Coronavirus

Pandemia y oportunidades, o riesgos "positivos"

Esta mega crisis nos podría permitir aprender a manejarnos de una forma distinta, ojalá mejor, sobre cómo desempeñarnos frente a muchos problemas en el futuro.

Pandemia Foto: Fernando Zhiminaicela / Pixabay

No creo que haga falta escribir mucho más sobre el coronavirus, sobre sus consecuencias económicas, sobre la negligencia e irresponsabilidad de quienes deberían colaborar para no extender la pandemia y no lo hacen, sobre la cantidad de “fake news”, de “memes” y mensajes graciosos en medio de este contexto mundial. De todo esto hay mucho, muchísimo.

No hay dudas, que tarde o temprano, con impredecibles resultados aún, esta crisis pasará.

Me gustaría, en este artículo, hacer hincapié, aunque todavía sea muy difícil visualizarlo, en lo que llamamos la parte positiva del riesgo, los riesgos “positivos” u oportunidades.

Sin lugar a dudas, esta mega crisis que se ha desatado a nivel mundial, nos podría permitir aprender a manejarnos de una forma distinta, ojalá mejor, sobre cómo desempeñarnos frente a muchos problemas en el futuro.

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Por un lado, desde que comenzó la pandemia, muchas fábricas, en primer lugar en China y luego en muchos países del mundo, incluyendo nuestro país, tuvieron que detener sus actividades. Una consecuencia directa e inmediata, fue la disminución de la contaminación atmosférica. Es probable que pocos sigan con verdadera atención este dato (claro, hoy nos asusta ver la cantidad de contagios y muertos que suben día a día en nuestro país y en el mundo) pero sin embargo, no debería pasar desapercibido porque refleja el alto nivel de polución que tiene nuestro planeta en el normal desarrollo de las actividades, y, con esta disminución, podremos tomar conciencia de la importancia del cuidado del medio ambiente. ¿Hacía falta una pandemia para pensar en el cambio climático? Seguramente no. Los adultos jóvenes vienen manifestándose al respecto hace mucho tiempo. Tal vez haya llegado el momento de prestarles más atención.

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En un plano muy diferente aparece otro aspecto positivo del contexto actual, la necesidad de adaptarnos a trabajar distinto. Seguramente muchos jóvenes están acostumbrados a trabajar de forma remota. Esto claramente no aplica a todas las actividades, pero aquellos que desarrollamos tareas que implican el relacionamiento con la gente, el asesoramiento, la enseñanza, etc., nos encontramos con el desafío de interactuar a distancia. Aparecen las videollamadas, los webinars, las clases online, etc. Y nos empezamos a dar cuenta de la cantidad de horas que perdemos para trasladarnos a las reuniones, para dar clases en un lugar determinado, sumado al consumo de combustible y la huella de carbono que implica hacer ese traslado, etc. Ahorramos dinero al no salir de nuestras casas y consumir lo que tenemos a mano, nos conformamos con menos, y finalmente, nos volvemos mucho más eficientes al optimizar mejor la variable irremplazable que tenemos: nuestro tiempo.

Sombras de un Nuevo Orden Mundial

Permanentemente intentamos hacer un balance entre la actividad laboral, los compromisos familiares, los vínculos con nuestros amigos, y el tiempo dedicado al ocio y esparcimiento. Este estado de encierro, ha hecho que se ponga en un plano diferente la integración de todas esas relaciones. De repente, nuestros hijos se convierten en colegas al ser testigos directos de lo que hacemos habitualmente mientras ellos están yendo a clases. Al mismo tiempo, nos volvemos docentes para ayudarlos con las tareas escolares que reciben por email o campus virtuales (en este sentido, muchos docentes también están aprendiendo a ejercer su profesión de forma remota con los enormes desafíos que esto implica). Todo esto permite que disfrutemos más de nuestros hijos estando en casa (¡aunque a veces podamos perder la paciencia!). Finalmente, casi como si fuera un juego, compartimos algunos quehaceres domésticos que antes no estaban planeados: limpiar, ordenar, cocinar, etc., lo que genera una nueva dinámica familiar, que probablemente quede instalada en muchas familias. También charlamos con nuestros amigos más frecuentemente: concertamos un determinado horario y hacemos videollamadas, contándonos nuestras experiencias diarias, que probablemente sean mucho menos novedosas que antes, pero les encontramos alguna característica para compartir y distendernos un rato.

Sin lugar a dudas, esta mega crisis que se ha desatado a nivel mundial, nos podría permitir aprender a manejarnos de una forma distinta, ojalá mejor, sobre como desempeñarnos frente a muchos problemas en el futuro.

Muchos readaptamos la manera de hacer ejercicio: redescubrimos máquinas que teníamos desde antes pero que estaban abandonadas, aprovechamos elementos caseros (botellas de agua, escobas, pelotas, etc.) para incrementar la exigencia de la actividad física, navegamos las redes en busca de distintas disciplinas para mantenernos activos, etc. Mucha gente que no solía ejercitar, empezó a hacerlo, ya sea por la necesidad de mantenerse en forma, por la necesidad de ocupar el tiempo ocioso que tiene cada día, o por el mero hecho de compartir una experiencia con los familiares que nos rodean o los afectos que están en sus casas.

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¿Hace cuánto tiempo que no interactuamos tanto con amigos y familiares con los que no convivimos?

En el ámbito nacional también hay consecuencias positivas de todo esto. Elogiamos, valoramos y alentamos a nuestros médicos, personal de la salud, etc., sin distinguir o preguntar acerca de su bandera política. Vemos hablar al Presidente de La Nación rodeado de partidarios propios y de la oposición, asintiendo al unísono respecto a cada medida que hay que tomar para combatir la pandemia. Es cierto que se cometen errores, pero no parecen ser consecuencia de un determinado pensamiento político, sino de la inexperiencia para manejar una crisis de esta naturaleza. ¿Seremos capaces de mantener ese respeto y diálogo en el futuro aun cuando no estemos de acuerdo?

Finalmente, todos: personas; empresas; instituciones públicas; gobiernos; etc., estamos lidiando con un problema de una magnitud gigantesca. Cuando hacemos mapeos de riesgo, hablamos en términos de dos dimensiones: probabilidad de ocurrencia e impacto de los eventos. En general, omitimos monitorear aquellos riesgos cuya posibilidad de manifestarse es verdaderamente baja, pero que cuando suceden, generan consecuencias catastróficas. No hace falta remontarnos a muchos años atrás para recordar los tsunamis que afectaron el sudeste asiático y las costas de Japón, la crisis financiera del 2008, las inundaciones, terremotos y otras catástrofes naturales en distintas partes del mundo, las enfermedades similares al COVID-19 que afortunadamente no llegaron a convertirse en pandemias, etc.

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El aspecto positivo de todo esto, es el gran aprendizaje en todos los planos mencionados y muchos más, que nos dejará esta experiencia. Tenemos que empezar a mirar las cosas con un tamiz diferente. Probablemente estaremos mucho mejor preparados para la próxima crisis porque los paradigmas con que nos estuvimos manejando hasta ahora, cambiaron para siempre. ¿Seremos realmente capaces de incorporar esta experiencia y encarar los problemas futuros de manera diferente?¿Cómo pensar en aquellos eventos que hoy son irrelevantes, o casi de ciencia ficción en términos de que puedan suceder, pero que podrían tener un impacto realmente importante?. Si nos anticipamos a su posible ocurrencia, tal vez podamos evitar que vayan a suceder. Pero si no tenemos forma de evitarlos, seguramente encontraremos alternativas de cómo actuar cuando se manifiesten, que sin dudas, nos ayudarán a sobrellevarlos muchísimo mejor.

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En definitiva, cuando todo esto pase, sería bueno poder mirar atrás y sentir que hemos hecho algunos cambios y hemos aprendido: a vincularnos mejor con nuestras familias, amigos, colegas, comunidad, etc.; a ser profesionales más eficientes; a capitalizar el uso de toda la tecnología y sus redes con las múltiples posibilidades que ofrecen; a disfrutar más de cada minuto que destinamos a nuestras actividades de esparcimiento; a tomar mayor conciencia de lo que hoy día está dañando al mundo y sobre lo que podríamos hacer al respecto; a ser más respetuosos con el prójimo aunque tengamos ideas y pensamientos encontrados; a admirar a aquellos profesionales que velan día tras día para que la salud de todos sea de mejor calidad; a anticiparnos a lo que podría suceder y planificar mejor como enfrentar tales situaciones; en definitiva, a valorar el más preciado y no renovable activo que tenemos que es, NUESTRO TIEMPO.

 

* Lic. en Administración de Empresas, UBA. Upside Risks. Profesor del IAE Business School Centro de Risk Management. @diegodys