Dicen que la noche es más oscura justo antes del amanecer. Y definitivamente ahora está oscuro. Las variantes más contagiosas del SARS-CoV-2 provenientes del Reino Unido y Sudáfrica empeorarán la pandemia antes de que la vacunación masiva pueda mejorarla.
Pero eche otro vistazo a algunas de estas nuevas vacunas. Y luego contemple el amanecer que está por venir, no solo los primeros rayos en los próximos meses, sino también la luz brillante de los años y décadas futuros. Parece cada vez más viable que las mismas armas que usaremos para derrotar al covid-19 también puedan vencer incluso a verdugos aún más nefastos, como el cáncer, que mata a casi 10 millones de personas al año.
Las vacunas más prometedoras contra el covid utilizan ácidos ribonucleicos llamados ARN mensajero o ARNm. Una vacuna proviene de la empresa alemana BioNTech SE y su socio estadounidense Pfizer Inc. La otra es de la compañía estadounidense Moderna Inc. (originalmente su nombre se escribía ModeRNA y su símbolo de cotización es MRNA). Hay otra que está por llegar de la también alemana CureVac NV.
Las vacunas comunes tienden a ser virus inactivados o debilitados que, al ser inyectados en el cuerpo, estimulan una respuesta inmune que luego puede proteger contra el patógeno vivo. Pero el proceso de elaboración de esas vacunas requiere varios productos químicos y cultivos celulares. Eso lleva tiempo y presenta oportunidades de contaminación.
La vacuna de Pfizer/Biontech divide la opinión en Suiza
Las vacunas de ARNm no tienen esos problemas. Instruyen al propio cuerpo para que produzca las proteínas ofensivas, en este caso, las que envuelven el ARN viral del SARS-CoV-2. Luego, el sistema inmunológico se concentra en estos antígenos, practicando para el día en que las mismas proteínas aparezcan con el coronavirus adherido.
Ahí radica la mayor promesa del ARNm: le puede decir a nuestras células que produzcan cualquier proteína que queramos. Eso incluye los antígenos de muchas otras enfermedades además del covid-19.
En su función diaria, el ARNm recibe instrucciones de su primo molecular, el ADN en nuestros núcleos celulares. Se copian tramos del genoma, que el ARNm transporta al citoplasma, donde pequeñas fábricas celulares llamadas ribosomas utilizan la información para producir proteínas.
BioNTech y Moderna acortan este proceso, saltándose todo el complicado asunto del núcleo con el ADN. En cambio, primero averiguan qué proteína quieren, por ejemplo, un pico en la cubierta alrededor de un virus. Luego, observan la secuencia de aminoácidos que produce esta proteína. De ahí obtiene las instrucciones precisas que debe dar el ARNm.
Este proceso puede ser relativamente rápido, razón por la cual el desarrollo de la vacuna tardó menos de un año, un plazo que antes habría sido inimaginable. También es genéticamente seguro: el ARNm no puede volver al núcleo e insertar accidentalmente genes en nuestro ADN.
Desde la década de 1970, los investigadores han tenido el presentimiento de que esta técnica se puede utilizar para combatir todo tipo de enfermedades. Pero, como es habitual en la ciencia, se necesitan enormes cantidades de dinero, tiempo y paciencia para solucionar todos los problemas intermedios. Después de una década de entusiasmo, el ARNm pasó de moda en términos académicos en los 90. El progreso pareció detenerse. El principal obstáculo fue que la inyección de ARNm en animales a menudo causaba una inflamación fatal.
Aquí aparece Katalin Kariko, una científica húngara que emigró a Estados Unidos en la década de 1980 y ha dedicado heroicamente toda su carrera al ARNm, con otras sus vicisitudes. En la década de 1990, perdió el financiamiento, fue degradada, le disminuyeron el salario y sufrió otros reveses. Pero ella se mantuvo firme. Y luego, después de luchar ella misma contra el cáncer, hizo un gran avance.
En la década de 2000, ella y su socio de investigación se dieron cuenta de que cambiar la uridina, una de las “letras” del ARNm, evitaba causar inflamación sin comprometer el código. Los ratones se mantenían vivos.
Su estudio fue leído por un científico de la Universidad de Stanford, Derrick Rossi, quien más tarde fue cofundador de Moderna. También llamó la atención de Ugur Sahin y Ozlem Tureci, un matrimonio de oncólogos y cofundadores de BioNTech. Licenciaron la tecnología de Kariko y la contrataron. Desde el principio, su mayor interés fue curar el cáncer.
Las actuales armas contra el cáncer parecerán un día una idea tan primitiva como las hachas de piedra en una sala de operaciones. Para matar un tumor maligno, generalmente se aplica radiación o productos químicos, dañando muchos otros tejidos en el proceso.
Sahin y Tureci se dieron cuenta de que la mejor manera de combatir el cáncer es tratar cada tumor como genéticamente único y entrenar al sistema inmunológico de cada paciente contra ese enemigo específico. Un trabajo perfecto para el ARNm. Se encuentra el antígeno, se obtiene su huella digital, se revierten las instrucciones celulares para apuntar al culpable y se deja que el cuerpo haga el resto.
Eche un vistazo a los proyectos en proceso de Moderna y BioNTech. Incluyen ensayos de medicamentos para el tratamiento de cánceres de mama, próstata, piel, páncreas, cerebro, pulmón y otros tejidos, así como vacunas contra todo, desde la influenza hasta el zika y la rabia. Las perspectivas parecen buenas.
Es cierto que el avance ha sido lento. Parte de la explicación que dan Sahin y Tureci es que los inversionistas en este sector deben aportar muchísimo capital y luego esperar más de una década, primero para los ensayos, luego para las aprobaciones regulatorias. En el pasado, muy pocos tenían las ganas de hacerlo.
Crucemos los dedos para que el covid-19 pueda acelerar todos estos procesos. La pandemia ha generado un gran debut de vacunas de ARNm y su prueba de concepto definitiva. Ya hay rumores sobre un premio Nobel para Kariko. De ahora en adelante, el ARNm no tendrá problemas para conseguir dinero, atención o entusiasmo por parte de inversionista, reguladores y legisladores.
Eso no significa que el último tramo sea fácil. Pero en esta hora oscura, está permitido disfrutar de la luz que comienza a verse en el amanece.