Durante décadas, Alemania fue líder en el diseño de autos de combustión. Ahora se enfrenta a un año decisivo en la búsqueda de mantener la ventaja en la era de los autos eléctricos.
La economía más grande de Europa está bajo una presión creciente para remodelar docenas de plantas de la era de los combustibles fósiles que emplean a decenas de miles de trabajadores en una carrera por el liderazgo en tecnologías limpias con Estados Unidos y China.
En los próximos meses, Volkswagen, Mercedes-Benz y BMW lanzarán varios modelos nuevos que funcionan con baterías y que serán fundamentales para demostrar que finalmente pueden comenzar a reducir la brecha con Tesla y la china BYD, los dos líderes indiscutible en ventas de vehículos eléctricos. Lo que está en juego es nada menos que el futuro de Alemania como potencia industrial mundial.
La tarea parece más complicada que nunca. La guerra en Ucrania sacudió los precios de la energía en Alemania, que tuvo que dar un giro de 180 grados a su política energética dependiente de Rusia. China, que está saliendo de los estrictos confinamientos, ha desarrollado una ventaja considerable en el procesamiento de las materias primas que sustentan la revolución de vehículos eléctricos. Sus fabricantes de automóviles locales, respaldados por enormes sumas de apoyo estatal, ahora se expanden por Europa.
Mercedes Benz cobrará una suscripción para darle más velocidad al auto
La última amenaza ha surgido en EE.UU., donde el presidente Joe Biden está atrayendo a los proveedores de vehículos eléctricos con US$370.000 millones en subsidios de tecnología limpia en su Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés).
Los créditos fiscales que incentivan el ensamblaje de celdas y paquetes de baterías son tan generosos que EE.UU. tiene el potencial de convertirse en el lugar más rentable del mundo para la producción, dijeron analistas de UBS el año pasado.
Los llamamientos a Alemania y la Unión Europea para que respondan del mismo modo son cada día más fuertes. La amenaza que representa el IRA ha sido un tema recurrente en las conversaciones en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos esta semana, con varios líderes europeos exigiendo subsidios más agresivos en casa. Estos líderes están descontentos con el planteamiento de EE.UU. que según dicen, favorece a las empresas estadounidenses y pone en desventaja a sus rivales de la UE.
Sin embargo, el canciller alemán, Olaf Scholz, no se ha quejado mucho, a pesar de tener tanto que perder como cualquiera. La industria automotriz emplea a unas 786.000 personas en Alemania y es la más grande del país en términos de inversiones, ventas y exportaciones. Cualquier contratiempo para los fabricantes de automóviles de la nación y sus proveedores repercutiría en toda la economía alemana.
En una entrevista esta semana con el editor en jefe de Bloomberg News, John Micklethwait, Scholz adoptó un tono conciliador y dijo que su Gobierno aprecia y apoya ampliamente lo que Biden está tratando de lograr, y dijo estar “trabajando muy duro para evitar” una guerra comercial. Eso es comprensible, dada la dependencia de Alemania de las exportaciones. Pero las consecuencias de los errores persisten; solo pregúntele al Reino Unido, que se tambalea tras el colapso de Britishvolt, una empresa con la que el Gobierno contaba convertirse en un gran actor nacional en el mundo de las baterías.
Berlín prometió la semana pasada invertir 1.000 millones de euros adicionales (US$1.000 millones) para proyectos de baterías como parte de un paquete de ayuda europeo más grande, pero eso queda eclipsado ante la oferta de EE.UU. Desde que se aprobó la IRA en agosto, BloombergNEF ha rastreado casi US$28.000 millones en nuevos anuncios de inversión relacionados con la movilidad eléctrica en Norteamérica.
La mejor esperanza de Europa para una startup de baterías de cosecha propia, la sueca Northvolt, está considerando retrasar los planes para una importante fábrica de celdas en Alemania y, en cambio, expandirse primero en Norteamérica.
Alemania no se lo perderá del todo. CATL, el mayor fabricante mundial de baterías para vehículos eléctricos, ha comenzado la producción en su primera planta celular europea en la ciudad de Erfurt, en el este de Alemania. Volkswagen está construyendo un fábrica de baterías en Salzgitter que podrá producir 40 gigavatios-hora de celdas por año, suficiente para aproximadamente 500,000 vehículos eléctricos.
Pero los fabricantes de automóviles del país todavía tienen mucho camino por recorrer para convencer a los conductores de que acepten su cambio hacia los electrificados.
Oportunidades para las automotrices alemanas
La semana pasada, Tesla anuncio que hará profundos recortes de precios en EE.UU. y Europa, inmediatamente después de dos rondas de reducciones en China. Esas son señales de que el presidente ejecutivo, Elon Musk, está dispuesto a actuar agresivamente para que la empresa siga creciendo.
El comportamiento errático de Musk en los últimos meses puede crear una oportunidad para fabricantes masivos como Volkswagen, pero el gigante alemán necesita solucionar los problemas de software que recientemente han desanimado a los compradores.
Tanto BMW como Mercedes se han hecho un lío recientemente con sus intentos de sacar más provecho a los propietarios para obtener más dinero desbloqueando funciones habilitadas por software. Además, los tres fabricantes deben resolver los problemas de cadena de suministro que han contribuido a la disminución de las ventas.
Alemania y Europa “corren el riesgo de quedarse atrás” en la carrera mundial por una movilidad limpia, dijo la semana pasada Hildegard Müller, quien dirige el grupo de presión automotriz VDA de Alemania, luego de que los fabricantes de automóviles del país se reunieran con Scholz en la cancillería. “Berlín y Bruselas deben garantizar la competitividad de Europa lo antes posible”.
LM