OPINIóN
Incógnita

La doxarquía de Javier Milei

Cómo se construye la opinión pública tal vez explique porqué la sociedad aún no reclamó un cambio de rumbo por las medidas de gobierno que se tomaron. Sus políticas públicas, muchas veces inexplicables, se sostienen en la “doxa”.

Javier Milei
Javier Milei | AFP

Sin partido nacional, sin mayoría en el Congreso de la Nación ni legislaturas locales, sin gobernadores y menos intendentes, sólo con manejo de redes, un relato anti político y mucha gestualidad movimientista en clave 2.0, emerge un nuevo animal político para la habitualidad en nuestro escenario nacional.

Como decía Giovanni Sartori (1993), la democracia se sostiene en un gobierno de opinión, y va más allá, como ya lo había referido David Hume al pensarlo como sostén de gobierno, es un gobierno de opinión y por ende fundado en la opinión. Algo de esto tiene en su génesis o relato fundacional la gestión del poder de Milei. Pero esto, implícitamente conlleva un riesgo que lo enunciaremos más adelante.

Siguiendo a D’Adamo (Et al, 2000) bien hacemos en recordar también que Maquiavelo de manera pragmática recomendaba que para la gobernabilidad sólo era necesario conocer las expectativas de la gente respecto del gobierno y ofrecerle entonces esa imagen espejada y esperar que los actos terminen de legitimarlo.

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Incluso, D’Adamo nos recuerda, desde una vereda opuesta, que para Jean Jacques Rousseau la opinión pública tenía una función de poder institucionalizante pero también de creación de una figura de censor. Es decir, también imparte una opinión reguladora respecto de qué sería valorado favorablemente y que no.

Más cerca en el tiempo Lowell, Lippman, Lazarsfeld o Mills, comenzaron a cuantificar y criticar a estas preferencias temporales e intentaron dar cuenta de un estado de opinión pública señalando problemáticas en las sociedades de masas y contemporáneas.

Esto nos permite llegar a la actualidad y pensar en cómo muchas encuestas dan claramente una preferencia sostenida de expectativas aún no defraudadas. Es decir, no dan cuenta a la fecha de que se ha roto el pacto que se consagró en las votaciones presidenciales del año 2023 y que permiten que gran parte de la sociedad no reclame un cambio de rumbo ante las medidas tomadas.

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Lo que se prometió en campaña se ejecuta y eso aún en grandes sectores de la sociedad lo toleran. Pero, como adelantamos, esto tiene un riesgo sistémico en su genética de poder. Y es que entonces también estamos ante un hombre-sistema de gobierno.

Si doxa refiere a opinión y arque a principio de un sistema o gobierno, la doxarquía en cabeza de una personalidad y estilo supone una unificación del éxito pero también de la derrota, no habiendo posibilidad de trasladar o descentralizar e institucionalizar ese poder de gestión. No hay plan B.

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Motivo por el cual, es dable pensar en que Milei gestiona gracias a un atributo denominado aquí como doxarquía, o poder doxárquico, el cual puede ser entendido como el gobierno de la opinión pública contra una política tradicional que fue castigada y encarnada en los últimos meses por los extremos (sobreactuación) de Massa y (la inacción) de Alberto Fernández.

Por ende, el mismo principio de gobierno y gestión que lo trajo a esta instancia si no es efectivo, es el mismo principio de su pérdida de legitimidad y entonces de la ausencia de una mayor tolerancia extendida en el tiempo que le permita gestionar como lo ha hecho hasta hoy, con baja conflictividad.

La doxarquía de Milei es un principio y punto de partida de gestión pero también la principal fuerza o sostén de todos los actos de gobierno que hoy se conforman como políticas públicas y muchas veces son inexplicables para muchos, pero también, largamente aplaudidas por otros.