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La inflación es la forma de pagar la deuda de COVID-19: N. Smith

La pandemia de coronavirus y la depresión posterior dejarán a Estados Unidos con muchas deudas impagables. Los consumidores que pierdan sus empleos tendrán dificultades para realizar sus pagos de tarjetas de crédito, préstamos para automóviles y créditos estudiantiles. Las empresas que pierdan ventas incumplirán el pago de créditos y bonos.

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La pandemia de coronavirus y la depresión posterior dejarán a Estados Unidos con muchas deudas impagables. Los consumidores que pierdan sus empleos tendrán dificultades para realizar sus pagos de tarjetas de crédito, préstamos para automóviles y créditos estudiantiles. Las empresas que pierdan ventas incumplirán el pago de créditos y bonos.

En el pasado, cuando la economía dependía menos de una red de obligaciones de deuda, esto podría no haber importado tanto. Pero la economía estadounidense se ha cargado de deudas con el transcurso de los años:

Esto no significa que EE.UU. esté viviendo más allá de sus posibilidades; la gran mayoría de estos préstamos es dinero que los estadounidenses se adeudan unos a otros. Pero sí indica que la economía moderna se basa en una especie de cadena de suministro financiero justo a tiempo, en la que la solvencia de las empresas y los hogares depende de la pronta llegada de una gran cantidad de pagos del servicio de la deuda de otras empresas y hogares. Si se altera esa delicada red, mucha actividad económica puede detenerse. Esta es probablemente la razón por la cual las burbujas de activos dañan mucho más la economía cuando están acompañadas por altos niveles de deuda. El coronavirus, por supuesto, será peor que cualquier burbuja de activos.

El daño a la red de deuda obstaculizará la recuperación de la economía estadounidense. Las empresas que sobrevivan con ingresos disminuidos tendrán dificultades para pagar la deuda durante años antes de poder comenzar a invertir y expandirse nuevamente. La deuda también impedirá que las empresas cambien sus modelos de negocio para adaptarse mejor a las demandas de la economía pospandémica. Los trabajadores, agobiados por las deudas, tendrán más dificultades para cambiarse de trabajo o volver a estudiar, lo que hace que el mercado laboral sea menos eficiente en la asignación adecuada del talento.

Los rescates son una solución posible. Al convertir la deuda de empresas y hogares en deuda gubernamental, el Tesoro puede consolidar efectivamente la compleja red de deuda en una relación más simple. Pero los rescates, inevitablemente, se verán politizados, como lo que ocurrió después de la crisis de 2008. Todos argumentarán que se merecen los rescates más que otros y muchos estarán resentidos por la eventual asignación de la generosidad del gobierno. La pelea por el botín, a su vez, podría hacer que los rescates sean mucho más pequeños que lo que deberían ser, como sucedió en 2009 cuando la ira del Tea Party disuadió al gobierno de rescatar a la mayoría de los propietarios.

Pero hay otra forma en que el gobierno puede reducir la montaña de deuda que pesa sobre la economía estadounidense: la inflación. Debido a que la mayoría de los pagos de intereses son fijos en términos nominales, la inflación hace que la deuda existente sea menos importante en términos reales. Elevar la meta de inflación a largo plazo de 2% actual a un aún modesto 4% aumentaría sustancialmente la tasa a la que la deuda se desvanece efectivamente.

EE.UU. ha usado antes la inflación de esta manera. Los economistas Joshua Aizenman y Nancy Marion escribieron que la tasa inflacionaria entre 1946 y 1955 fue de 4,2%; la inflación redujo la razón deuda/PIB [federal] de 1946 en casi 40% en una década.

En la actualidad, una década de 4% de inflación haría lo mismo con la deuda total, no solo con la deuda del gobierno.

Hay algunas dificultades y desafíos inherentes a este enfoque. Primero, diluir la deuda es un acto de redistribución desde los prestamistas a los prestatarios; los acreedores se opondrán a la erosión de sus activos. Este descontento podría mitigarse al recordarle a los acreedores que la inflación también reduce el valor real de los impuestos que tendrán que pagar para pagar la deuda pública.

En segundo lugar, los defensores del dinero duro, incluidos los economistas de más edad que recuerdan la alta inflación de la década de 1970, se preocuparán de que la inflación se salga de control. Esto probablemente no debería ser una preocupación. La Fed ha mostrado poca dificultad para convencer al mundo de que está comprometida con su meta de inflación de 2%. Mientras la Fed deje en claro que 4% no se convertirá en 6% u 8%, será capaz de seguir adelante hacia una meta de inflación mayor.

Una tercera preocupación es que una mayor inflación podría erosionar los salarios reales. Teóricamente, los salarios suben más rápido para mantener el ritmo de los precios cuando la inflación es alta. Pero en el mundo real, esto depende del poder de negociación de los trabajadores. Y décadas de sindicatos debilitados y una creciente concentración industrial han debilitado el poder de los trabajadores. Y el enorme número de trabajadores desempleados en la próxima depresión, lo debilitarán aún más. La situación ahora es muy diferente a la de la posguerra, cuando los sindicatos fuertes y el pleno empleo se aseguraron de que los salarios mantuvieran el ritmo.

Por lo tanto, un aumento de la meta de inflación debe combinarse con salarios mínimos más altos, políticas para fortalecer los sindicatos y otras medidas para alentar a los empleadores a aumentar los salarios. El gobierno incluso podría usar políticas de igualación de salarios para aumentar los salarios en general (en lugar de solo a los trabajadores esenciales, como algunos proponen ahora).

Una última preocupación es si la Fed podría alcanzar la meta de inflación de 4%. El Banco de Japón ha estado tratando de aumentar la inflación durante años con un éxito moderado. Si las empresas no aumentan sus precios en respuesta a la nueva meta de la Fed, el aumento inflacionario simplemente no sucederá.

Pero vale la pena intentarlo. A pesar de los desafíos, un largo período de inflación de 4% podría hacer mucho para simplificar la intrincada y compleja red de deudas que la economía estadounidense acumuló en los años previos a la pandemia. Una meta de inflación más alta debería ser parte del menú de políticas para que la economía vuelva a ponerse en pie.