Tras el asesinato de Jamal Khashoggi, ha habido muchos llamados a reexaminar la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita, incluso para imponer sanciones. Como economista, entiendo que hay sutilezas diplomáticas en esta relación que están más allá de mi experiencia, pero aun así: vale la pena revisar las razones económicas y basadas en el intercambio por las que las relaciones entre EE.UU. y Arabia Saudita han sido tan sólidas.
Primero, el comercio entre EE.UU. y Arabia Saudita es actualmente de unos US$24.000 millones al año. Se podría pensar que EE.UU. tiene ahora una independencia energética, pero muchos aliados de EE.UU., sobre todo Japón, dependen de las importaciones de petróleo. Parte de la postura más general de política exterior estadounidense es prometer a esos aliados que se verán libres de grandes interrupciones en el suministro.
Los saudíes normalmente han reciclado sus excedentes de petrodólares, invirtiéndolos en empresas estadounidenses. En cuanto a las otras grandes potencias regionales: Turquía no tiene el petróleo, e Irán, con una población mucho mayor, es más probable que invierta el excedente de ingresos en su país (y además tiene miedo de la confiscación, dada su condición de paria desde hace mucho tiempo). Nos guste o no, los saudíes son el aliado de negocios natural de EE.UU.
Sin embargo, las conexiones entre EE.UU. y Arabia Saudita son mucho más profundas que el registro de importación y exportación. Una característica de la geografía de Arabia Saudita es que sus principales yacimientos de petróleo están separados y podrían ser arrebatados sin tener que controlar las principales ciudades sauditas. Esa es una de las razones por las que los saudíes desconfiaban tanto de Saddam Hussein.
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Ese riesgo significa que los saudíes dependen especialmente de la protección militar estadounidense. A su vez, EE.UU. sabe que tiene mucha influencia sobre los saudíes y, por lo tanto, hacer tratos con ellos implica una ejecución más fácil y menores costos de transacción. No se puede decir lo mismo de los acuerdos con Irán. Así que en la rivalidad entre Arabia Saudita e Irán, EE.UU. termina poniéndose del lado de los saudíes.
Históricamente, Irán ha sido un país muy difícil de capturar o controlar, y la población ha luchado ferozmente para defender la integridad territorial iraní. Irán no necesita la protección de EE.UU. en la misma medida que los saudíes, así que Irán está más dispuesto a ser quisquilloso o abiertamente hostil con EE.UU.
Irán compartía una frontera con la antigua Unión Soviética (aunque no con Rusia) y comparte los derechos del mar Caspio con Rusia, y los dos países han mantenido a menudo relaciones estrechas y cordiales. Irán también es más fácil de alcanzar que Arabia Saudita para China con su Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda, que tiene como objetivo establecer vínculos estrechos con los países ubicados a su oeste. En resumen, Irán va a diversificar sus apuestas geopolíticas, lo que lo aleja de EE.UU., incluso si se resolvieran de alguna manera los problemas relacionados con las armas nucleares y el apoyo al terrorismo.
En lo que respecta a los saudíes, EE.UU. ha alentado enérgicamente al gobierno a que adopte lo que en realidad es una postura bastante favorable a Israel, incluso en materia de seguridad y cooperación militar. No existe ningún acuerdo comparable que se pueda conseguir con Irán o Turquía, que son menos dependientes, por lo que esto también lleva a una relación relativamente estrecha con los saudíes. Ya sea por razones geográficas, de poderío militar o económicas, Israel y Arabia Saudita son los socios naturales de EE.UU. en la región.
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Los saudíes en el pasado (menos ahora) han sido un productor regulador de petróleo, con la capacidad de bajar el precio y dañar las perspectivas financieras de la Rusia del presidente Vladimir Putin. Eso también ha mantenido el interés de EE.UU. en las buenas relaciones.
Por supuesto, los saudíes han abusado de su posición. Dependen de EE.UU., pero también saben que EE.UU., tiene pocos socios regionales potenciales para la cooperación a tan gran escala. Y de ese modo los saudíes han cometido abusos contra los derechos humanos a lo largo de las décadas, sabiendo que puede perjudicar, pero que no dañar irrevocablemente, las relaciones con EE.UU.
Es posible que los estadounidenses sientan que han ido demasiado lejos con el asesinato de Khashoggi, pero EE.UU. ha sido cómplice en esa relación durante décadas. La pena de muerte se aplica a los presos políticos saudíes y se ha aplicado a mujeres declaradas culpables de adulterio. Es un patrón familiar: los saudíes no harán tanto por respetar los derechos humanos como les gustaría a los estadounidenses.
Aun así, EE.UU. debería exigir ahora mayores estándares de derechos humanos a los saudíes, así como a otros aliados, y lamento el giro que la administración Trump ha tomado en la dirección opuesta. Pero no puedo evitar sentir que gran parte de la discusión sobre Khashoggi está siendo utilizada para criticar al presidente Donald Trump y su hostilidad hacia los medios de comunicación, en lugar de estar enmarcada en una comprensión más amplia de la historia de EE.UU. con los saudíes. Hay demasiada rabia y un análisis insuficiente de por qué los lazos con los saudíes han demostrado ser tan fuertes.
Para bien o para mal, tolerar el asesinato de Khashoggi es el tipo de decisión de política exterior que EE.UU. ha estado tomando durante muchas décadas. Los estadounidenses se comportan ahora como el Capitán Renault en la película "Casablanca", sorprendidos al descubrir que se hacen apuestas en el casino. Y se escandalizarán de nuevo cuando sus protestas, en realidad, no arreglen nada.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.