La crisis de hambre causada por las consecuencias económicas del COVID-19 está a punto de empeorar aún más este año, ya que la pérdida de ingresos y el alza de los precios de los alimentos mantienen las dietas saludables fuera del alcance de cientos de millones de personas más.
El nuevo informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos de la evaluación anual sobre seguridad alimentaria en 76 países de ingresos medianos y bajos que reciben o han recibido ayuda alimentaria de EE.UU. estima que 291 millones más de personas en esos países no tendrán suficiente para comer en 2021.
La perspectiva significaría que los niveles mundiales de hambre aumentarán en aproximadamente un tercio este año.
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Lo que es aún peor: los autores advirtieron que las proyecciones no consideraron el impacto potencial del cambio climático, los conflictos armados o la inestabilidad política o económica.
Eso es especialmente alarmante si se considera el caos que el clima extremo está causando en la producción agrícola mundial. La volatilidad ha contribuido a que los precios mundiales de los alimentos alcancen los niveles más altos en casi una década.
La última indicación del impacto del clima en los suministros de alimentos se produjo esta semana cuando se realizaron inspecciones de cultivos en Dakota del Norte para evaluar el potencial de producción.
La sequía ha causado tanto daño que las plantas están visiblemente atrofiadas, con un crecimiento de un tercio del tamaño normal para esta época del año. Se podían ver grandes sectores de suelo seco entre las hileras. En mejores temporadas, el suelo ni siquiera es visible.
La combinación de presión económica y aumentos en los precios de los alimentos causadas por el clima podría traer graves consecuencias para los países más pobres del mundo que dependen en gran medida de las importaciones para satisfacer sus necesidades nutricionales.