Si usted no está acostumbrado a tener mucho dinero y gana US$375 millones en el sorteo MegaMillions que se hace esta noche en Estados Unidos, piense antes de actuar ante ese cambio de suerte ridículamente afortunado.
Puede que una inyección instantánea de riqueza inesperada a través de la lotería, una herencia o una participación en una startup de Silicon Valley no siempre se traduzca en el “fueron felices para siempre” que espera la mayoría de la gente, pero habitualmente es el comienzo de un largo viaje de autocontrol y autodescubrimiento.
Duncan Riach ganó su primer millón a los 26 años.
Estaba casado y tenía una casa grande en Mountain View, California, un Porsche personalizado, un puesto de ingeniero en Nvidia Corp. y “tanto dinero que no sabía qué hacer con él”. Miraba el valor de su cartera todos los días y se emocionaba cada vez que esta tenía un cambio de más de US$100.000
A los 40 había perdido todo: la esposa, el trabajo, la casa, el auto… y los millones.
Nunca es suficiente
Riach, que ahora tiene 43 años y ha vuelto a casarse, regresó a Nvidia el año pasado después de cursar un doctorado en psicología clínica y aceptar un puesto en inteligencia artificial. En su primer día de vuelta al trabajo, fue al café donde solía comer 15 años antes y comenzó a pensar en todo lo que entretanto había perdido, y aprendido. Se puso a llorar.
“Si el objetivo es ser rico, uno nunca será suficientemente rico”, dijo Riach. “La riqueza crea una identidad que exige que uno tenga que seguir pagando para mantenerla”.
Tener habilidad financiera para manejar la riqueza nunca ha sido más importante, dijo el economista de la Reserva Federal William Emmons. Los mileniales viven en un mundo de precios más altos de los activos y acumulan deudas cada vez más grandes, según un estudio que Emmons coescribió para el Centro de Estabilidad Financiera de los Hogares de la Fed de St. Louis.
“La generación actual enfrenta vientos en contra”, dijo Emmons.
Así como el duelo tiene etapas, la riqueza repentina tiene las suyas. Hay una euforia inicial, gasto autocomplaciente, un creciente sentido de responsabilidad, luego ansiedad y a veces añoranza de épocas más simples.
Michael Cole, ejecutivo de gestión de patrimonio de Cresset Capital Management, ha visto cómo la euforia de la riqueza repentina rápidamente puede convertirse en desconfianza al surgir consejos de inversión no solicitados y pedidos de donaciones.
“Ya no saben si los familiares y amigos los quieren por lo que son o por su dinero”, dijo.
Cole, expresidente de la división de patrimonio neto muy alto de U.S. Bancorp, dijo que dejar el trabajo y derrochar son pasos en falso comunes de los nuevos ricos. “Comprar aviones, lanchas y casas cansa muy rápido”, señaló. “En cierto momento la emoción de todo eso desaparece”.