CIENCIA
datos del ministerio de salud de la nacion

Muere un menor ahogado cada 48 horas en Argentina

Los accidentes en el agua son un problema de salud desatendido. El 85% de los casos se puede prevenir. Faltan medidas de seguridad en piletas.

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natacion. En verano, los chicos se meten en el mar y en piletas sin tomar los recaudos necesarios. | cedoc

Hace diez días Benjamín, de tres años, fue rescatado de una de las piletas para chicos del balneario Doce de Punta Mogotes. Había tragado mucha agua cuando el guardavidas lo sacó del fondo e intentó reanimarlo. Una ambulancia lo trasladó inconsciente al Hospital Materno Infantil de Mar del Plata. Tras estar en terapia intensiva y con asistencia respiratoria mecánica, afortunadamente, esta semana Benjamín fue dado de alta y se reencontró con su familia. Su caso despertó polémica por la seguridad en las piscinas. Y puso el foco en una problemática de salud desatendida: los accidentes en el agua.

En lo que va de enero, cinco turistas argentinos murieron ahogados en playas de Brasil y otras 17 personas perdieron la vida en arroyos, lagunas, mares o piletas de Buenos Aires, Entre Ríos, Mendoza, Córdoba y Santiago del Estero. Según los últimos datos del Ministerio de Salud de la Nación (Estadísticas Vitales 2015), 416 argentinos murieron por ahogamiento y sumersión accidental en 2015. Del total, 201 eran menores de 19 años (una muerte cada 48 horas) y la mayoría varones. De hecho, el ahogamiento es la segunda causa de muerte entre el año de vida y los 15, sólo precedida por los accidentes viales.

“El ahogamiento en aguas claras, en piletas o inclusive en mares, lagos y arroyos es la tercera causa de muerte por traumatismo no intencional en el mundo. Se calcula que anualmente, por ahogamiento, mueren 372 mil personas, según datos de la OMS”, explicó Fernando Burgos, jefe de pediatría del área ambulatoria del Hospital Universitario Austral y miembro de la red Niños Sanos, Niños Felices.

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“La mortalidad de las víctimas por ahogamiento por inmersión varía entre el 10% y el 24%. Los niños y adolescentes son muy vulnerables, por lo que los más pequeños deben estar siempre vigilados y bajo supervisión de adultos responsables”, le dijo a PERFIL Daniel Miranda, presidente del Comité Nacional de Prevención de Lesiones de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), que realizó el consenso “El niño y el agua” para dar visibilidad a esta problemática.

Recomendaciones. Enseñar a nadar es una de las medidas en las cuales se hace hincapié en el consenso. Esto debería comenzar a los cuatro años, edad en que los niños están física y mentalmente aptos para comprender y realizar lo que se les enseña. Sin embargo, saber nadar no le da al chico la seguridad para mantenerse a flote en una emergencia, advirtieron los especialistas.

“Se aconseja la natación a partir de los 4 años pero como una enseñanzan deportiva. También, la matronatación para que los niños, junto a los papás, tengan un momento de recreación. Y de esa forma el niño en el agua pueda estimularse. Pero eso no significa que sea una medida de prevención para que el niño no se ahogue. Para prevenir accidentes, los chicos siempre deben estar al cuidado de un adulto y los menores de 3 o 4 años deben tener un salvavidas o las famosas ‘alitas’ en los brazos para mayor seguridad”, sostuvo Burgos.

Para Miranda, toda pileta o reservorio de agua público o privado debe tener cercos seguros y sobre todo reglamentarios, algo que no siempre se cumple. Esto es, un cerco perimetral completo de 1,30 m de alto como mínimo, enterizo o con barrotes verticales separados por una distancia máxima de 10 cm. Además, el cerco debe tener una puerta única con un mecanismo de apertura-cierre no accionable por niños pequeños. Otro consejo es no dejar juguetes que floten en la piscina porque llaman la atención de los más pequeños, que no tienen noción del peligro.

En el 85% de los casos, los ahogamientos pueden prevenirse. Para esto, los especialistas hacen hincapié en la importancia de la supervisión, pero también en la instrucción y educación pública. Por ejemplo, que todas las personas estén entrenadas en técnicas de reanimación cardiopulmonar; lo que puede salvar una vida.