Hugo Yasky: “Desdoblar y ganar territorio fue mejor que haber sacado dos diputados más”
El diputado defendió la estrategia de priorizar el control territorial sobre la cantidad de legisladores y advirtió que perder dicho control implicaría una debilidad que ni la derecha ni Milei podrían igualar. "Si algo nos enseñó la historia, es que los pueblos no se salvan por decreto", sostuvo.
Hugo Yasky, diputado nacional y secretario general de la CTA, aseguró que “si nosotros hubiésemos perdido la base del poder del peronismo, corremos el riesgo de convertirnos en una minoría intensa”. En ese sentido, en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), Yasky afirmó que “desdoblar y ganar territorio fue mejor que haber sacado dos diputados más”, al destacar la importancia de mantener la presencia territorial del movimiento y el entramado de intendencias, sindicatos y organizaciones sociales que sostienen la política del peronismo en la provincia de Buenos Aires.
Hugo Yasky es docente, sindicalista y político. En la actualidad se desempeña como diputado nacional por la provincia de Buenos Aires en representación de Unión por la Patria, y es secretario general de la Central de Trabajadores y Trabajadoras de la Argentina.
El aspiracional puede ser distinto en distintas épocas, y que la idea de Perón, el concepto de felicidad, el aguinaldo, las vacaciones, el hotel sindical, el club, el fin de semana, los amigos, la familia, es un concepto cultural de valores que a lo mejor las nuevas generaciones, que o no se casan o no quieren tener hijos, lo valoran distinto. ¿Cómo ve usted, en sus propios afiliados, estos cambios de perspectiva, de deseos? ¿Y si hay algo en lo que Milei registró esto y el peronismo no está registrando?
No, yo creo que hay evidentemente un cambio cultural, pero que tiene que ver también con esta desagregación, con esta ruptura de un tejido social que sigue haciendo que muchos jóvenes que pueden acceder, porque estudian, porque de pronto tienen una salida laboral, a ser parte de una sociedad encuadrada desde el empleo. Creo que en ellos persiste esa idea, con cambios culturales, sí. Por ahí, los jóvenes que pueden hacerlo viven solos o viven en pareja, o tienen otra forma de integrar la familia, pero en general, cuando se trata de jóvenes que acceden al empleo, esa fuerte tendencia a lo individual, esa búsqueda de la autosatisfacción personal en algo muy lleno de inmediatismo, creo que se diluye.
Entiendo que hay como una sociedad que dentro de sí mantiene todavía aquella forma de incorporación a través del empleo desde joven, con un esquema con cambios culturales, pero que mantiene la traza de lo que era la sociedad hace veinte años, y otra sociedad que empieza a tener otras búsquedas vinculadas a lo individual.
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¿Podrán estar ahí esas dos argentinas que vemos, de alguna manera, polarizadas en el resultado electoral? ¿Son, de alguna manera, representaciones de esos dos esquemas de valores?
Creo que sí, que en gran medida es eso. Hay muchos jóvenes a los que, lamentablemente, la sociedad de nuestro país en este momento no les brinda respuesta, que han sido ganados por la idea del emprendedurismo, que en última instancia es la forma que encontró un sector de la derecha de este país de proveer aquello que, lamentablemente, por la crisis que estamos viviendo, no les garantiza el esquema social que de alguna manera postulamos nosotros, que es el del pleno empleo, el de acceso a través del estudio.
Hay una búsqueda de los jóvenes que tiene que ver con la sobrevivencia: los pibes que trabajan en las aplicaciones pero las aplicaciones, los que piensan que pueden progresar a través de las bitcoin. Es ese emprendedurismo que, de alguna manera, genera como lobos esteparios, como individuos que tratan de encontrar su forma de progresar en la vida y que tienen como una mirada muy escéptica respecto de lo que tenga que ver con ideas de un colectivismo social o de una solidaridad. Es decir, es un poco la forma extrema del “sálvese quien pueda”.
Estaba colocando primero una dimensión cultural respecto del aspiracional. Ahí me decía que Argentina es todavía una sociedad aspiracional, la gente quiere la movilidad ascendente. La pregunta es, ¿qué quiere? Ahora me parece que hay otro componente, que tiene que ver con la edad. La tecnología ha hecho que por primera vez haya una generación que le enseña a los padres cómo se maneja el teléfono celular, ¿puede ser que otro de los elementos también, además de la edad, sea la cuestión de que todo lo pasado, por el solo hecho de ser pasado, es considerado obsoleto porque se lo asocia a la tecnología?
Es probable. De todas formas, creo que esto se va a dar, como siempre, en los periodos de la historia que tienen un punto de transición en un tiempo relativamente corto. Pensemos que, efectivamente, los hijos que nos han enseñado a usar la tecnología van a empezar a ser padres, y van a manejar la tecnología a la par de sus propios hijos. Creo que esto es un periodo de tiempo que, en términos históricos, para la sociedad va a ser muy breve. Entiendo que estamos en una transición que plantea una fractura cultural, pero que rápidamente esa transición va a quedar atrás cuando los hijos de mis hijos, van a ser, en ese sentido, van a tener un diálogo más entre pares en términos de la relación con la tecnología.
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¿Qué pasó el domingo?
Yo creo que hubo un resultado, a priori, inesperado. Sobre todo hablo desde la provincia de Buenos Aires, porque creo que el análisis para lo que pasó en la elección nacional quizás tiene otros componentes. Pero, en provincia de Buenos Aires, es cierto que estamos hablando de una elección que se empató.
Y, sin embargo, el titular es: gran derrota del justicialismo. Es decir, si nosotros vemos en la progresión histórica, fue la mejor elección de medio término de mucho tiempo que hicimos nosotros. Pero está claro que, con el antecedente de haber ganado la desdoblada por trece puntos, perder trece puntos es un retroceso grande.
Creo que hubo, por un lado, un sector de la sociedad que fue a votar contra lo que generó la alarma planteada inteligentemente por las usinas del Gobierno, y también por ese enorme difusor que es Donald Trump, en el sentido de que la Argentina estaba al borde del colapso. Él dijo: “Los argentinos se están muriendo”, así directamente. Hoy no debe haber ninguna persona en el planeta con la capacidad, con el poder de resonancia de su mensaje como ese. Y generó la idea de que el triunfo del peronismo inevitablemente empujaba a la Argentina a un abismo.
Yo me imagino que, cuando uno va en un vuelo de avión, si se entera de que en la cabina el piloto está perdiendo la capacidad de sostener el vuelo, el pánico de los que estamos en los asientos del avión se multiplica. Y, uno lo que quiere es que el piloto recupere el control. Me parece que fue algo así, un golpe muy fuerte. Es verdad que eso se mezcla con el antiperonismo. Porque en el imaginario de mucha gente el peronismo es una especie de movimiento que anarquiza la sociedad, portador de caos.
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Me parece que eso es una idea que han construido inteligentemente los grupos del poder que quieren poner a la Argentina definitivamente como un país alineado con modelos como el de Perú o el de Paraguay, que ellos mismos plantean como modelos a seguir. A mí me extraña, pues yo conozco gente del Perú, muy humilde, que viene a buscar trabajo en la Argentina. Conozco gente paraguaya: la mayoría de los que trabajan en la construcción vienen a sobrevivir en la Argentina. Me extraña que tengamos grupos del poder económico muy poderosos que nos estén planteando ese modelo, cuando todos los días convivimos con gente que migra a la Argentina para tratar de conseguir lo que en ese modelo no tiene.
¿Tenía razón en ese caso, entonces, Cristina Kirchner, de que desdoblar estuvo mal?
Yo creo que no. Si nosotros hubiésemos perdido lo que es la base del poder del peronismo, es decir, el asiento territorial que constituyen los intendentes y todo lo que, en términos políticos, genera eso, porque hoy la política tiene todavía una expresión territorial y otra expresión que se ordena a través de las redes y de los medios. Si nosotros perdemos ese poder territorial, cuando digo “nosotros” hablo del peronismo, del movimiento nacional, creo que corremos el riesgo de empezar a vivir un periodo en el que nos empecemos a convertir en una minoría intensa y a dejar de tener eso que nos da la posibilidad de construir la política en un entramado complejo, al que no accede la fuerza de Milei ni ningún otro partido de la derecha.
Ese tejido, esa trama en la que hay intendencias, movimientos barriales, movimientos sociales, grupos de iglesias, sindicatos, clubes de barrio, cooperadoras escolares, todo eso es una trama que hasta ahora existe, que no pudo ser ocupada por otros sectores, y que, si la hubiésemos perdido, nos hubiese puesto en una condición absolutamente desfavorable frente a otros que sí manejan mucho más que nosotros la inserción a través de las redes y la vinculación con grupos muy poderosos que son los que manejan la comunicación en el país.
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Lo que usted dice es: si haber votado todo junto en octubre nos hubiese dado un triunfo, porque en lugar de haber una derrota por muy poquito hubiésemos ganado por muy poquito, pero al mismo tiempo perdíamos la mitad de las intendencias ¿El resultado total del poder del peronismo hubiera sido menor? O sea, ¿el peronismo hoy tiene más poder teniendo tres diputados menos pero conservando los consejos deliberantes y las intendencias, que con tres diputados más?
Correcto. Yo creo que hoy, de hecho, si lo medimos en términos de la provincia de Buenos Aires, son 17 diputados que va a tener La Libertad Avanza contra 16 que vamos a tener nosotros. La última elección teníamos 15. Yo creo que ahí no hay un cambio cualitativo. Porque nosotros podemos rehacernos de la pérdida de un diputado, de cinco o de ocho diputados. Lo que no podemos rehacernos fácilmente es de la pérdida de la trama territorial, que todavía es la base de este movimiento.
Por eso el peronismo no se extinguió. Por eso sobrevivimos a la caída, sobrevivimos a las crisis de otros partidos como la Unión Cívica Radical, de otro partido de raíz popular. Pero el peronismo está ahí. Hay una novela que habla de la condición de la garrapata, que en los periodos de invierno muy duros tiene la posibilidad de resistir durante mucho tiempo aún sin alimentarse, en medio de la helada y de la inclemencia total. El peronismo, en los territorios, tiene esa condición. Es decir, el día que el peronismo pierda su presencia territorial, vamos a estar quizá igualados en condiciones de fragilidad con lo que fue en su momento el radicalismo.
¿Y por qué Cristina tiene esa lectura? ¿Está equivocada, está leyendo mal, está mirándose el ombligo, no está mirando al peronismo?
Quizás Cristina tiene la idea de que en este momento se privilegia consolidar una fuerza en el Congreso Nacional. Quizás la idea de que los intendentes del conurbano representan la trama, el lado oscuro del peronismo, me parece que es una idea que aclaro: no la parto, porque cuando uno recorre la provincia de Buenos Aires ve, en un momento de tanta destrucción social, el enorme aporte que hace la presencia de las intendencias. Hoy, la crisis que estamos viviendo, si no tuviera esa red sería mucho más grave en términos del daño y la penuria social.
Hubo otros sectores criticados: el sindicalismo. Una de las discusiones que se hace es que el sindicalismo tenía en el pasado un poder de freno que hoy ya no tiene más. Concretamente: Macri gana en 2017, trata de hacer una modificación infinitesimal y se encuentra con una lucha en la calle que hoy pareciera no estar. Y se le achaca al sindicalismo argentino haber colaborado con La Libertad Avanza, de no haber opuesto la suficiente resistencia en los dos años anteriores.¿Cuál es su propia visión de esa crítica al sindicalismo, y cómo imagina el futuro del sindicalismo en los dos años que siguen?
Creo que si uno lee el libro de Macri llega a la conclusión de la importancia que tuvo el sindicalismo. Más allá de que nosotros somos parte de una lógica ajena a la CGT pero nos sentimos parte de un movimiento sindical que, en la práctica, cuando hubo que poner el cuerpo, fue el que puso el cuerpo. Yo no vi grandes movilizaciones convocadas desde lo que sería, supuestamente, el sector político. Uno puede rescatar la gran movilización de la sociedad civil que significa el 24 de marzo. Ahora, en las marchas universitarias, el movimiento sindical, tanto universitario como de la educación, como incluso el movimiento sindical representado por la CTA y un sector importante de la CGT, estuvo presente.
Milei ha tenido, en términos de resistencia social durante estos dos años, la presencia permanente del movimiento sindical. Muchas veces, acompañando y dandole volumen a las marchas. Yo puedo dar fe de que, qué sé yo, Sergio Palazzo y la Bancaria estamos en todos los actos juntos. Lo mismo los sindicatos que hoy forman parte del frente por la defensa de la soberanía y del salario.
Hay una parte de la CGT que ha decidido desactivarse, pero no es el movimiento sindical. Y, la verdad, si uno hace una lectura objetiva, el movimiento sindical ha sido quien detonó las principales convocatorias que ha habido en la calle durante este período de dos años. Creo que también es cierto que la presencia del movimiento sindical tiene que ver con un escenario que ha sido muy difícil en estos dos años, porque hemos tenido momentos de represión que hicieron que mucha gente se retrajera.
Porque, es decir, lo que convoca el movimiento sindical no son autómatas, no son muñecos que el movimiento sindical los activa. Es la misma gente que ve en la televisión que le vuelan la cabeza a un muchacho sacando una fotografía. Es la misma gente que se siente intimidada. Es la persona o la familia que, cuando un hijo va a una marcha, la madre dice: “Escuchame, mirá lo que pasó con los jubilados, no vayas”. O al marido. Estamos impregnados de esa sensación que se vive en la sociedad. Pero, bueno, yo creo que hay que hacer una lectura objetiva de lo que es el movimiento sindical.
¿Y qué ve en el sindicalismo de acá a los próximos dos años?
Yo creo que el sindicalismo va a tener que hacer un enorme esfuerzo de unidad. Va a tener que superar diferencias históricas, viejos prejuicios, y entender que, si no se actúa colectivamente, el daño que se viene puede ser irreversible. Porque hoy no está en discusión una paritaria, ni un porcentaje salarial. Hoy lo que está en discusión es la existencia del trabajo como derecho, la existencia de la jubilación como derecho, la salud pública, la educación pública. Es decir, se está cuestionando el pacto social básico que fundó la Argentina moderna. Entonces, me parece que los próximos dos años van a ser años de resistencia, pero también de construcción de una alternativa. Porque resistir sin construir no alcanza.
Y en esa resistencia, ¿ve un liderazgo político posible?
Nno hay un liderazgo único. Yo creo que hay una diversidad de liderazgos que tienen que empezar a articularse. Y eso incluye a los intendentes, a los gobernadores, a los movimientos sociales, al sindicalismo, y también a los sectores políticos. Porque si esperamos que una sola persona exprese todo eso, vamos a volver a tropezar con el mismo problema de siempre. Hay que construir una conducción colectiva. Una conducción que, como en los grandes momentos del peronismo, tenga la capacidad de interpretar el sufrimiento popular y transformarlo en una fuerza política. Porque si algo nos enseñó la historia, es que los pueblos no se salvan por decreto. Se salvan cuando tienen organización, conciencia y esperanza.
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