OPINIóN
Vueltas y vueltas

Los giros copernicanos de Milei

Las transformaciones que trajo el nuevo gobierno fueron tan abruptas e inconsultas que dejaron pasmados al FMI, la sociedad y los políticos. 50% de devaluación, despidos en el Estado, precios y tarifas desbocados y exabruptos internacionales. Pero la mayoría de los argentinos sigue siendo pobre.

Nicolás Copérnico 20220523
Nicolás Copérnico | Agencia Shutterstock

Como sostenía el célebre sociólogo estadounidense Seymour Lipset en 1959, el desarrollo económico es lo que legitima a la democracia. En perspectiva, a 60 años de esta afirmación, se puede considerar que estaba en lo cierto. En Argentina, Javier Milei triunfó como la opción obligada de un alarido proferido por una población desesperada por un cambio, básicamente económico. Además de la inflación, la pobreza y la inseguridad, amén de las crecientes evidencias de una clase política enriquecida por la corrupción, fue el remate que cerró -¿lo cerró?- una etapa en el país.

La demanda de cambio profundo provino de todos los sectores. De los empobrecidos, de los nuevos “trabajadores pobres” y de alguna clase acomodada harta del autoritarismo, el discurso único y la corrupción. Milei se constituyó como el paladín de la justicia. Era lógico que fuera un outsider. Su discurso “anti-casta”, de un sentido común furioso por la perorata predominante del absurdo permanente, del tipo “estamos mejor que en Alemania”, que ya agobiaba.

Así Milei llegó al poder. No era una apuesta nada segura, no tenía pasado ni trayectoria, sólo algunos eslóganes en programas de panelistas, pero parecía no haber otra cosa. Mejor bueno por conocer.

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El doble estándar de Milei con el Estado

Sin embargo, más que un cambio, arremetió un huracán desbocado, porque las transformaciones fueron tan abruptas, inconsultas y extremas que dejaron pasmada a la sociedad política y civil en su conjunto. Para sostener esta afirmación, nada mejor que los hechos.

En política exterior, se produjo un viraje completo de las relaciones kirchneristas con Irán, Venezuela, Rusia, China y Nicaragua, entre tantas dictaduras conocidas por violentar los derechos humanos, a relacionarse con las grandes democracias occidentales. No obstante, las relaciones con varios países de América Latina pasan por ser, mínimamente, accidentadas. 

Los últimos casos de Colombia, Venezuela y México y antes con Chile y Brasil, terminaron en exabruptos del presidente que nada tienen que ver con su investidura. Nuevamente el pueblo argentino es representado internacionalmente por las opiniones o intereses individuales de su presidente.

Milei: "Estoy haciendo el ajuste más grande de la humanidad"

En lo económico, a 2 días del nuevo gobierno, se produjo una devaluación del 50% que disparó los precios atrasados y la inflación “contenida”. El precio de la nafta se triplicó empujando al resto, la inflación se desbocó, la inminencia del incremento extraordinario de los servicios públicos y privados de primera necesidad se conjugan con los recortes colosales en todas las áreas del Estado. 

Se anunciaron 70 mil despidos, luego 15 mil, se suspendieron el 80% de las obras públicas, en 2 meses se bajaron 91% las transferencias a las provincias, fuertes recortes en los planes y la asistencia social, en la UBA, el CONICET, en la TV Pública, el Servicio Meteorológico, la Biblioteca Nacional, el cierre de Telam y la lista continúa sin solución de fin. 

Todo esto se vincula directamente con lo social. Incontables protestas, movilizaciones, amenazas de piquetes y paros de todos los sectores afectados, que son demasiados. Sin duda esto responde a un modelo de Estado descomunal y tremendamente deficitario, que fue tapando crecientes huecos con el empleo público o el subsidio insensato, en muchos casos, pero que en la destrucción extemporánea sólo puede encontrar escombros.

Argentina: Pobreza en aumento e indigencia en descenso

El índice de pobreza que dejó Alberto Fernández para diciembre de 2023 fue del 41.7% y la infantil de un 58% según el INDEC. A mediados de febrero, mediante una simulación estadística, el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA sostuvo que por la devaluación, que significó el incremento de la canasta básica total conjugado con los ingresos congelados, el porcentaje de pobres era del 57.4%, alcanzando a 27 millones de argentinos, y la indigencia trepó al 15% de la población.

Es en este contexto, de reducción abrupta del déficit, inflación y recesión, en el que el FMI, tradicional e invariablemente crítico con la Argentina, cambia sustancialmente su discurso y alerta al gobierno de los costos sociales del ajuste. Una novedad escalofriante por parte de quien viene. 

Y si algo faltase, se libra una “batalla cultural” que pretende romper, de forma diametral, con 20 años de un discurso único y excluyente que llegó a asfixiar a gran parte de la población. Ahora “los otros” son “orcos”, farsantes, delincuentes, casta; el aborto tendría que volver a ser un delito, el 24 de marzo es “la historia completa”. Pero ambos discursos coinciden en atacar al periodismo, que no es otra cosa que crear un enemigo en el que piensa distinto. 

Basta con concluir que la Argentina es hoy un país pobre. O empobrecido. Pero la realidad es la misma. Por lo menos, la mitad de su población es pobre, el nivel educativo ha descendido a niveles impensados, la fuerza laboral ya no es calificada en su mayoría, el empleo informal equipara al formal, el presupuesto en ciencia y tecnología es casi inexistente.

Entonces, habría que tener en claro que este es el territorio, real y simbólico, en el que se pretende gobernar. Es una reflexión fundamental que tiene que hacer la clase política, porque la ciudadanía siempre queda en el medio.

*Dra. en Ciencia Política y Ciencias Sociales, autora de “Planes Sociales. Una política dirigida al manejo del poder”.