OPINIóN
Pandemia por coronavirus

Sombras de un Nuevo Orden Mundial

La inoperancia de los Estados nacionales abre un paraguas para los múltiples interrogantes en torno a nuevos diseños institucionales.

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Aislamiento | Pixabay

Desde 1492 flotaba en las almas el hambre por descubrir nuevos mundos. Muchos llenos de oportunidades que, en parte, simbolizaban el acceso a nuevos comienzos y, con ello, prosperidad económica.

La voracidad por conquistar, dominar, imponer, regir ha estado desde antaño en la esencia del hombre.

La línea de los tiempos sigue su curso histórico en la pujante carrera por la invasión. Siglos atrás el descubrimiento de América, el Nuevo Mundo conlleva en sí mismo el concepto de fronteras físicas listas para ser atravesadas. Hoy, los dispositivos no son materiales, son inmateriales.

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El coronavirus, arma de guerra biológica ofensiva ha dejado en claro la vulnerabilidad de las fronteras nacionales y lo que desnuda este gran escenario en la puja de poderes a nivel planetario.

La inoperancia de los Estados nacionales abre un paraguas para los múltiples interrogantes en torno a nuevos diseños institucionales que sean capaces de dar respuestas a las problemáticas de fronteras porosas.

La Nación en tanto identidad pre-política y pre-constitucional encuentra su génesis en fundamentos como lazos de sangre, cultura, idioma. Así, mientras que el Estado pertenece a la Nación, la Nación va más allá de una mera comunidad política de ciudadanos.

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El preámbulo de la constitución de cada Estado abraza el espíritu de la legitimidad política. Ese relato histórico aporta coherencia normativa al sistema legal. Se trata de valores superiores que precisan de instituciones legales específicas para tornarlos en operativos.

Podemos asemejar la legitimidad política a la carta náutica. Esa representación a escala de aguas navegables, profundidades, accidentes, detalles de costas, puertos, fondos marinos es el instrumento inseparable para la navegación. La legitimidad política en tanto carta náutica nos indica el rumbo, el recorrido, el destino.

¿Qué sucede cuando contamos con la carta náutica pero no tocamos puerto? ¿Qué cuando el demos, pueblo no se siente parte de esa legitimidad política porque las instituciones legales, a través de los Estados Nación no logran dar respuestas concretas a sus demandas? Más allá de respuestas, se trata de problemáticas que escapan a la lógica tradicional de gestión de crisis territorial.

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El corrimiento de fronteras nacionales a partir de fenómemos que quiebran con patrones ortodoxos de soberanía nacional pone en jaque nociones de efectividad y legitimidad del desempeño.

Las urgencias desnudan colosos burocráticos y resortes republicanos más que necesarios en un Estado de Derecho. La pregunta es, ¿cuál es el límite? ¿Existe una justificación para la concentración decisional en un solo poder? Encuadres situacionales de hospitales de campaña como estamos viviendo hoy, ¿podrán abrir interrogantes en torno a grandes reformas institucionales que materialicen la toma de decisiones de forma más participativa, operativa y ágil?

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Cuando la incertidumbre ya no gira sólo en lo económico sino en el dilema de la vida y la muerte, aparece la noción de Estado impotente. Esa impotencia del gobernante automáticamente se traslada en impotencia del gobernado.

El maremágnum de incertidumbres propicia algo aún más peligroso. Se abre en la mesa mental de las posibilidades el apoyo a un Nuevo Orden Mundial (NOM). La gobernanza de los Estados Nación en tela de juicio. Inseguridad alimentaria, desigualdad, contaminación global, conflictos que detonan en desplazamientos forzados, refugiados entre otros, hacen tambalear la sustentabilidad de la eficacia decisoria de la soberanía estatal.

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¿Por qué no un gobierno mundial único?

Como espectadores desde Argentina y tantos otros países, asistimos a la resurrección de un mundo bipolar. Los Estados Unidos y China disputándose la hegemonía económica, militar, política y ahora el liderazgo sanitario con la frutilla del postre: el COVID-19​.

Esta pandemia irrumpió intempestivamente en la agenda global provocando un reordenamiento político donde asoma a todo vapor por un lado, el gigante asiático con reticencia en brindar información, dilación en la alerta crítica, tergiversación de datos, con catastróficas consecuencias que se llevaron vidas y horadaron el sistema económico global y, por el otro, los Estados Unidos con maniobras estratégicas militares incluida la OTAN desplegando su arsenal en Europa.

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La semilla del temor que da lugar al engendro del NOM habilita la parálisis para los gobiernos nacionales y, al mismo tiempo, la comodidad de delegar en un futuro, la toma de decisiones soberanas.

¿Seremos capaces de despertar a tiempo? ¿Seremos funcionales a esta invención geopolítica? ¿Sabremos detectar el precio de perder nuestra identidad? ¿Qué papel desempeñarán los Estados Nación?