Reforma laboral: igualdad ante la ley
“Quienes se aferran religiosamente al mantenimiento de derechos, incumplibles y empobrecedores, viven apostando a la pobreza”. “Sin empresas no hay empleo, y sin empleo no hay justicia social”, agrega.
La Argentina está discutiendo una reforma laboral que va a marcar las reglas de trabajo por las próximas décadas. No debería ser un debate ideológico ni sectorial: sino una discusión institucional que impacte en el empleo, la inversión y el futuro de quienes hasta hoy todavía no trabajan, porque no han llegado a la mayoría de edad. Pero las decisiones de hoy, más que a nadie afectarán a ellos.
Desde el lugar de quienes emprenden y generan empleo, el punto de partida es simple: igualdad ante la ley.
El derecho laboral debe proteger al trabajador dice la Constitución Nacional en el espíritu de su artículo 14 y 14 bis. Pero proteger no puede significar presumir culpabilidad. En un sistema jurídico sano, quien reclama debe probar, y quien despide debe hacerlo dentro del marco legal. Marco legal que no puede declararlo culpable sin que se haya iniciado el proceso jurídico. No hay justicia posible sin equilibrio.
Hoy el sistema laboral argentino —con decenas de leyes superpuestas y una alta litigiosidad— genera incertidumbre. Y cuando contratar implica un riesgo imprevisible, el resultado no es más derechos: es menos empleo formal. Quienes creen que la reforma laboral puede ser un triunfo político nos están condenado a una derrota social y empresarial.
Un país con muchos pobres no desarrolla mercados que posibiliten la movilidad social y multiplican el cementerio de empresas. Solo desarrolla más pobres y más corrupción.
El trabajo cambió. Es más tecnológico, más flexible y más profesional que cuando se diseñó la normativa vigente. Seguir regulándolo con categorías del pasado no es protege al trabajador: es expulsarlo del sistema. Quienes se aferran religiosamente al mantenimiento de derechos, incumplibles y empobrecedores, viven de manera subterfugia apostando a la pobreza para lograr su propio camino hacia a la riqueza. Es así de miserable.
“Te quiero pobre para que mi defensa de tus supuestos derechos… me haga rico”.
Tampoco sirve una ley fragmentada por tamaños o sectores. La Argentina no necesita una ley para grandes empresas, otra para pymes y otra para emprendedores. Necesita una ley laboral común, clara y pareja, que alcance a todos sin privilegios permanentes para ninguno.
Un sistema justo también exige responsabilidad. El acceso a la justicia debe estar garantizado, pero todos los procesos deben tener prueba, reglas y costos. Cuando demandar no tiene consecuencias, se distorsiona el sistema y se castiga a quien produce y da trabajo.
Los emprendedores no pedimos impunidad ni desregulación. Pedimos previsibilidad, reglas claras y un sistema que no presuma culpables. Sin empresas no hay empleo, y sin empleo no hay justicia social.
La reforma laboral que la Argentina necesita no es de un sector ni de un gobierno. Es una reforma para todos. Y debe construirse con igualdad ante la ley y mirada de futuro.
* emprendedor, abogado, presidente de la Unión de Emprendedores de la RA, Cofundador del Comité de Pymes, Emprendedores y productores (PEP), autor de “Fuerza emprendedora: el sueño de la vida propia”
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