Se podría pensar que la dramática disminución esta semana en la volatilidad del peso argentino provino directamente de un nuevo acuerdo de financiamiento con el Fondo Monetario Internacional. Esa sería una suposición equivocada.
La disminución tiene absoluta relación con el desempeño del peso este mes en comparación con agosto. Sin embargo, para los fanáticos de una moneda estable, hay una señal de esperanza: la recientemente establecida banda cambiaria del banco central, que era parte del pacto con el FMI, puede mantener las fluctuaciones futuras bajo control, al menos temporalmente.
La volatilidad histórica de un mes experimentada por el peso se redujo casi a la mitad esta semana, disminuyendo a alrededor del 30 por ciento el viernes respecto de más del 57 por ciento el miércoles. El cambio refleja la historia, como cabría esperar: analice apenas un día del salvaje mes de agosto para la divisa y listo, el peso parece mucho más estable. En lo que va de septiembre su fluctuación ha sido de cerca de un 13 por ciento, en contraste con la variación de alrededor del 34 por ciento en agosto.
La explicación es bastante simple: el 30 de agosto, después de que el peso perdió casi una cuarta parte de su valor solo en ese mes, el banco central elevó las tasas de interés a un máximo mundial de 60 por ciento. Esa decisión mantuvo a raya a los bajistas de la moneda haciendo prohibitivamente costoso mantener posiciones cortas. (En caso de que se pregunte, la volatilidad implícita, la forma más habitual y prospectiva de medir la estabilidad relativa de una moneda, no se aplica al caso del peso dada la falta de un mercado funcional de opciones).
Ahora consideremos la promesa que hizo el banco central esta semana de que no intervendrá para proteger al peso mientras opere en una banda entre 34 y 44 por dólar. Cualquier intento de someter a prueba el -presumiblemente- extremo más débil de la banda originará una rápida respuesta por parte del banco central, que llegará con US$150 millones para comprar pesos.
Como resultado, la volatilidad debería disminuir, dijo ayer a los reporteros Gabriel Torres, analista de Moody’s.
Esto no quiere decir que todo sea completamente seguro. Después de todo, Argentina gastó alrededor de US$14.000 millones de sus reservas entre abril y junio en un intento fútil de apuntalar el peso, por lo que cualquier gasto de intervención sería una "decisión arriesgada", según una nota de RBC Capital Markets dirigida a sus clientes. La nueva banda cambiaria podría verse presionada a menos que Argentina se comprometa a largo plazo a corregir desequilibrios fiscales y externos de larga data, dijo RBC.
Sin embargo, Argentina no tiene muchas opciones, dado que el nuevo régimen cambiario fue parte de los US$7.000 millones extras que la nación recibirá del FMI la próxima semana, además de una línea de crédito existente de US$50.000 millones. Después de que el peso cayera un 3 por ciento ayer y otro 3 por ciento hoy por la mañana pese a otra alza de 500 puntos básicos, a los operadores solo les queda esperar hasta que se implemente la nueva política el lunes para ver qué deparará el futuro.
* NOTA: George Lei es un estratega cambiario divisas que escribe para Bloomberg. Las observaciones que hace son suyas y no constituyen asesoramiento de inversión.
* Parte de la información proviene de operadores cambiarios cercanos a las transacciones que pidieron no ser identificados porque no están autorizados a hablar en público.