Equidad de género

Corte Suprema: ¿el mérito seguirá teniendo nombre de varón?

“Llegó la hora de que se trate seriamente la inclusión de mujeres en la Corte”, dice la autora y agrega que “la Corte debe ser representativa de todos los estratos sociales”. Sin embargo, hay una razón más poderosa aún.

. Foto: Cedoc Perfil

Superada la crisis institucional que implicó el rechazo de los pliegos de los jueces Ariel Lijo y Manuel García Mansilla, ha llegado el momento de barajar y dar de nuevo. Esta nueva ventana de oportunidad debe ser aprovechada con inteligencia y responsabilidad para que el debate público se centre en elegir los mejores perfiles para nuestro máximo tribunal.

Cuando decimos “público”, aludimos a la república, concretamente a la “cosa pública” aquello que nos pertenece a los ciudadanos, esto implica, la participación activa de todos los actores sociales que deben intervenir en la construcción de una candidatura que represente verdaderamente los estándares que exige la toma de decisiones en la vida institucional de los argentinos. En ese sentido, el debate debe incluir, como mínimo, a la sociedad civil, el ámbito político, la abogacía, el Poder Judicial y la academia.

Esta vez, los perfiles propuestos deben ser representativos para lograr los consensos que una designación de tal magnitud requiere. El gobierno no puede enfrentarse a otro fracaso. No puede por su lógica de poder, pero tampoco puede porque le debe esta paz social y estabilidad institucional a los argentinos.

Cómo funcionan los cupos de género en el Estado que el Gobierno quiere eliminar

En esta necesaria representación, finalmente llegó la hora de que se trate seriamente la inclusión de mujeres en la Corte. Podríamos realizar una nómina muy extensa de los múltiples tratados qué obligan a la Argentina a través de su art 75 inc. 22 a incorporar a las mujeres en estratos de poder, podríamos mencionar también que la Corte debe ser representativa de todos los estratos sociales y que una Corte sólo integrada por varones en pleno siglo XXI contraría tal principio.

Pero lo cierto, es que si bien estos argumentos son los que jurídicamente sostienen de manera categórica la entrada de juristas mujeres a la Corte, existe un argumento más urgente que debemos exponer porque la hora de los acontecimientos y el entramado ideológico subyacente lo imponen.

Como sociedad, hemos oscilado —con esa pendularidad tan argentina— entre una valoración casi sacra de la perspectiva de género, y un presente de desprecio absoluto hacia todo lo que siquiera mencione el tema. Esta dicotomía nos deja presos, y como cualquier maniqueísmo solo nos condena a estar atrapados en relatos fundamentalistas que suelen llevar a la desacreditación de las más nobles causas.

Pese a que más del 50% del Poder Judicial está formado por mujeres, solo el 25% llega a los cargos más altos

Propongo entonces que miremos con nuevas lentes esta historia, sin prejuicios y observemos que nuestra legislación propone múltiples herramientas denominadas de discriminación inversa como por ejemplo el cupo femenino. Criticado por donde se lo mire a pesar de desprenderse del art. 75 inc 23 de nuestra Constitución Nacional. 

Así, observamos por ejemplo cómo desde la puesta en marcha del cupo femenino la reglamentación electoral impuso integrar mujeres en las listas partidarias que disputan las elecciones, luego incluso debió profundizar la normativa imponiendo la alternancia entre varón y mujer, para no sucumbir a la tentación de que las mujeres fueran puestas en los últimos puestos de las listas partidarias.  

“No es posible que no se contemple la inclusión de una mujer en la Corte Suprema”

Ahora bien, ¿qué ocurre en los ámbitos donde no rige el cupo? Simplemente no hay mujeres. 

Pongamos solo como ejemplo a Ministerios, directorios de empresas, directorios de hospitales, directorios de bancos, liderazgos sindicalistas y, por supuesto, la Corte Suprema. La foto de cualquiera de estos estamentos sería similar a la de un cónclave de obispos. La verdad entonces, es que esto demuestra fatalmente, que si hay algo de lo que no estamos hablando, es de mérito. 

Por el contrario, estamos hablando de techo de cristal, de falta de equidad y de la ausencia de una participación real de las mujeres en los espacios de decisión. En definitiva, estamos hablando de perspectiva de género, esa expresión que parece haberse convertido en tabú desde la llegada al poder de quienes se autoproclaman "las fuerzas del cielo".

Es hora entonces de poner los pies en la tierra, mirar las estadísticas, despojarnos de prejuicios ideológicos y hacer valer los derechos humanos básicos. Entre ellos, el de promover y garantizar la equidad de género. Un derecho que puede no estar de moda, pero que no por eso ha dejado de existir.

*Abogada especialista en Derechos Humanos, miembro de Abogados en Acción y candidata a legisladora porteña por el PRO.