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Bolsonaro regresó a Brasilia tras el alta médica

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, fue dado de alta el miércoles después de una larga estadía en el hospital.

Bolsonaro
Bolsonaro | Photographer: Andre Coelho/Bloomberg

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, fue dado de alta el miércoles después de una larga estadía en el hospital. De inmediato abordó un vuelo hacia Brasilia para que no sintieran tanto su ausencia. Otro tema diferente es que sus compatriotas o gabinete la hayan sentido.

Claro que los brasileños estaban preocupados por el estado de salud de su presidente. Los cirujanos tuvieron que reconstruir su intestino después de que lo apuñalaran durante la campaña electoral, causando casi su muerte. La ausencia de Bolsonaro tuvo picos de gran movimiento con pleitos entre un gobierno obstinado y la vehemente familia presidencia, quienes discutieron por redes social y demás.

Sin embargo, da la casualidad que la ausencia de Bolsonaro puede haber sido justo lo que prescribió el médico. Aunque el tempestuoso estilo de liderazgo de Donald Trump logró vencer a los ancianos que ha nombrado en su gobierno, su discípulo tropical a duras penas logra seguir el ritmo de su gabinete.

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Crisis agita a gabinete de Bolsonaro antes de proyecto pensional

Nadie tenía ni idea cómo un populista de derechas con tendencias verbales ofensivas, cero experiencia ejecutiva y el plan más sospechoso, lideraría a la nación más grande de Latinoamérica. La apuesta más común era que mentes más aterrizadas como Paulo Guedes, ministro de Economía, Sergio Moro, antiguo juez, y hasta algunos generales retirados, prevalecerían para mantener la seguridad y solvencia de la democracia brasileña.

Claro que Bolsonaro no desertó durante su incapacidad en el hospital. Burló el protocolo durante los 17 días de su incapacidad, al negarse a transferir los deberes ejecutivos al vicepresidente, Hamilton Mourao, el general retirado. Postrado en una cama y atado a sondas, se reunió con sus ministros, firmó documentos oficiales e ingresó a Facebook y Twitter con entusiasmo -a pesar de las protestas de sus médicos y de los fuertes reproches de los medios. "Gobernar no es tuitear", señaló el diario conservador O Estado de Sao Paulo en una columna de opinión el martes.

Entretanto, los asuntos del gobierno se estaban manejando por otro lado. El ministro de Justicia, Sergio Moro, ha introducido un ambicioso proyecto de ley para combatir la corrupción y el crimen, y ha presentado la iniciativa ante el Congreso. En cualquier momento se espera que Guedes finalice un agresivo plan para reestructurar el costoso sistema pensional que obligaría a los brasileños a trabajar durante más tiempo para obtener sus beneficios de jubilación.

El malhumorado congreso apoyará el plan gracias a Rodrigo Maia, presidente de la cámara baja y legislador veterano que no está dentro de la órbita de Bolsonaro pero que es afín con las directas intenciones comerciales de Guedes -mucho más afín que lo que Bolsonaro quisiera.

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En particular, Mourao permitió que las fuerzas armadas también formaran parte de la reforma pensional, una concesión clave del distrito más preciado de Bolsonaro, que tradicionalmente ha rechazado los planes para frenar sus beneficios y privilegios.

Quizás lo más sorprendente es el papel que los antiguos militares están desempeñando en la configuración del reinicio general del gobierno. Durante la campaña, mientras Bolsonaro llenaba con ostentación su gabinete con ex generales de cuatro estrellas, los críticos advirtieron sobre la inminente erosión de las libertades democráticas y el regreso a los días del gobierno autoritario.

De hecho, los generales de Bolsonaro se están convirtiendo en una especie de cable de tierra institucional, neutralizando a los disidentes en el ministerio y apagando a los lanzallamas ideológicos. Mourao surge como el improbable moderado en un séquito gobernante de jacobinos. Contradiciendo la rígida base de votantes evangélicos protestantes, defendió la libertad de elección de las mujeres para poner fin a un embarazo no deseado. Denunció la homofobia que impulsó abiertamente al legislador federal homosexual Jean Wyllys a abandonar su lugar en el Congreso y a abandonar Brasil. Bolsonaro había aclamado la partida de Wyllys diciendo que era "un gran día", mientras que su segundo hijo Carlos lo despidió con el tuit "Vaya con Dios, sea feliz".

Mourao evadió la promesa de campaña de Bolsonaro, inspirada en Trump, que consistía en trasladar la embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén (una medida que habría contrariado a los clientes y aliados de Brasil en el mundo árabe), y restó importancia a los ataques místicos contra el "globalismo" del canciller Ernesto Araujo. Recientemente dijo que Chico Mendes, recolector de caucho de Amazonia y campeón de la selva tropical asesinado por un ranchero en 1988, formaba "parte de la historia brasileña". El comentario fue una bofetada contra el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, quien recientemente había dicho que Mendes era irrelevante.

"Los ministros militares son lo más cercano que Brasil tiene a adultos reales", me dijo Monica de Bolle, economista que dirige estudios latinoamericanos en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados Johns Hopkins. “Si no fuera por los generales, nuestras posibilidades de ver la reforma pensional disminuirían mucho, y nos perderíamos en la mezcla ultraconservadora de Bolsonaro y sus hijos. Los generales no quieren eso, ni tampoco la mayoría de los brasileños".

La contraofensiva de Mourao ha alimentado la discusión de una corrección más profunda de los excesos del bolsonarismo o, más oscuramente, una obra de una facción política disidente. “Mourao entiende que hacer campaña es una cosa, y gobernar otra. Está comenzando a practicar para el papel de estadista", dijo en una entrevista el analista político Octavio Amorim, de la Fundación Getulio Vargas en Río de Janeiro.

Tal evolución podría ayudar a silenciar la cacofonía de los ideólogos en Brasilia y a aprobar reformas saludables para reactivar la economía con bajo rendimiento. Sin embargo, también contradice la tradición política brasileña y, en última instancia, puede chocar con la propia constitución. No importa el riesgo que la misión militar crezca, una táctica que sería perjudicial para la marca de las fuerzas armadas y para la democracia.

"Brasil tiene un sistema presidencial, lo que significa que el jefe de estado debe construir una coalición de gobierno, reunir una mayoría legislativa y resolver las disputas políticas", dijo Amorim. “Bolsonaro tiene el mandato. El problema es que nadie sabe todavía qué tipo de gobierno será este". No hay que buscar más allá del primer día de mandato de Bolsonaro, cuando su hijo Carlos tildó de mentiroso al secretario general del presidente y exestratega de campaña , amenazando con desordenar aún más a la coalición gobernante. ¿Quién más sino Mourao pidió una vez más una tregua?

Los líderes capaces, por supuesto, pueden aprovechar la incertidumbre para mantener a los aliados en línea y a los rivales fuera de balance. "Es otra cosa que un líder sea la fuente de la incertidumbre", dijo Amorim. Los adultos de Brasil todavía tienen mucho trabajo por hacer.