La disputa entre la Unión Europea y el Reino Unido por los suministros de vacunas contra el covid-19 se está agudizando en momentos en que la UE está lista para bloquear las exportaciones de la dosis de AstraZeneca Plc a Gran Bretaña hasta satisfacer sus propias necesidades. En medio de la lucha por la inmunización, las lecciones que se están aprendiendo son las equivocadas.
Como una forma de impulsar la lenta campaña de vacunación en Europa, es poco probable que una prohibición a las exportaciones cambie la situación. Según datos de Airfinity citados por el periódico The Guardian, la medida aceleraría las inmunizaciones del bloque en aproximadamente una semana. El retraso en la propia campaña del Reino Unido, mientras tanto, podría durar meses, lo que daría una victoria al coronavirus y plantearía la posibilidad de que el Reino Unido tome represalias comerciales. Esto podría afectar a todas las farmacéuticas, no solo a la anglo-sueca AstraZeneca.
Cualquier demora en salir de la pandemia, políticamente autoinfligida o no, tendrá consecuencias terribles. Disputas como la del Reino Unido y la UE ignoran lo obvio: esta es una pandemia global y necesita una respuesta global si el mundo quiere seguir adelante. El empeoramiento de la crisis sanitaria en Brasil es una lección para todos. Los decesos por covid-19 alcanzaron máximos históricos este mes, mientras los hospitales tienen dificultades para hacer frente a la situación y las vacunas son escasas. El país ha solicitado ayuda a Estados Unidos para obtener dosis adicionales mientras los países vecinos ponen barreras ante el temor de importar una variante amazónica más contagiosa y posiblemente más letal.
Afortunadamente, hay señales de que EE.UU., bajo el liderazgo de Joe Biden, está comenzando a pensar más allá de sus propias fronteras en términos de compartir vacunas. Sin embargo, el ejemplo de la UE y el Reino Unido muestra que las potencias occidentales aún no han comprendido plenamente el problema.
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El acceso desigual a las vacunas tiene un costo para todos en esta pandemia. Priorizar las necesidades internas tiene sentido hasta cierto punto, pero las ventajas de un enfoque exclusivamente nacional son vulnerables a las nuevas variantes de otros países. Y existe el efecto económico asociado al epidemiológico: RAND Europe estima un impacto de US$1,2 billones en el producto interno bruto mundial anual si solo los países productores de vacunas tienen acceso a las dosis.
Si bien cierto nacionalismo en materia de vacunas es inevitable, su alcance es desalentador si se considera la ventaja que tienen los países ricos sobre el mundo en desarrollo. EE.UU., el Reino Unido y la UE han asegurado suficientes pedidos para cubrir a sus poblaciones varias veces. Mientras las naciones ricas vacunaron en promedio a una persona por segundo en enero y febrero, los países más pobres no han administrado ni una sola dosis.
Aun así, en medio de la oscuridad, se vislumbra un enfoque más constructivo por parte de los países que amplían gradualmente las formas de compartir y colaborar a través de las fronteras, en lugar de esperar hasta que sus habitantes estén completamente inoculados. EE.UU., que ha sido víctima de las críticas por su actitud de “EE.UU. primero” en cuanto a la exportación de vacunas, por primera vez enviará 4 millones de dosis a sus vecinos de México y Canadá.
Técnicamente es un préstamo, y sin duda refleja el hecho de que los reguladores estadounidenses aún tienen que aprobar la vacuna AstraZeneca, lo que significa que tienen un exceso de suministros. Sin embargo, son buenas noticias, al igual que el plan de EE.UU. de aumentar la producción de vacunas en asociación con India, Japón y Australia.
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Mientras más producción haya, menos presión tendrán los Gobiernos para repartir las cadenas de suministro de vacunas o intentar replicarlas en sus países en un esfuerzo por garantizar el suministro interno. También es positivo que las compañías farmacéuticas estén trabajando juntas en la fabricación, desde Novartis y Pfizer hasta Sanofi y Johnson & Johnson. Los fabricantes de vacunas esperan producir este año suficientes vacunas para 5.700 millones de personas:
Idealmente, este sería solo el comienzo. Un nuevo estudio de Chad Bown y Thomas Bollyky para el Peterson Institute for International Economics establece un plan integral para un acuerdo global de inversión y comercio de vacunas. Esto armonizaría mejor a las agencias reguladoras, coordinaría y subsidiaría la expansión de la capacidad de fabricación y prohibiría a los países participantes restringir las exportaciones. Una mayor transparencia aumentaría la confianza, de manera similar a la forma en que los socios comerciales han gestionado el riesgo de acumular suministros alimenticios.
Si la promesa de acción colectiva no es suficiente para que los países cambien su enfoque, probablemente lo hará el estímulo de la competencia geopolítica. Rusia y China se han beneficiado del acaparamiento estratégico de Occidente al promover sus propias vacunas en todo el mundo, especialmente en los países en desarrollo. Esto explica, en parte, por qué EE.UU. está incursionando en el altruismo de las vacunas.
El lado positivo de estas crisis de suministros es que ponen de relieve la interdependencia de los países. Una postura de “empobrecer al vecino” en cuanto a las vacunas puede complacer a la multitud local, pero a largo plazo es esencial tener a los vecinos de tu lado. La UE, el Reino Unido y AstraZeneca deben resolver sus diferencias de manera amigable, ya sea compartiendo las dosis existentes o fabricando más, y centrarse en el verdadero enemigo: la pandemia.