OPINIóN
Universidad de Belgrano

Argentina: Pobreza en aumento e indigencia en descenso

Según las mediciones de INDEC del Segundo semestre 2022, el actual nivel de pobreza ubica a la Argentina en situación comparable a Bolivia (37,2%). Buenos Aires tiene el menor índice (11,3%) y el mayor, Concordia (55,2%).

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En la calle. Llenar la heladera, una promesa de campaña que no forma parte de la vida cotidiana de muchos familias. | NA

El INDEC dio a conocer las estimaciones de pobreza e indigencia correspondientes al segundo semestre de 2022. La pobreza, que había registrado descensos en 2021 y el primer semestre de 2022, registró un incremento volviendo a un valor cercano al de comienzos de 2021, al fin de la pandemia. 

El menor nivel de pobreza corresponde a la ciudad de Buenos Aires (11,3%) y el mayor a la ciudad de Concordia (55,2%). 

En lo que respecta a la indigencia, tras registrar un 8,8% en el primer semestre de 2022, bajó al 8,1% en la segunda parte de dicho año.

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En efecto, la incidencia de la pobreza trepó al 39,2% de la población o sea más de 18 millones de personas

Se trata de una variable que recién comenzó a medirse en 1988 y al principio sólo para el Gran Buenos Aires. En mayo de ese año el porcentaje de pobres alcanzaba al 29,8%. En octubre de 1989 trepaba a 47,3% tras la hiperinflación de ese año. 

 

La incidencia de la pobreza trepó al 39,2% de la población o sea más de 18 millones de personas

En mayo de 1994 había caído al 16,1% pero en octubre de 1996 ya estaba en 27,9%. Un nuevo pico se registró en octubre de 2002 con un 54,3% tras la crisis de 2001. A partir de 2003 cae sostenidamente hasta llegar al 25,5% a fines de 2006. 

 

Pobreza en aumento e indigencia en descenso 

A principios de 2007 se inicia el proceso de manipulación de las estadísticas del INDEC que culminaría con la decisión de discontinuar su estimación por considerar que su publicación era estigmatizante. 

A principios de 2016 la pobreza –estimada para todo el país- era del 32,2% y a fines de 2019 se ubicaba en el 35,5%.  Este guarismo trepó al 42,0 % en el segundo semestre de 2020 por efecto de la pandemia. Tras caer al 36,5% en la primera mitad de 2022 registró un abrupto incremento en la segunda mitad del año pasado de la mano de la duplicación en la tasa de inflación anual. 

El actual nivel de pobreza ubica a la Argentina en un nivel comparable al de Bolivia (37,2%) y Venezuela (33,1%) y lejos de Chile (10,8%) y Uruguay (11,6%).

Mapa de la pobreza en Argentina: cuáles son las regiones más afectadas del país

En lo que respecta a la indigencia, tras registrar un 8,8% en el primer semestre de 2022, bajó al 8,1% en la segunda parte de dicho año. Esta variable está fuertemente ligada a la capacidad adquisitiva de los planes y subsidios sociales que explican buena parte de las fluctuaciones en los ingresos de los sectores ubicados en los estratos más bajos de la pirámide social.

Cabe recordar que la indigencia se refiere a los hogares que no cuentan con ingresos suficientes como para cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas.  

En cambio, la pobreza mide la cantidad de hogares que no  tienen capacidad de satisfacer –por medio de la compra de bienes y servicios– un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales.


Pobreza e indigencia para el 2023

Finalmente, las perspectivas para el semestre en curso son de un aumento en ambos guarismos como producto de una inflación que evoluciona a un ritmo de un 6% mensual.

El menor nivel de pobreza corresponde a la ciudad de Buenos Aires (11,3%) y el mayor a la ciudad de Concordia (55,2%). 

La superación de la pobreza pasa ante todo por la generación de empleo -en cantidad y calidad adecuadas-, toda vez que la mayor parte de los recursos de los hogares destinados a satisfacer las necesidades básicas de sus miembros proviene de los ingresos laborales. 

La elevada proporción del empleo informal –más del 30%- nos recuerda que una elevada fracción de la fuerza de trabajo no cuenta con sistemas adecuados de protección social en materia de salud, seguros de desempleo y acceso a sistemas jubilatorios y de pensiones que aseguren niveles de bienestar justos para la población adulta mayor. 

Ello se suma al hecho de que el empleo en un puesto de trabajo no registrado conlleva una importante desventaja salarial. 

*Director del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano