La producción de petróleo en las siete principales regiones de shale en los Estados Unidos se encamina a niveles no vistos desde 2018 ante el repliegue de los perforadores por el reciente colapso de los precios que se viene dando a raíz de la contracción de la demanda por el coronavirus.
Las pérdidas estarán lideradas por la Cuenca Pérmica, que se extiende a lo largo de Texas y Nuevo México, donde se estima que la producción caerá en 87.000 barriles diarios en junio a 4,29 millones, según el informe de productividad de perforación de la Administración de Información de Energía más reciente.
La disminución anticipada habría sido aún más dramática si no hubiera sido por una revisión a la baja de la estimación de producción de mayo de alrededor de medio millón de barriles al día.
La crisis sin precedentes del petróleo ha provocado miles de pérdidas de empleos a medida que los productores cierran pozos por la caída libre de la demanda como resultado de la pandemia. Puede que lo peor de la crisis ya haya terminado ante el aumento de los precios del petróleo a medida que se levantan las restricciones y las ciudades vuelven a reanudar la actividad gradualmente.
Sin embargo, los analistas de IHS Markit Ltd. esperan que la producción continúe disminuyendo durante el resto del año y hasta 2021 a medida que el mercado absorbe una sobreoferta enorme.
“El Pérmico podría recuperarse más rápido debido a una mejor base de recursos”, dijo Kurt Barrow, vicepresidente de mercados de petróleo de IHS Markit. “Todavía existe el riesgo de que un resurgimiento del virus provoque medidas de aislamiento a gran escala que revertirían ese crecimiento”.
El número de pozos perforados pero incompletos en el Pérmico aumentó en 28 a 3.464 en abril, según el informe, la cifra más alta desde septiembre.
En paralelo a la caída de la demanda, el principal problema sigue siendo la escasez de espacio para almacenar los excedentes de producción en plantas de todo el mundo, incluso en las instalaciones de Cushing (Estados Unidos), una de las principales infraestructuras para acumular las extracciones de hidrocarburos no convencionales. La demanda de combustible ha disminuido un 30% a nivel mundial, y el almacenamiento se está volviendo de disponibilidad escasa, con un nivel de capacidad utilizada del 85%.