Comienzan las clases y la tortura diaria. Levantar al adolescente de la casa a las 7 de la mañana para ir a la escuela, cuando es probable que se haya quedado despierto hasta la madrugada chateando en alguna red social. Es que la mayoría de los jóvenes tienen cronotipos – un reloj biológico interno- nocturnos pero asisten a la escuela muy temprano a la mañana.
Ahora un estudio realizado por investigadores del Laboratorio de Neurociencias de la Universidad Di Tella, el Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes y el Conicet muestra que esta alineación incorrecta entre el horario interno de los adolescentes y el horario externo tiene efectos sobre el rendimiento académico. Y suma evidencia a un tema que se viene discutiendo hace rato: los beneficios de que las clases escolares empiecen más tarde.
“Sabemos que el cronotipo –un horario interno regulado por el reloj biológico que tenemos todos en nuestro cerebro- es más tardío en los adolescentes y eso hace que haya una interferencia entre el horario interno y los horarios escolares”, le explicó a PERFIL María Juliana Leone, autora principal de la investigación.
“Había varios trabajos que mostraban que los adolescentes tenían este cronotipo nocturno y que, al concurrir a la escuela temprano a la mañana, eso hacía que duermen poco, que tengan alto niveles de jet lag social y que el rendimiento académico sea menor. Pero no se sabía si esa ventaja en el rendimiento académico de los matutinos se debía a que de alguna manera los matutinos tenían alguna característica particular o al horario escolar”, agregó.
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El estudio publicado hoy en la revista Nature Human Behavior analiza cómo la interacción entre el cronotipo y el horario escolar afecta el rendimiento académico de los adolescentes. Para esto, se realizaron cuestionarios a una muestra única de 753 estudiantes argentinos que fueron asignados al azar para comenzar la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini en turno mañana (7:45), turno tarde (12:40) o turno vespertino (17:20).
Los investigadores encontraron que en el turno mañana, los estudiantes con cronotipos matutinos tienen mejor rendimiento académico que aquellos con cronotipos nocturnos independientemente de la materia evaluada (aunque el efecto es mayor en Matemática). Sin embargo, este efecto desaparece en los estudiantes que asisten al turno tarde y los cronotipos nocturnos se benefician de asistir a la escuela en el turno vespertino.
“Nuestros resultados demuestran que no es solo el cronotipo lo que se asocia con un mejor rendimiento académico, sino que la sincronía entre el cronotipo y el horario escolar es también importante: el rendimiento académico mejora cuando el horario escolar está mejor alineado con los ritmos biológicos de los adolescentes”, sostuvo Leone.
También analizaron la cantidad de horas que dormían los adolescentes y el jet lag social, la diferencia de los horarios de sueño entre los días libres y los hábiles. Hallaron que en el turno mañana el 90% de los chicos duermen menos de ocho horas y tienen niveles de jet lag social muy altos (cerca de cuatro horas de diferencia). En los más grandes, aun asistiendo al turno tarde, la duración del sueño no alcanzaba las ocho horas. Mientras que los del tuno noche, sí dormían el tiempo recomendado.
“Lo que vemos es que los adolescentes tienen un cronotipo más vespertino que en otros países. Sin embargo, hay diferencias entre turnos. Los de la mañana son más matutinos que otros turnos. Pero no alcanzan a dormir la cantidad de horas recomendadas y tienen niveles de jet lag muy altos”, afirmo Leone.
Los autores - Andrea Goldin, Mariano Sigman, Gisela Braier, Diego Golombek y María Juliana Leone- creen que el estudio aporta evidencias fuertes, y que sus resultados son importantes no solo para el campo de la Cronobiología de la Educación, sino para proponer futuros estudios con potenciales aplicaciones prácticas en el ámbito escolar.
“Hacen falta más estudios y evaluaciones para poder llevar nuestras conclusiones a la práctica. Pero basándonos en nuestro trabajo, una recomendación general sería que como los cronotipos son muy nocturnos, la escuela debería comenzar más tarde. Esto sería muy bueno para todos los adolescentes”, señaló Leone.
“Una solución intermedia seria que empiecen más tarde sólo los más grandes, los más afectados de alguna manera. Otra cosa que se podría hacer es asignar los diferentes turnos dependiendo del cronotipo de cada adolescente y, ya que el efecto es diferente en las distintas materias, ordenarlas. Por ejemplo, evitar poner matemáticas en las primeras horas”, concluyó Leone.
La científica también es parte del equipo de Crono Argentina, un estudio que están realizando en paralelo desde el Laboratorio de Cronobiología, dirigido por el biólogo del Conicet Diego Golombek, para conocer los hábitos de sueño de los habitantes de Argentina en general. Para participar: http://www.cronoargentina.org/