europa, Turquía, Irán, el Cáucaso, el mar Negro y el Ártico. Pero debajo de esa superficie militar y diplomática, hay otro factor que raramente se menciona: la geología estratégica. Qué define el futuro no solo de Ucrania, sino también de parte del tablero geopolítico mundial.
La guerra en Ucrania ya no es –si es que alguna vez lo fue– un conflicto regional. Es el epicentro de un reacomodamiento global que involucra a Estados Unidos, Rusia, China, Europa, Turquía, Irán, el Cáucaso, el mar Negro, el Ártico e incluso las rutas comerciales del Indo-Pacífico. Pero por debajo de la superficie militar y diplomática hay un factor que rara vez se menciona públicamente: la geología estratégica.
Ucrania es, en esencia, un tesoro subterráneo: uno de los mayores reservorios de litio, titanio, manganeso, grafito y tierras raras de Europa.
Controlar Ucrania –o influir sobre su mapa territorial– es controlar, en términos de la conectografía, una parte crítica de las cadenas de suministro del siglo XXI. Y todos los actores relevantes lo saben: Washington, Bruselas, Beijing, Moscú… y por supuesto Kiev.
El subsuelo como campo de batalla. Las reservas ucranianas explican, silenciosamente, buena parte de la intensidad del conflicto.
• Litio: clave para baterías, movilidad eléctrica, almacenamiento energético y defensa.
• Titanio: indispensable para aeronáutica, misiles, blindajes y turbinas.
• Tierras raras: fundamentales para electrónica, radares, semiconductores y sistemas de guiado.
• Grafito: utilizado en baterías, industria nuclear y tecnología de punta.
• Manganeso: insumo esencial para acero especial y superaleaciones.
Europa depende de China para el 90% de sus necesidades de tierras raras, Estados Unidos, del 70%. Y tanto Rusia como China ven en la fractura ucraniana una oportunidad para redirigir esas cadenas de suministro bajo su propia órbita. Por eso la guerra no es solo militar: es mineral, tecnológica y energética.
La jugada de Trump. La revelación efectuada por The Telegraph marcó un quiebre: Estados Unidos estaría dispuesto a reconocer Crimea y parte del Donbás como territorio ruso a cambio de un acuerdo de paz. La noticia generó shock en Europa, desconcierto en Kiev y euforia contenida en Moscú.
La diplomacia paralela ya estaba en marcha, Trump envió a Moscú a dos operadores clave: Steve Witkoff, su enviado especial para la paz y Jared Kushner, su yerno y figura de máxima confianza. En una señal inequívoca de su estilo, Trump no negocia a través del aparato tradicional; sino a través de su círculo personal.
Europa depende de China para el 90% de sus necesidades de tierras raras. EE.UU. del 70%
El Kremlin, lejos de rechazar la maniobra, respondió con velocidad quirúrgica. Confirmó que recibió una “estrategia revisada” en Ginebra y que el reconocimiento de Crimea, Donetsk y Luhansk será “una condición central” para avanzar.
Putin olfateó la oportunidad geopolítica más grande desde 2014.
El ultimátum de Zelenski. Lo más dramático sucedió después, Trump envió un ultimátum directo a Zelenski. Fuentes europeas y estadounidenses coinciden en que el mensaje fue corto y contundente: “Este es el único acuerdo posible. Si Ucrania lo rechaza, Estados Unidos no podrá sostener indefinidamente este nivel de apoyo.”
En otras palabras: aceptar concesiones territoriales o enfrentar la guerra prácticamente solo. El shock político en Kiev fue instantáneo.
Zelenski leyó el ultimátum como una espada sobre su legitimidad histórica. Para la sociedad ucraniana, aceptar un acuerdo así sería perder territorios por los que murieron cientos de miles de soldados, para los sectores nacionalistas sería una rendición y para la línea pragmática, sería la única manera de salvar al Estado. Kiev entró en estado de conmoción.
La Rada suprema. La Rada –el Parlamento ucraniano– se volvió el escenario político más tenso desde el inicio de la guerra. Tres bloques se formaron inmediatamente:
1. El bloque pragmático (cercano a Zelenski). Reconoce que sin Estados Unidos no hay viabilidad estratégica. Para ellos, preservar al Estado ucraniano es más importante que preservar cada kilómetro de territorio.
2. El bloque nacionalista y militarista. Rechaza el acuerdo de plano. Sostienen que ceder territorios es legitimar la agresión rusa. Advierten que cualquier capitulación puede fracturar la moral nacional.
3. El bloque europeísta. Propone rechazar el ultimátum y apostar a un sostén total europeo, pero esta postura choca con la realidad de que Europa no tiene la capacidad militar para reemplazar a Washington.
El ambiente se tornó explosivo. Hubo sesiones secretas con gritos, renuncias amenazadas y advertencias de crisis constitucional. Un diputado lo resumió con brutal honestidad: “No podemos ceder, pero tampoco podemos pelear solos.”
Europa en pánico. La filtración del ultimátum generó consternación en Bruselas. Los servicios de inteligencia europeos se movieron rápido. Tres lecturas dominaron el análisis:
a) La filtración fue deliberada desde Washington para presionar a Zelenski y preparar a la opinión pública estadounidense.
b) Para Polonia y los países bálticos, es una señal de retirada estratégica. Temen que si EE.UU. abandona a Ucrania, podría abandonar a toda Europa en una crisis futura.
c) Para Francia y Alemania, es un mensaje hacia Europa llamando a asumir más responsabilidad militar si quieren que la guerra continúe bajo sus términos.
El pánico se extendió, ya que si Estados Unidos condiciona su apoyo al país en guerra, ¿qué puede esperar el resto de Europa cuando les toque a ellos?
Trump afirma que el acuerdo entre Ucrania y Rusia está “muy cerca”, pero Europa mantiene su cautela
Entre el orgullo y el abismo. El ultimátum impactó de forma desigual en los distintos niveles del ejército ucraniano.
1. Los comandantes del frente sur y este. Ven cualquier acuerdo que congele las líneas actuales como una traición. Para ellos, perder puertos clave, ceder ciudades vitales o abandonar posiciones por las que murieron miles es inaceptable.
2. La Oficialidad técnica y logística. Posee una visión más fría. Sin la ayuda estadounidense, el ejército ucraniano colapsaría entre 90 a 120 días, no por falta de valor, sino por simple matemática militar, ya que sin repuestos, misiles defensivos, municiones de artillería y financiamiento para rotar unidades, no hay guerra que pueda sostenerse.
3. Los servicios de inteligencia militar (GUR). Evalúan reforzar posiciones defensivas, multiplicar drones y realizar ataques selectivos en Crimea para aumentar poder negociador, pero existe el temor profundo a una fractura militar interna.
Si Zelenski acepta el plan sin consenso, podría haber renuncias de oficiales, crisis de disciplina, desacuerdos entre los Elementos de Combate y las cúpulas, e incluso tensiones dentro de los servicios de inteligencia. La moral está en su punto más frágil desde febrero de 2022.
Zelenski, en una encrucijada en Ucrania.
Europa: un aliado con miedo. El problema fundamental es que Europa quiere ayudar… pero no puede. No tiene el arsenal, la logística ni la capacidad industrial para sostener sola el esfuerzo ucraniano. Y mientras la política europea se traba en debates internos, Rusia produce drones, misiles y artillería a ritmos soviéticos.
Este desequilibrio empuja a Zelenski a una encrucijada histórica.
Los halcones dominan las capitales. La escalada actual tiene un elemento común:
• En Moscú, mandan los sectores más duros del FSB y del Ministerio de Defensa;
• En Washington, los halcones trumpistas empujan por una salida rápida;
• En Kiev, los nacionalistas presionan para resistir todo;
• En Varsovia y los países bálticos, se preparan para un escenario de expansión rusa hacia 2030.
Nunca tantos grupos radicalizados tuvieron tanto poder simultáneamente desde el final de la Guerra Fría.
Los tres escenarios. A continuación, propongo una visión final y ampliada de los escenarios que pueden emerger de esta crisis.
Escenario 1. Paz inestable: cese del fuego a cambio de territorio. Trump logra un acuerdo. Ucrania acepta bajo presión. Estados Unidos reconoce territorios ocupados. Rusia congela el frente. Consecuencias: alto riesgo de fractura europea; Ucrania se preserva como Estado, pero pierde parte de su riqueza minera; Rusia obtiene legitimidad y posiciones estratégicas; China gana influencia indirecta. Es una paz con aroma a revancha futura.
Escenario 2. Escalada regional: una guerra más amplia. La negociación fracasa. Rusia lanza nuevas ofensivas. La OTAN entra en tensión máxima. Polonia activa alertas militares. Los países bálticos temen un movimiento ofensivo ruso en cinco años. Consecuencias: la mayor guerra en Europa desde 1945; desgaste extremo para Ucrania; turbulencia energética mundial; caos en mercados globales de minerales críticos. Un solo error –un dron, un barco espía, un ciberataque fuera de control– puede escalarlo todo.
Escenario 3. Ruptura del orden: el fin de la hegemonía de EE.UU. Europa queda aislada y en soledad para apoyar a Ucrania. Rusia se consolida en el dominio del mar Negro.China se consolida en el dominio de la cadena de suministro global. Estados Unidos se repliega y abandona el apoyo explícito y efectivo. Consecuencias mayores: Europa pierde relevancia estratégica; Ucrania se parte definitivamente; Rusia y China controlan minerales críticos esenciales; el eje euroasiático se fortalece; el liderazgo occidental entra en crisis sistémica. Este escenario, más que un resultado, sería un cambio de era.
El siglo XX se decide en este tablero. Lo que está ocurriendo en Ucrania no es solo una guerra es la reconfiguración del orden global. Constituye el choque entre una potencia estadounidense impredecible, un Kremlin paciente y oportunista, una Europa paralizada por su propia fragilidad y un Zelenski atrapado entre el heroísmo y la aritmética militar.
El ultimátum de Trump, la jugada de Putin, la fractura interna en Kiev, el pánico europeo y la escalada híbrida de Rusia conforman un mismo fenómeno: el mundo está entrando en una fase en la que el poder, los minerales y la geopolítica se mezclan como en los grandes realineamientos históricos.
Y lo que se decida en estas capitales –Washington, Moscú, Kiev, Bruselas, Varsovia, Berlín, Beijing– y sus líderes (particularmente Trump, Putin y Xi), definirá no solo el futuro de Ucrania, sino de gran parte del tablero geopolítico mundial del siglo XXI.
* Teniente General (R)