“Yo nací mujer pero psicológicamente siempre me sentí un hombre. Desde los primeros recuerdos yo no me sentía identificado ni con las polleritas ni con las muñecas. Siempre me sentí como un varón”, confesó Alejandro Iglesias, el participante de Gran Hermano que padece disforia de género y entró al concurso televisivo con el objetivo de ganarlo para poder acceder a una prótesis peneana (tiene un costo de US$ 9 mil). Como él, son seis los pacientes en lista de espera para realizarse una operación de reasignación de sexo en el Hospital Ricardo Gutiérrez de La Plata y hay otros 52 transexuales que están aguardando la autorización judicial para ser intervenidos.
“Desde 1997 hemos hecho 23 operaciones de reasignación de sexo: 18 pasaron a tener un aparato genital femenino y cinco buscaron adecuarse al sexo masculino. De esto último, sólo un paciente completó todas las etapas”, le explicó a PERFIL el cirujano y urólogo, César Fidalgo, del hospital de La Plata, donde la intervención es gratuita para los pacientes sin obra social. “Es un proceso largo, que lleva como mínimo un año. Mientras los pacientes hacen el trámite judicial, realizan una consulta con el psicólogo, el sexólogo y el endocrinólogo”, sostuvo Fidalgo, quien desde hace dos años atiende a Alejandro. “Está en lista de espera, entre los primeros para operarse. Lo que pasa es que cuando lleguemos a la necesidad de la prótesis, puede ser que se la autoricen o no. Supongo que por eso le interesó entrar a Gran Hermano, para ver si se agiliza el tiempo para conseguirla”, conjeturó.
—¿Qué es la disforia de género?
—Cuando el sexo psicológico de una persona no coincide con su sexo anatómico. Se trata de pacientes que refieren vivir en un cuerpo equivocado. En el consultorio tenemos un adolescente que puso como ejemplo: “Me siento como una Pepsi en una botella de 7Up”. La idea es que algo no coincide. A partir de ahí, hay dos alternativas: adoptar su psicología a su cuerpo, algo que hasta ahora no ha dado resultado, o adaptar su anatomía a su psicología, que se logra con la cirugía de resignación de sexo. Siempre digo que esto no es un tratamiento, no cura nada. La cirugía da al paciente la posibilidad de vivir una vida digna, de sentirse cómodo y no autodiscriminarse. Son personas que sufren mucho y no se toleran a sí mismos porque no toleran su propio cuerpo. Esta operación les permite cierta armonía y seguir adelante con sus vidas.
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