Durante la crisis financiera de 2008-09, cerca de 15% del dinero de estímulo inyectado en la economía mundial fue dirigido a iniciativas verdes. A principios de este mes, Alemania comprometió 130.000 millones de euros (US$145.000 millones) a la recuperación pandémica, de los cuales aproximadamente 30% sería para gastar en actividades que reducirán las emisiones. ¿Qué ha cambiado?
Una respuesta sencilla es que estamos aprendiendo de errores pasados. Después de la crisis financiera, los Gobiernos proporcionaron estímulo fiscal con el objetivo principal de salir del colapso. Funcionó, pero particularmente Europa más adelante se sumió en un estancamiento.
“Esta vez hay una gran oportunidad y un gran facilitador”, dice Brian O’Callaghan, investigador de Oxford University que se especializa en energía renovable y finanzas. La oportunidad es construir una ventaja competitiva en nuevas industrias; el habilitador es la deuda barata. Eso ha permitido que Alemania, fiscamente conservadora, no solo reduzca los impuestos y otorgue préstamos a las empresas en dificultades, sino también aumente los subsidios para automóviles eléctricos y financie un programa líder mundial para el hidrógeno limpio.
“Hemos ampliado nuestra perspectiva sobre el rol que desempeña el estímulo”, dice O’Callaghan. “La decisión sobre qué políticas apoyar no debe basarse únicamente en un análisis económico profundo, sino que también debe tener en cuenta las trayectorias y necesidades futuras”.
Gastar 5.600 millones de euros en autos eléctricos tiene sentido.
La famosa Mittelstand de Alemania, una constelación de pequeñas y medianas empresas, depende en gran medida de la demanda generada por los gigantes automotrices del país. El gasto gubernamental ayudará a acelerar la transición del sector hacia una mejor forma de transporte y más limpia, generando oportunidades en toda la cadena de suministro. Volkswagen y Daimler ya han comprometido miles de millones de euros para la tarea.
La apuesta por el hidrógeno —invertir hasta 9.000 millones de euros— es menos obvia.
La quema de hidrógeno produce solo agua, y no tiene un impacto de gases de efecto invernadero si se produce a partir de energía renovable o con captura de carbono.
El combustible podría, por ejemplo, ayudar a descarbonizar la fabricación de acero, que no tiene una alternativa tecnológicamente viable para reducir las emisiones.
Pero “a corto plazo, el hidrógeno no empleará a tantos trabajadores como las industrias maduras que están listas para escalar rápidamente”, dice Ryan Hanna, investigador de la University of California en San Diego, y señala que el gasto de estímulo generalmente busca maximizar la creación de empleo rápidamente. “Sin embargo, puede que lo logre a largo plazo”.
El compromiso de Alemania de gastar miles de millones, junto con otros socios en la Unión Europea, promete “convertir a Europa en el líder de la producción de hidrógeno bajo en carbono en la próxima década”, según BloombergNEF. De manera crucial, tanto Alemania como la UE buscan formalizar políticas que brinden un ingreso estable para la producción de hidrógeno, independientemente de los cambios en los precios del carbono. Estas políticas permitirían al continente atraer dinero del sector privado tanto a nivel nacional como internacional, multiplicando su propia inversión muchas veces.
El país no hace todo bien. Alemania ha retirado el apoyo a la energía nuclear sin carbono y ha pagado el precio al tener que quemar carbón. Incluso si la construcción de nuevas plantas nucleares se está convirtiendo en una propuesta económicamente inviable, “mantener abierta la flota existente de reactores nucleares protegería a decenas de miles de empleos altamente calificados y altamente remunerados”, escribieron recientemente Hanna y sus colegas en Nature.
Dicho esto, la mayoría de expertos están de acuerdo en que Alemania ha acertado en gran medida su estímulo. Tiene capacidad para gastar dinero de estímulo en objetivos ecológicos no solo porque tiene sentido a nivel económico, sino también porque hay una gran mayoría política en todo el espectro de izquierda a derecha a favor de la acción climática. Eso es cierto para la mayoría de los países europeos, que en las próximas semanas anunciarán sus propios planes de estímulo verde.
El mayor desafío ahora es lograr que el resto del mundo esté de su lado.