Al pie de los acantilados de la costa de Chapadmalal, a 23 kilómetros del centro de Mar del Plata, un equipo de científicos argentinos desenterró los restos fósiles de un ave de 3,5 millones de años de antigüedad. Y ahora, tras la publicación de este hallazgo en la última edición de la revista científica especializada Journal of Vertebrate Paleontology, los investigadores bautizaron con nombre formal a la nueva especie: el Llallawavis scagliai (pájaro magnífico de Scaglia), un ejemplar que pertenece a la familia de los forracidos, vulgarmente conocida como “aves del terror”, por su aspecto.
“Tuvimos suerte, fue como encontrar una figurita difícil, porque recuperamos más del 90% del esqueleto. Apenas nos faltaron unos pocos huesos de los dedos y de la cola”, le detalló a PERFIL el doctor Federico Degrange, experto del Centro de Investigaciones en Ciencias de la Tierra (Cicterra) de la Universidad Nacional de Córdoba y el principal autor del estudio.
Además, según este investigador del Conicet, los fósiles desenterrados estaban muy bien preservados, y sin aplastamientos, por lo que pudieron reconstruir, con mucho detalle, diversos rasgos del animal incluyendo la laringe, la tráquea y el paladar, partes de la anatomía que no suelen quedar bien conservadas en los yacimientos de fósiles.
De acuerdo a los expertos, a pesar de pertenecer –taxonómicamente– a la clase de las aves; este ejemplar, de la familia de los forroracos, no podía volar. En cambio, era un carnívoro ágil y veloz, capaz de correr y perseguir a sus presas, por ejemplo pequeños mamíferos y, tras alcanzarlas, matarlas por medio de golpes verticales propinados con su pico en forma de gancho.
Los restos indican que se trataba de un ave de alrededor de un metro veinte de altura y de unos 18 kilos de peso. “Aunque no está muy claro, tal vez algunos ejemplares juveniles de esta especie pudieran volar torpemente, algunos metros”, hipotetizan los expertos, según se detalla en el paper científico.
Fuerte y veloz. También calculan –en base a sus características anatómicas– que era muy rápida, pudiendo alcanzar velocidades de entre cuarenta y cincuenta kilómetros por hora. Además, se los considera depredadores “tope”, lo que significa que tenían muy poca competencia de otros depredadores capaces de perseguirlos y que, probablemente, eran aves de hábitos solitarios, que se juntaban únicamente para reproducirse.
El esqueleto del Llallawavis scagliai, (Llallawa en quechua significa “magnífica”), es al día de hoy el ejemplar más completo y mejor preservado de esta familia de “pájaros del terror”, hasta ahora descubierto en todo el mundo.
Por eso mismo los paleontólogos esperan poder determinar con más certeza algunos de sus rasgos particulares, como los diversos sentidos: “no sabemos bien qué grado de agudeza visual o qué capacidad de escucha tenían. En base a estudios de sus huesos trataremos de ver qué órganos tenían más desarrollados”.
En concreto, los expertos planean seguir escudriñando los restos del ave –que se exhibe en los salones del Museo Municipal de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia de Mar del Plata– para poder determinar mejor las características de esta especie, particularidades de su comportamiento y también del entorno en el que vivía.