Las misteriosas islas africanas del Virreinato del Río de la Plata
El primer ministro de Annobón viajó a nuestro país en busca de ayuda ante su grave crisis humanitaria. Piden ser un Estado asociado o provincia argentina. Basan su reclamo en un llamativo antecedente: como Fernando Poo, ambas islas fueron parte del Virreinato del Río de la Plata.
Los tratados de San Ildefonso (1777) y El Pardo (1778) fijaron los límites entre las posesiones de España y Portugal en el Río de la Plata. En dichas negociaciones, Portugal también cedió a España las islas africanas de Annobón y Fernando Poo, ubicadas en el Golfo de Guinea.
Con aquellas islas, España completó el triángulo estratégico para la defensa del Atlántico Sur, apoyado en Montevideo, las Malvinas y el Golfo de Guinea. Además, las mismas ofrecían oportunidades comerciales y de colonización, y eran centros de abastecimiento de esclavos y escalas en la ruta marítima de Filipinas.
Según el virrey Juan José de Vértiz, Annobón contaba con buen fondeadero y tierras fértiles aptas para cultivar algodón, caña de azúcar y maíz. Así, fueron incorporadas al Virreinato del Río de la Plata, que se extendió entonces hasta el África ecuatorial.
Para tomar posesión efectiva de ambas islas, se organizó una expedición desde la Gobernación Militar de Montevideo, sede del Real Apostadero Naval. La preparación estuvo a cargo del virrey Pedro de Cevallos. El mando supremo y los cargos de gobernador y jefe militar fueron encomendados al brigadier del Ejército Felipe de los Santos, conde de Argelejo, veterano de las guerras contra los portugueses en el Río de la Plata. Como segundo jefe, fue designado el teniente coronel Joaquín Primo de Rivera.
La expedición estuvo compuesta por 112 hombres de infantería, 26 artilleros, 20 cañones, un ingeniero militar, capellanes, médicos y personal de la Real Hacienda y servicios varios. También se formó una escuadrilla naval al mando del capitán de fragata José de Varela y Ulloa, destacado geógrafo y naturalista, integrada por las fragatas Santa Catalina y Nuestra Señora de la Soledad y el transporte Nuestro Señor Santiago.
El 17 de abril de 1778, los expedicionarios zarparon desde Montevideo hacia el Golfo de Guinea, donde arribaron a fines de junio. Permanecieron en las islas portuguesas de Príncipe y Santo Tomé hasta octubre, aguardando a las autoridades lusitanas para que concretaran el traspaso de Annobón y Fernando Poo. Durante esa espera, surgieron fricciones con las autoridades portuguesas, enfrentamientos con las poblaciones nativas y graves problemas con los alimentos por su escasez y mal estado, lo que provocó desórdenes, indisciplina, castigos, represalias y deserciones.
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El 24 de octubre de 1778 las islas pasaron formalmente al dominio español. Poco después, el 14 de noviembre, falleció el conde de Argelejo, siendo reemplazado por el teniente coronel Primo de Rivera. La ocupación de Annobón y Fernando Poo resultó una tarea ardua y sacrificada, que exigió grandes esfuerzos.
A pesar de la resistencia de las tribus locales, los españoles fundaron el poblado de Pura y Limpia Concepción y construyeron viviendas, un hospital y una fortaleza. Para garantizar comunicaciones y abastecimientos, se diseñó una ruta marítima con escalas en Cádiz, Canarias y Santo Tomé; esta línea fue amenazada por los británicos, ya que España asistía a Estados Unidos en su guerra de independencia (1776-1783).
La contienda contra el Reino Unido debilitó el auxilio logístico a las islas, que quedaron prácticamente abandonadas. Los hombres destacados en Annobón y Fernando Poo debieron enfrentarse a enfermedades, muertes, escasez de alimentos y luchas con los nativos. Además, sus buques estaban en pésimo estado, lo que los volvía inútiles para defensa y servicios. Las islas incluso corrían el riesgo de ser conquistadas por los británicos, interesados en fortalecer sus comunicaciones con la India.
El escorbuto y las fiebres tropicales diezmaron a casi toda la expedición. La falta de alimentos frescos, la existencia de víveres en mal estado o inadecuados para recuperar enfermos y la escasa capacidad médica, agravaron aún más la situación.
Para sobrevivir, los hombres comían palmitos, raíces y hojas silvestres. El agotamiento físico y moral derivó en indisciplina, robos, saqueos y presiones internas para abandonar las islas. El 24 de septiembre de 1780 se produjo un motín encabezado por el sargento Gerónimo Martín, quien encarceló al jefe de la expedición.
Annobón y Fernando Poo fueron evacuadas el 31 de octubre. En un buque en ruinas, los expedicionarios llegaron en noviembre a Santo Tomé, donde se detuvo al líder del motín y Primo de Rivera retomó el mando. Tras adquirir una fragata, los expedicionarios abandonaron el Golfo de Guinea en 1781. Como regresar a España a través del Atlántico Norte era riesgoso por la guerra contra el Reino Unido, optaron por refugiarse en un puerto neutral.
Así, entre 1782 y 1783 sobrevivieron como parias e indigentes en Salvador de Bahía, Brasil, sin dinero, enfermos y desamparados. Recién en 1783 lograron regresar a Montevideo a bordo de dos buques: buno de los protagonistas describió su retorno como “las tristes reliquias de esta expedición”.
Durante cinco años, entre 1778 y 1783, las islas de Annobón y Fernando Poo formaron parte del Virreinato del Río de la Plata. Dicha expedición evidenció la visión estratégica de España para organizar, defender y proyectar sus posesiones de ultramar. Aquellas islas permanecieron abandonadas por décadas, y fueron ocupadas por los españoles recién a mediados del siglo XIX.
El reciente pedido de ayuda de Annobón —y su propuesta de incorporarse a la Argentina— plantea para nuestro país el inesperado desafío de considerar una profunda proyección exterior hacia el continente africano. Sin embargo, esa audaz iniciativa estratégica choca con las prioridades que hoy dominan la agenda del gobierno nacional.
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