Análisis nacional

Milei ya no es outsider y las doxarquías lo impactan

El rechazo del Congreso al veto presidencial, la crisis de credibilidad, el reclamo de mayor transparencia política y “la doxarquía que él aplicó virtuosamente como outsider contra la idea de casta ahora le es aplicada a él en la gestión pública”, sostiene el autor.

Jose Luis Espert y Javier Milei Foto: Instagram Jose Luis Espert

En abril de este año en una columna titulada la Doxarquía de Milei hablamos sobre cómo la sociedad aún no pedía un cambio de rumbo respecto de las medidas de gobierno. Es decir, mantenía un nivel de legitimidad de origen sostenido en gestión.

Pero hoy, en parte de la sociedad esto parece cambiar sin tener a todas luces claro el rumbo y en muchos casos hasta siendo contradictorio el discurso público de algunos sectores sociales, las dirigencias empresariales y las gremiales entre sí. No hay un claro centro ordenador y muchos reclamos se escalan.

En aquella columna hacíamos también un repaso por autores que valoraban a la opinión pública como el sostén de gobierno o el elemento clave y fundante, incluso. Esto supone una característica muy particular en tanto sus pilares serían humores, creencias, animosidad y hoy diríamos la reputación o ejemplaridad.

Entonces, en buena medida, la política para la dirigencia de gobierno es un ejercicio de ajuste de expectativas entre la ciudadanía y el gobierno teniendo en vista objetivos comunes, aspiraciones de futuro y una mejora en la calidad de vida.

Ese ajuste de expectativas entonces es clave para que el rumbo de las políticas mantenga una buena valoración en el corto y mediano plazo y esto es aún más urgente en contexto de incertidumbre creciente.

A la fecha, dos escándalos han desatado tendencias de crisis de reputación en dirigentes de gobierno que no han podido ser revertidos para generar una cuota de credibilidad a fin de apaciguar el reclamo de diversos sectores sobre mayor transparencia en casos de potenciales actos de corrupción política.

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Además, estamos ante varias leyes sensibles vetadas que el Congreso Nacional ha rechazado al Poder Ejecutivo obligándolo a tener que analizar un cambio en sus orientaciones en las políticas y enviar un presupuesto de gastos e inversiones con la apertura al debate correspondiente para solventar los puntos de crítica que han hecho mella en el relato oficial. Esto, aún cuando el eje del equilibrio fiscal sea correcto.

Estos casos, más el haber perdido definitivamente el atributo de outsider, obligan a Milei a convertirse en un político profesional y mejorar su gabinete de gestión en tanto el atributo diferencial que le permitió ser presidente perdió toda su legitimidad.

La doxarquía, como hecho político, que él aplicó virtuosamente como outsider contra la idea de casta ahora le es aplicada a él en la gestión pública en tanto emergen sectores de la sociedad que ponen en duda o critican abiertamente desde la economía hasta la batalla cultural.

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Por ende, como dijimos en la columna del mes de abril, el mismo principio de gobierno y gestión que lo trajo a esta instancia si ya no es efectivo en términos de poder simbólico se convierte en el mismo principio de pérdida de legitimidad y de una menor tolerancia extendida en el tiempo que le permita gestionar como lo ha hecho hasta hoy: con relativa baja conflictividad social.

Milei debe retomar entonces una agenda adecuada a la eficacia y los intereses de los sectores que lo apoyan buscando sumar a los intereses de votantes del centro del espectro electoral para volver a ser quién imponga agenda sin perder de vista que la clave del éxito es ser diferente a toda la dirigencia que la sociedad ha rechazado y no quiere que vuelva después de tantas décadas de fracaso desde el año 83 a la fecha.

Pero, recalcando y no olvidando que, no puede volver a ser un outsider y que hoy debe ser y parecer un dirigente profesional diferente y eficaz que toma decisiones difíciles y comunica adecuadamente según el contexto complejo y delicado en donde nos situamos. Esto no supone perder frescura ni novedad en su perfil político pero ya no hay tiempo ni espacio para no atender y dar soluciones razonables, aun cuando sean limitadas, a temas de la agenda pública que se le imponen temporalmente desde la opinión pública, los medios de comunicación y referentes de diversos espacios sociales y políticos.

Finalmente, si se instalara después del resultado de las elecciones legislativas la idea de un pato rengo, aunque técnicamente no fuera así, si tendríamos nuevamente un nuevo fenómeno en la fauna política argentina: un león rengo. Es decir, la fuerte postal de un león rodeado de hienas y un aletargado final que el mecanismo de la alternancia institucional, en clave republicana, no espera vuelva a suceder para mantener en valor el más alto respeto a los mandatos, a la democracia liberal representativa vigente y al pluralismo de centro derecha e izquierda.