Ranking

Argentina ante el futuro educativo

Gefri. Invita a leer la educación como la adaptación de un país. Foto: cedoc

Hay muchos rankings internacionales que se encargan de medir la calidad educativa de distintos países, pero sólo uno que mide su capacidad para adaptarse a los desafíos tecnológicos y sociales del futuro. El Global Education Futures Readiness Index (Gefri), elaborado por la consultora internacional Education Futures y difundido la semana pasada, mide esta capacidad en 177 países a partir de cinco dimensiones: innovación, infraestructura, capital humano, gobernanza y equidad educativa.

Argentina obtuvo 64,22 puntos, el puesto 43° del mundo y la tercera posición en América Latina detrás de Chile (70,50) y Uruguay (65,21). Nuestro país se ubica, según la clasificación del índice, en el grupo de sistemas educativos con “preparación fuerte”: un nivel respetable, aunque todavía lejos del umbral que distingue a los países plenamente preparados para encarar el futuro. En la tabla global aparece entre Arabia Saudita y Georgia, dos economías de ingreso medio alto con estructuras educativas en transición.

Cuando analizamos los resultados por dimensión, la Argentina muestra una paradoja. Tiene un capital humano alto –66,98 puntos y el puesto 11° a nivel mundial– que lo coloca entre Turquía y Noruega, con niveles de educación media y superior comparativamente fuertes. También obtiene buenos resultados en infraestructura (71,48 puntos) y acceso y paridad de género (87,16), un indicador en el que supera al 85% de los países evaluados. Son fortalezas que hablan de un sistema con bases históricas, una cobertura amplia y un sentido de inclusión que se mantiene.

Sin embargo, esa estructura parece apoyarse sobre un terreno inestable. En gobernanza, Argentina cae al puesto 83°, con apenas 46,61 puntos, muy por detrás de Uruguay y Chile, que lideran la región. Esta dimensión mide la efectividad de las instituciones, la calidad regulatoria y el control de la corrupción. En esta área el problema no es pedagógico sino político: discontinuidad de políticas educativas, la falta de articulación entre el sistema educativo nacional y los sistemas provinciales, y una crónica falta de planificación de largo plazo. En un país donde cada cambio de gobierno parece reiniciar a cero la agenda educativa, una mejora progresiva y sostenible puede volverse una misión casi imposible.

El índice muestra además que la Argentina mantiene un desempeño aceptable en innovación (48,85 puntos), lo que podría estar señalando alguna dificultad a la hora de transformar todo ese capital humano en investigación y tecnología educativa. Para el Gefri, esta divergencia muestra a una sociedad que forma bien, pero innova poco. En este punto, la brecha con Chile –que alcanza 70,5 puntos en el global– es una expresión no sólo de diferencias en inversión, sino de una estabilidad política y visión estratégica también diferentes.

El Gefri invita a leer la educación no como un área aislada, sino como el núcleo de la capacidad de adaptación de un país. Desde esa perspectiva, Argentina combina una población preparada con un Estado poco apto todavía para sostener esa preparación en el tiempo. El desafío no es solo enseñar mejor, sino gobernar mejor: convertir el capital humano que distingue al país en innovación, desarrollo económico y cohesión social.

Hay algo de pesimismo en el diagnóstico del Gefri 2025 sobre la adaptación para el futuro del sistema educativo argentino, pero eso no debe opacar sus logros. Argentina conserva un potencial educativo que sigue siendo referencia en la región, sólo le falta conseguir lo más difícil: estabilidad y continuidad.

* Director de Análisis e Investigación en gormanlee.com