El anuncio del príncipe Harry y Meghan Markle, duques de Sussex, de que dejarán de ser “miembros sénior" de la familia real de Gran Bretaña no debería haber provocado gran sorpresa para los observadores reales que, durante el último año, han visto a la pareja incómoda con tanta atención.
Los expertos a manudo llaman a la realeza "The Firm" (la empresa), y tal vez esa analogía resulta útil para comprender su deseo de vivir, por decirlo así, una vida más empresarial. (Su decisión parece haber tomado por sorpresa al Palacio de Buckingham).
El cambio se condice con un plan estratégico a largo plazo atribuido al príncipe Carlos, quien ha señalado que es partidario de una monarquía reducida, donde haya menos personas para desempeñar el papel de alto ejecutivo. Quiere que la atención se centre principalmente en el monarca y aquellos en la línea de sucesión. En este caso, la reina; él mismo; su hijo, el príncipe Guillermo; y el hijo mayor de Guillermo, el príncipe Jorge. Y no los Sussex, por mucho que a los medios les encante cubrir su vida.
Esto significa no solo deshacerse de algunos pasivos —pensemos en el príncipe Andrés vinculado a Jeffrey Epstein—, sino también transformar ciertos potenciales activos, como los duques de Sussex, en entidades independientes, si no encajan con la visión estratégica.
Piénselo: para tener éxito, una organización necesita concentrarse. La esencia de una estrategia competitiva no solo es decidir qué hará, sino ser inflexible en lo que no hará. La familia real no puede elegir a sus parientes más que usted o yo, pero pueden decidir quién vive de las arcas públicas, quién puede considerarse "sénior" y quién no.
No hay duda de que preferirían enfocarse firmemente en los miembros de la realeza que favorecen la marca familiar. En los últimos años, el príncipe Guillermo y su esposa, Kate Middleton, duques de Cambridge, asumieron un número cada vez mayor de compromisos públicos del tipo que la corona quisiera ver más: cortes de cinta, saludos en las calles, obras de caridad. Ellos comparten adorables fotos de sus adorables hijos (a menudo tomadas por la propia Kate), han soportado rumores sin fundamento sobre su matrimonio y tuvieron una pelea con una amiga sin vuelta atrás.
Por el contrario, en los últimos años, los duques de Sussex se las han arreglado varias veces para llevarse la peor parte. En reiteradas oportunidades no han coordinado importantes anuncios con el palacio: el escándalo del miércoles fue solo el último ejemplo, y quizás el más descabellado. El otoño pasado, echaron por tierra las buenas relaciones públicas que habían cultivado en una gira por Sudáfrica al hacer pública una imprudente demanda contra la prensa justo cuando la visita llegaba a su fin.
También manejaron con torpeza el aspecto público del nacimiento del pequeño Archie —que generalmente es una noticia real bastante positiva— prometiendo compartir algunos detalles con el público, para luego mantener la mayoría de esos detalles en estricto secreto. Y, de manera justa o no, dieron una impresión hipócrita al exaltar los esfuerzos personales por mitigar el cambio climático mientras, como la mayoría de las personas ricas, viven un estilo de vida que provoca muchas emisiones de carbono. Cuando sus amigos famosos se apresuraron a defenderlos, el público enfureció aún más.
Si bien esto puede parecer una tormenta en un vaso de agua, y aunque algunas de las críticas parecen muy injustas —¿acaso preferiríamos élites a las que no les importa el clima?—, en su conjunto, corren el riesgo de perjudicar la "cartera de clientes" de la empresa. En otras palabras, cada conflicto tiene el potencial de hacer que los contribuyentes británicos se cuestionen: ‘¿realmente necesitamos seguir respaldando a estos ricachones?’. Aproximadamente una cuarta parte de los británicos más jóvenes quisieran abolir la monarquía, según las encuestas, y eso, pese a una reina enormemente popular a punto de cumplir 68 años como monarca.
Después de tantos autogoles, no es sorprendente que la alta gerencia quiera "hacer algunos cambios", como dice el antiguo eufemismo corporativo, o que los propios Sussex quieran una especie de cambio de carrera. Claramente han tenido dificultades para equilibrar los aspectos públicos y privados de la vida real, y, francamente, parecen bastante infelices haciendo el trabajo que han estado intentando hacer desde su boda.
Hay temas que a Harry y Meghan les importan mucho y sobre los que quieren expresar su opinión públicamente; su trabajo en el negocio familiar ha sido callar y sonreír. Desde ese punto de vista, realmente no han alcanzado sus objetivos de desempeño, y probablemente no encuentren el trabajo tan satisfactorio.
Quizás esto podría aplicarse a todos los involucrados.