Poner a la Argentina de pie
El discurso del presidente Fernández puso en contrapunto dos campos de metáforas: las que aluden al diagnóstico y las que se refieren a su proyecto presidencial, que acaba de comenzar.
Muy lejos del sainete del traspaso de mando en 2015 y tras la jura de rigor, nuestro flamante presidente, el abogado Alberto Ángel Fernández, habló a la Argentina y al mundo. Desde el recinto de la Cámara de Diputados.
En un discurso moderado pero firme, con tono sobrio y a la vez sereno, leyó las páginas que operan como palabra fundacional de su acción pública para los próximos cuatro años. De su gobierno.
Muchos son –y han sido ya– los aspectos considerados en el análisis de este discurso. Pero quisiera, aquí, concentrarme (muy brevemente) en la perspectiva de las metáforas que atravesaron toda su exposición.
El discurso del presidente Fernández puso en contrapunto dos campos de metáforas: las que aluden al diagnóstico y las que se refieren a su proyecto presidencial, que acaba de comenzar.
La metáfora del encierro, en el diagnóstico, quedó plasmada con las alusiones a los muros. “Tenemos que superar el muro del rencor y del odio entre argentinos, el muro del hambre, el muro del despilfarro de nuestras energías productivas”, en definitiva, “los muros emocionales”, dijo. Y es que ese encierro, visto así, clausura a cada uno en la mismidad de su circunstancia y lo separa de quien no es percibido como mismo, como igual.
La metáfora del edificio, en el proyecto, se concretó en las referencias a “un Estado presente, constructor de justicia social”, que sea capaz de diseñar, con la ciudadanía, “los grandes pilares institucionales y productivos de mediano y largo plazo”. Y es que ese edificio que propone levantar no es sino un país donde cada quien viva mejor.
Hubo, claro, otras metáforas. De entre ellas, la más recurrente –en tono con la campaña– fue la de poner a la Argentina de pie. Pero ¿qué significa poner a la Argentina de pie?
Fernández inaugura este trayecto de cuatro años con un discurso justo y concertador que confirma, una vez más, la democracia en la Argentina.
Para quienes habitan el “país periférico”, en algún sentido, poner a la Argentina de pie es dejar de estar de rodillas, sometidos al arbitrio de los poderosos. Para quienes habitan el “país central”, en otro sentido, poner a la Argentina de pie es aprestarse a andar, disponerse a dejar el estancamiento.
De pie para construir, de pie para salir del encierro, Fernández inaugura este trayecto de cuatro años con un discurso justo y concertador que confirma, una vez más, la democracia en la Argentina. Que su palabra y su acción suturen (como él mismo dijo) las heridas de nuestra sociedad. Así sea.
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