Vacaciones de invierno

Córdoba, un paraíso turístico que combina la belleza natural de las sierras con la ciudad

La provincia ofrece diversas alternativas para descansar, tanto para los amantes de los espacios rurales como para aquellos que prefieren opciones urbanas.

LA VIÑA. El dique más alto de Córdoba, con 102 metros, y un embalse de 1.050 hectáreas. Foto: CEDOC PERFIL

Con las vacaciones de invierno a la vuelta de la esquina, algunos turistas optan por los destinos nacionales para descansar durante el receso invernal. Dentro de las diversas opciones que ofrece el país, se encuentra el de la provincia de Córdoba, que presenta alternativas tanto para aquellos que prefieren un hospedaje natural como una estadía urbana.

Una de las propuestas es la Posada Rural La Matilde, ubicada al pie del Cerro Champaquí, en la región de Traslasierra, a pocos minutos de la ciudad de San Javier. Con diez habitaciones, algunas con vista a la montaña y otras al valle, este hospedaje combina la sustentabilidad con una atención personalizada para que los huéspedes puedan estar en contacto con la naturaleza y tener conciencia de un turismo sostenible.

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Creado en 2015 a partir del sueño de tres amigos y con 60 hectáreas compuestas por paisajes naturales y bosques autóctonos, el hospedaje propone diversas actividades que, según sus dueños, “no son elegidas al azar, sino que tienen que ver con lo que somos”. En ese sentido, La Matilde propone la valorización y conservación del patrimonio natural y cultural a partir de momentos de recreación que incluyen el reconocimiento de flora y fauna autóctona con talleres de elaboración de néctar de flores; de cocina; de jalea de pétalos (donde se aprenden sobre las distintas propiedades de las plantas); de siembra; de cosmética natural, y de pintura.

La estancia combina la tranquilidad de las sierras cordobesas con las sensaciones del campo. Al respecto, todos los alimentos utilizados por DeAdobe, el restaurante de Agro-Cocina de la posada, provienen de la huerta orgánica y biodinámica de la estancia. En caso de adquirir productos externos, recurren a los productores locales para “seguir la línea de lo regional y local” y “saborear el orgullo de lo autóctono”.

Otro de los atractivos de La Matilde es el viñedo, que se extiende a lo largo de seis hectáreas, la bodega y la cava de vinos. Para realizar las distintas variedades de vino (malbec, tannat y cabernet sauvignon) respetan el calendario biodinámico y llevan a cabo el proceso de elaboración de manera manual, sin recurrir a agroquímicos que resultan tóxicos para la tierra.

Asimismo, los huéspedes pueden participar de los talleres de cata y degustación de vino donde se explican, entre otras cosas, los procesos de creación de la bebida y los distintos tipos de uvas. “En eso de hacer lo que nos gusta y lo que se puede, nos fuimos concentrando principalmente en los viñedos, los olivos y las aromáticas”, explica Pablo Asef, uno de los socios fundadores.

DeAdobe, restaurante de Posada La Matilde.

El predio cuenta además con un rincón de flores, un mariposario a cielo abierto que se encuentra en desarrollo, cabaña de caballos criollos, piscina al aire libre con solárium, cancha de bochas y espacio de oración. Dentro de las actividades, propone también práctica de arquería, meditación y masajes terapéuticos, cabalgatas por el bosque nativo y clases de equitación.

Desde sus comienzos, La Matilde fue ideada como un espacio que se abastece por sí mismo, con el eje en una administración eficiente y racional de los recursos naturales. Al respecto, el predio busca generar un espacio donde las actividades y los servicios se rijan por el respeto a la naturaleza y la biodiversidad. En esa apuesta al eco-agroturismo, incluso las amenities del hotel son ecológicos: el jabón, shampoo, acondicionador y detergentes son realizados por el taller de cosmética natural Vayacalma, un proyecto llevado a cabo en el mismo territorio de la estancia.

Azur Real Hotel Boutique, un oasis escondido en medio de la ciudad

Para aquellos que prefieren una alternativa más céntrica, pueden hospedarse en Azur Real Hotel Boutique. Ubicado en el Centro Histórico de Córdoba, se encuentra a 13 kilómetros del aeropuerto, una opción cómoda para quienes aprovechen los vuelos lowcost que ofrecen aerolíneas como Flybondi y que, en el caso de esta empresa, salen todas las semanas desde Buenos Aires, Bariloche, Salta, Neuquén y Mendoza.

El hotel funciona en una casa construida en 1915, la cual fue declarada Patrimonio Histórico de Córdoba. El alojamiento se basa en tres ejes: la casa, el spa y el restaurante. Respecto al primer punto, el edificio busca ser un destino en sí mismo, para lo cual cuenta con elementos de la época antigua, como un vitreaux grabado a fuego en el lobby (solo quedan dos en Córdoba) y las placas de las aulas del Colegio Dean Funes, el cual funcionó allí en el pasado y se rumorea que asistió Ernesto “Che” Guevara.

Su ubicación estratégica permite recorrer a pie los principales atractivos turísticos del destino, los cuales incluyen monasterios antiguos, iglesias, museos, parques, plazas, catedrales, el Cabildo y diversas opciones gastronómicas. Asimismo, es posible hacer una escapada a los valles, los cuales se encuentran a una hora en auto.

Bruma, restaurante de Azur Real Hotel Boutique.

La opción gastronómica de Azur es Bruma, que ofrece el servicio de cocina de estación. Tanto en el restaurante como en el hotel apuestan a los productos regionales “para vivir la cultura de Córdoba y todo lo que tiene la provincia para ofrecer”. En ese sentido, utilizan productos frescos, orgánicos y de temporada que buscan “respetar el producto, el productor y sus procesos”.

El hotel cuenta con Itacú, una casa de té con influencia asiática.

Asimismo, el hotel cuenta con Itacú, una casa de té con influencia asiática que pretende “revitalizar todo el territorio nacional”. Su premisa es la “fusión entre el estilo asiático, generando maridajes con productos locales y artesanales”, explica Elina Butto, quien lleva a cabo el espacio. La experiencia sensorial y cultural se completa con la ingesta de snacks asiáticos y cordobeses.

El principal atractivo del hotel son los Baños de Azur, un oasis escondido en medio de la ciudad descrito por el alojamiento como “un templo dedicado a la relajación con el uso del agua como medio y protagonista”. Se trata de un espacio único en Latinoamérica, creado con el objetivo de volver a las raíces y recuperar el concepto original del spa (según sus siglas en latín: salutem per aquam, es decir, salud a través del agua). Consiste en un circuito de dos horas dividido en doce estaciones, cada una con diferentes estados y temperaturas del agua para otorgarle al cuerpo diferentes beneficios terapéuticos comprobados.

Ubicado en el subsuelo del hotel y utilizando técnicas que mezclan la arquitectura jesuítica, romana y turca, este proyecto se rige bajo el concepto del uso del agua y los beneficios para la salud que las antiguas civilizaciones le otorgaban. Esta propuesta se puede disfrutar de forma independiente o en complemento con otros servicios del hotel y del spa, como masajes, tratamientos y rituales.