CIENCIA
producto en demanda

Alacranes: ya se producen cinco mil antivenenos al año

En el ex Instituto Malbrán, 136 profesionales trabajan para desarrollar el suero. Tras el caso de Tobías, aseguran que hay suficiente stock.

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Desarrollo. Entre la obtención del veneno y la aprobación del producto pasan tres meses, según el biólogo Christian Dokmetjian. | aballay

Los pasillos del Instituto Nacional de Producción de Biológicos (INPB), en el predio del ex Instituto Malbrán, muestran cierto ajetreo. Esta semana, el trabajo anónimo de sus 136 empleados, en su mayoría profesionales de la salud y técnicos de laboratorio, estuvo en boca de todos. Es que allí se produce el suero que neutraliza el veneno del alacrán, el medicamento que permitió salvar la vida de Tobías, el chiquito de 5 años que estuvo internado diez días por la picadura de un escorpión en su casa de Palermo.

El INPB desarrolla antivenenos contra todas las especies de animales ponzoñosos de importancia sanitaria del país: víboras, serpientes y arañas. Y es el único que realiza el suero contra el Tityus trivittatus, la especie de alacrán más común en zonas urbanas. Desde el Instituto se distribuye a las provincias y a CABA para que lleguen a los más de 500 centros antiponzoñosos de la Argentina.

“En la ciudad de Buenos Aires se está ampliando la distribución. Antes estaba sólo en el Hospital Muñiz, y ahora está en el Gutiérrez. Sueros hay para toda la temporada, hay stock suficiente en todas las provincias. Cada vez que se usa, se repone”, explica a PERFIL Christian Dokmetjian, director del INPB, que depende de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud.

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El INPB produce anualmente cinco mil viales (frascos) de antiveneno para alacranes. Aunque la infraestructura está preparada para producir más sueros, el factor limitante es conseguir los venenos. “No se compran, hay que capturar al animal”, apunta Dokmetjian. Es así como cada mes un grupo de estudiantes de biología sale a las provincias con todos los elementos necesarios para capturar escorpiones. Del éxito de la campaña dependerá la producción, ya que se necesitan muchos alacranes –aproximadamente 500– para producir un lote de antiveneno de 1.500 viales (frascos).

El veneno de los alacranes es una neurotoxina constituida por una mezcla de sustancias y proteínas conocidas como péptidos. Estos actúan sobre el sistema nervioso. Cuando un alacrán pica a una persona, ésta experimenta sudoración, vómitos, aceleración del ritmo cardíaco e incluso la muerte si no recibe atención médica. “El antiveneno es un producto concentrado de inmunoglobulina (anticuerpos), que es lo que se da al paciente cuando es picado para que neutralice el veneno. Por eso lo importante es siempre darlo lo antes posible”, advierte Dokmetjian.

Las guías del Ministerio de Salud de la Nación advierten que no deben pasar más de dos horas entre la picadura y la administración del suero. “Es importante diagnosticar a tiempo. Los casos varían por la zona del cuerpo donde picó y cuánto veneno tenía el animal. En los casos leves no se administra nada; en los moderados, ya hay que aplicar dos o tres ampollas. Pero si hay compromiso cardíaco se utilizan hasta ocho frascos”.

Etapas. Una vez que se capturan los alacranes, comienza un trabajo artesanal. A través de una descarga eléctrica se extraen de la cola de cada ejemplar, uno por uno, microgotas del veneno. Ese material se procesa químicamente y luego se inocula en pequeñas cantidades en equinos. Para esto, el INPB cuenta con 200 caballos en un campo de 700 hectáreas ubicado en el partido de Marcos Paz.

“Los antivenenos se producen, en todas partes del mundo, en base al plasma de equino. Inoculamos a los equinos y al cabo de un tiempo extraemos cinco a siete litros de sangre. De allí se separan los glóbulos y el plasma, este último es lo que se emplea como suero, ya que contiene gran cantidad de anticuerpos”. En el INPB, el plasma pasa por distintas áreas: proceso, control de calidad, medios de cultivo, esterilización, contaminación y envasado. Como es un producto biológico, se necesita hacer ensayos en animales para que el medicamento sea finalmente aprobado. Para esto el Instituto cuenta con un bioterio que produce 35 mil ratones por año.

Desde que se obtiene el veneno hasta que se procesa el plasma, se lo envasa y se terminan los controles de calidad, pasan tres meses. “En general, las producciones que hacemos son para el año siguiente. Si tenemos un bache es porque no se logró capturar la cantidad de insectos suficiente”, cuenta Dokmetjian. La demanda de antivenenos va en aumento, y el biólogo lo relaciona con el cambio climático: “Con arañas bananeras no teníamos problemas, y ya hubo casos. Este año está saliendo el primer lote de antiveneno contra esta araña”.


Un caso que abre interrogantes

“Todos los años hay casos de alacranismo en la ciudad de Buenos Aires, pero suelen ser leves a moderados”, asegura Christian Dokmetjian, director del Instituto Nacional de Producción de Biológicos. “La mayoría de los animales venenosos pican de la rodilla para abajo. Esos son los accidentes de mejor pronóstico. En el caso del chico de Palermo, fue picado en una zona que es riesgosa: el cuello, con lo cual el veneno enseguida entró al torrente sanguíneo”, explica el biólogo.

¿Pudo haber un cambio en la toxicidad del veneno de los animales hallados en CABA? “En principio, por un solo caso no podemos decirlo, pero podría pasar que sea más tóxico. Estos venenos son complejos, son mezclas de muchas proteínas. El aumento o la falta de cierta proteína puede hacerlos más venenosos. Eso es algo que vemos, por ejemplo, en las víboras. Es complejo, pero creemos que puede ser que esté aumentando la toxicidad. Hacen falta más estudios”.

Para el especialista hay que acostumbrarse a convivir con estos animales. “Erradicarlos es muy difícil. Primero habría que erradicar las cucarachas, que es el alimento predilecto. Se puede controlar con barreras físicas: que las rejillas y cloacas estén bien tapadas. No tienen que acceder a las cloacas, de ahí es de donde vienen”.