TikTok y la competencia por la atención global: cómo la cultura se convirtió en el arma más poderosa del siglo XXI
Con el acuerdo de TikTok por firmarse, EE.UU. busca controlar su algoritmo. Para el especialista Jorge Malena, la cultura es hoy un campo de batalla global.
Estados Unidos y China alcanzaron este mes un acuerdo que despeja -por ahora- el fantasma de la prohibición de TikTok. La popular plataforma de videos, propiedad de la empresa china ByteDance, deberá someter sus operaciones en EE.UU. a un esquema que aísle por completo sus datos y tecnología de la jurisdicción de Beijing.
El pacto prevé que las operaciones estadounidenses pasen a una nueva entidad controlada en su mayoría por inversores locales, entre ellos Oracle, Silver Lake y Andreessen Horowitz. La vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, adelantó que el acuerdo podría firmarse “en los próximos días” y confirmó que seis de los siete miembros de la nueva junta directiva serán ciudadanos estadounidenses.
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La medida llega acompañada de una prórroga hasta diciembre de 2025 y busca cerrar años de tensiones por el manejo de datos y el control del algoritmo de recomendación. Según el Tesoro, la información de los 170 millones de usuarios norteamericanos se almacenará en servidores en Texas, bajo supervisión de Oracle, para impedir cualquier acceso de ByteDance o de autoridades chinas.
De Hollywood a TikTok: la cultura como poder blando
Para el politólogo y especialista en China Jorge Malena, el caso TikTok debe leerse como parte de una disputa cultural global: “Un Estado con poder militar y económico, pero sin atractivo cultural, genera recelo; mientras que un Estado con sólido poder cultural genera simpatía, la cual puede transformarse en influencia”.
La comparación con los años 60 es inevitable: en plena Guerra Fría, Estados Unidos utilizó el cine, el rock y la televisión para expandir su hegemonía cultural. Hoy, el poder blando se expresa en redes sociales y plataformas digitales, donde China logró construir un producto de alcance planetario.
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TikTok, ¿“arma” estratégica?
En Washington, TikTok dejó hace tiempo de ser vista como una app de entretenimiento. Para la administración estadounidense, es una herramienta de poder blando con capacidad de influir en narrativas culturales y en la opinión pública de millones de jóvenes en un contexto de rivalidad geopolítica creciente.
Su algoritmo -el activo más valioso y el centro de las negociaciones- convierte a TikTok en un actor estratégico: decide qué contenidos se vuelven virales y puede moldear conversaciones a escala masiva.
Según la Casa Blanca, el acuerdo contempla que empresas estadounidenses supervisarán su funcionamiento y tendrán control directo en el territorio norteamericano, mientras que Oracle gestionará el almacenamiento de datos para evitar accesos desde China.
En el siglo XXI, la cultura dejó de ser un accesorio del poder para convertirse en un campo de batalla estratégico
La disputa ya no se limita a la seguridad de datos: se trata de quién controla la circulación de ideas en la esfera digital. En 2019, The Guardian reveló documentos internos de ByteDance que instruían a moderadores de TikTok a censurar o limitar la visibilidad de videos que mencionaran temas sensibles para China, como la masacre de Tiananmén, la independencia del Tíbet o el grupo Falun Gong.
Informes posteriores -como los recogidos por la revista TIME- señalan que si bien estas políticas se declararon obsoletas, persisten las sospechas de que ciertas decisiones de moderación pueden responder a criterios políticos. De allí que en Washington insistan no sólo en aislar los datos de los usuarios, sino en garantizar que las decisiones editoriales de la plataforma no estén influidas por Beijing.
China se presenta como una “civilización-Estado” que prioriza la armonía y la estabilidad, y cuyo poder blando pasa también por controlar la información para mantener la cohesión interna.
“China posee los recursos -cultura, dinero, plataformas- pero no está aún subida al podio cultural global. Con TikTok, construyó una plataforma de alcance masivo, aunque sus contenidos a menudo no contribuyen con la difusión de valores chinos”, señala el especialista Jorge Malena.
El país que mantiene uno de los ecosistemas digitales más controlados es, al mismo tiempo, creador de la plataforma más caótica y adictiva del mundo. Ese contraste sintetiza el dilema de esta era: entre control y libertad, entre estabilidad y creatividad, se juega la próxima gran batalla de la influencia global.
Competencia global por la atención
La disputa por el poder blando no es exclusiva de China. Corea del Sur se convirtió en una potencia cultural con el K-pop y las series de Netflix; India proyecta su influencia con Bollywood, y Turquía exporta telenovelas que arrasan en Medio Oriente y América Latina. Todas buscan algo más que entretenimiento: buscan instalar valores y sensibilidades en las audiencias globales.
TikTok va más allá: no solo genera contenido, sino que controla el flujo de lo que circula, decide qué ve cada usuario y en qué orden. Esa capacidad de condicionar el consumo cultural a escala masiva preocupa a legisladores y expertos en seguridad.
Estados Unidos sigue dominando con Hollywood, el streaming y su industria musical. La incógnita es si China podrá usar sus recursos -plataformas, capital y tecnología- para construir un relato global que compita en el mismo terreno.
Para Beijing, América Latina es una pieza clave. Los institutos Confucio, becas y eventos culturales buscan fortalecer su presencia en la región. Sin embargo, según Malena, el gran desafío de China es convertir esa influencia en un vínculo emocional, como lo hicieron Corea del Sur o Japón con la música, el cine y el animé.
La influencia, terreno de disputa
En el siglo XXI, la cultura dejó de ser un accesorio del poder para convertirse en un campo de batalla estratégico. Hoy se disputa quién define los relatos globales, qué valores circulan y qué sensibilidades se vuelven hegemónicas.
“Quien logre cautivar las mentes tendrá una ventaja estratégica tan importante como quien tenga misiles, litio o vacunas”, resume Malena.
TikTok es apenas el primer capítulo de esta competencia global por la atención, donde algoritmos y narrativas pesan tanto como ejércitos o tratados comerciales.
En Washington esperan que la firma del acuerdo se concrete antes de fin de mes. Pekín, en cambio, aún no hizo comentarios oficiales sobre la versión final del trato.