CICLO DE ENTREVISTAS
Perfil Educación

Dora Barrancos: "El atentado contra Cristina Fernández de Kirchner fue un magnifemicidio"

La socióloga y asesora presidencial participó del Ciclo de Entrevistas organizado por estudiantes de Periodismo de la Escuela de Comunicación. Preocupación por los discursos de odio y el legado del Juicio a las Juntas. La difícil gestión de Alberto Fernández.

Dora Barrancos
Dora Barrancos en el Ciclo de Entrevistas de la Escuela de Comunicación Perfil | Escuela de Comunicación Perfil

Dora Barrancos participó de una conferencia de prensa organizada por estudiantes de periodismo de la Escuela de Comunicación del Grupo Perfil, en la que se refirió al ataque de Cristina Kirchner como un “magnifemicidio”. “En el caso de Cristina Fernández de Kirchner está maximizada la configuración de lo que podría ser un centro, un blanco para el depósito de todas las concentraciones y galerías odiantes de la misoginia patriarcal”.

Además, la asesora presidencial se refirió a los discursos de odio. ”A mí no me gusta separar a ellos y nosotros, no me parece interesante, esto es una circunstancia que debemos evitar. Creo que de todas maneras se ha ido tan lejos en la exacerbación de una ceguera cognitiva, en torno de sensibilidades alternativas”, destaco Barrancos en el Ciclo de Entrevistas a cargo de Rodrigo Lloret, director de Perfil Educación.

Usted sostiene que el atentado contra la vicepresidenta fue un “magnifemicidio”. ¿Por qué lo catalogó con ese término?

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—Porque no se me escapa que entre los cultores hay una cantera misógina fuerte autorizada patriarcalmente, que históricamente se ha ensañado con las figuras femeninas que tienen una prominencia y aún aquellas que no son tan prominentes. El atentado contra Cristina Fernández de Kirchner fue un magnifemicidio. En este caso está maximizada la configuración de lo que podría ser un centro, un blanco para el depósito de todas esas concentraciones y galerías odiantes de la misoginia patriarcal. Hay por lo menos tres dimensiones de Cristina que la hacen particularmente intolerable para estas fórmulas de agresión tan brutales. Una es la incontestable inteligencia de Cristina, que sobresale si se tiene en cuenta la inteligencia promedio de la clase política. La segunda cuestión, es el orden radial y vertebral de su convicción. Es una acrisolada convencida acerca de los principios fundamentales que emanan de un legado peronista popular como la justicia social, la redistribución del producto y la idea de que no puede haber concentración abusiva de riquezas de bienes. Sobre todo teniendo en cuenta   que actualmente América Latina se ha tornado el continente más desigual del planeta. Esta aseveración se formula en muchísimas usinas de conocimiento, desde órganos que son impolutos desde el punto de vista de la orientación política. Cristina es una militante desde la adolescencia, y hace una evocación muy grande del sentido de pertenencia a un sistema de ideas que tienen que ver con la conjunción solidaria de la vida, de justicia y de equidad. La tercera es la que hace más propicia su figura para las fórmulas más odiantes, que es el atrevimiento y el coraje de Cristina, el cual es poco reconocido en la clase política de América Latina.  Ahí están las tres dimensiones fundamentales del cóncavo, que hace de la figura de Cristina, esas figuras femeninas que alteran absolutamente los patrones de la misoginia patriarcal.

¿Cree que se van a frenar los discursos de odio contra la vicepresidenta?

—No me parece tan fácil de resolver esa situación, hay unos enconos que están desmedidos y que han ido creciendo y están excediendo las fuerzas políticas de alta oposición. Para alguien como yo de construibilidad democrática, que además soy sobreviviente de la dictadura y me tuve que exiliar, no hay espectáculo más notable que el disenso, la capacidad crítica, de oponernos y de converger. Acá el problema son las extralimitaciones que están siendo investidas fundamentalmente con una carga para la política. Hay fuerzas políticas que son incubadoras, pero lo que sorprende es la capacidad aglutinante que tiene una cierta autonomía de las propias fuerzas políticas. A mí no me gusta separar ellos y nosotros, no me parece interesante, esto es una circunstancia que debemos evitar. Creo que se ha ido tan lejos en la exacerbación de una ceguera en torno de sensibilidades alternativas que hace que no haya posibilidad de cálculo de la otra sensibilidad. Espero que haya una rotunda rectificación del camino por parte de todos y todas los y las actores y actoras políticos en el sentido de converger, porque estamos frente a la posibilidad de un abismo, y esto no lo merece la sociedad argentina. Y muchísimo menos los sectores populares que necesitan un cauce de paz para poder activar económicamente y poder resolver los graves problemas que estamos atravesando en este momento.

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¿Considera que desde el gobierno hay sectores que promocionan estos discursos de odio?

—Jean Paul Sartre decía que estamos habituados a una especie de sentido común para todos y todas, y es que el infierno son los otros. Creo que todos y todas tenemos que hacernos responsables de una morigeración, que no quiere decir debilidad en el discurso. Yo que tengo un discurso muy fuerte, no digo que los términos tengan que ser los más empáticos cuando estamos frente a adversarios que suelen subir el tono de la iracundia, no de la convicción, estas son dos cosas diferentes. Entonces todos y todas tenemos la obligación de repensar, razonar y de ir por el camino de la sensatez, que no quiere decir obliterar, renegar o renunciar a aplicar nuestros principios.

Según Luis Moreno Ocampo no se ha instalado debidamente  lo que representó el juicio a las Juntas. ¿Hay algo que el consenso post dictadura había instalado como un límite que no se podía volver a pasar?

—Hay vorágines, los tiempos cambian muy rápido y vertiginosamente y si bien hay vértigos buenos, como por ejemplo el empinamiento del feminismo,  al mismo tiempo no dejo de pensar que hay una cierta obturación, porque tampoco se puede tener una memoria candente permanente. Ahora puede ser que, como dice Moreno Ocampo, haya un hiato, que todavía no hay, de la misma manera que tal vez las jóvenes generaciones no puedan asimilar lo que fueron los años del terrorismo de Estado. En donde convivíamos todos los días con el terror y ser joven era un riesgo, por eso solicitamos un estado de renovación de esa memoria. Argentina finalmente es uno de los pocos ejemplos en el mundo que ha llevado a juicio a los genocidas, hecho que se inaugura con el juicio a la Juntas. Hay que atraer a la memoria a las jóvenes generaciones con formatos muy diversos para que no se nos apague jamás el punto de inflexión más grave que ha tenido la sociedad argentina desde el fondo de los tiempos, que fue obviamente el terrorismo.

¿Considera que en Argentina existe el lawfare?

—El lawfare existe planetariamente no es un invento latinoamericano, donde tiene su propio formato,  existe en EE.UU. y en países de la Unión Europea. Se están usando dispositivos diversos para la creación de un Estado de judicialización que se basa en la no verdad. Ahí hay unas líneas argumentales que se están usando y que radican en que efectivamente la idiosincrasia de esos movimientos de alta desestabilidad tiene muchísimo que ver con lo que puede aparecer como un impoluto aparato judicial. El impoluto aparato del Poder Judicial es asaltado de alguna manera por estas concepciones, que pretenden objetivos de desestabilidad, de eliminación a través de lo que serían las caracterizaciones más aberrantes y adversas. Como por ejemplo lo que ocurrió con Lula en Brasil donde el Juez Moro dijo, “no hay pruebas, pero tengo la íntima convicción. Perdón ciudadanía, estamos en riesgo total”. Si alguien nos juzga por íntima convicción y no por pruebas, estamos en el zafarrancho de la democracia. Ya no hay posibilidades de imprimir lo que las fuerzas auténticamente liberales contaban desde 1789, la división estricta de poderes. El caso de Lula será siempre el más paradigmático, donde estuvo varios años preso inclusive sin poder asistir al velatorio de su nieto, eso es mucha violencia.

¿Qué opinión tiene de la actual gestión económica del Gobierno de Alberto Fernández?  

—Estamos viviendo evidentemente una encrucijada gravísima desde el punto de vista económico. Ha sido tremendo lo que nos pasó en el gobierno anterior, con una deuda de 180.000 millones de dólares la cual fue restricta un poco más por la negociación, y luego la tremenda irrupción de la pandemia. Entonces esas alegorías no verdaderas donde se crea una condición de la posibilidad de creer que nuestro confinamiento fue el más largo del planeta,  es algo ridículo que  cualquier periodista puede analizar observando cómo fueron los confinamientos en cada país. Y más allá de cualquier circunstancia, esperemos terminar el año con un paliativo severo sobre la circunstancia actual.

 

Por Melody Blanco Romina Veloso y Julieta Morales.

Estudiantes de Periodismo Perfil Educación

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