En paralelo al aumento de casos del nuevo coronavirus –se confirmaron hasta ayer 9.826 en todo el mundo, la mayoría en China– y mientras la lista de fallecidos alcanzaba los 213 casos, también comenzaron a crecer las restricciones al movimiento de personas que podrían ser portadoras. Así, a las ciudades chinas en cuarentena, se sumó ayer EE.UU. cuando –con la intención de contener la epidemia– sus autoridades de salud determinaron que 195 personas que fueron repatriadas desde el epicentro del brote, en Wuhan, deberán permanecer aisladas por 14 días en una base militar.
Mientras tanto, tras varios días de discusiones técnicas, esta semana, y ante la cantidad de casos causados por la cepa bautizada “2019-nCoV”, la OMS declaró la “emergencia internacional de salud pública”. Y ayer varios países, incluyendo EE.UU. y Argentina, recomendaron a sus ciudadanos “no viajar a China en este momento, de no ser algo necesario e imperativo”. Con ese objetivo las aerolíneas Delta y American Airlines se sumaron a otras empresas y suspendieron sus vuelos directos al país oriental.
Sin embargo, este tipo de medida no ha sido, por ahora, avalada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que todavía sostiene que “las restricciones de viajes pueden causar mayores daños ya que favorecen el ocultamiento de información y afectan el comercio y la provisión de, incluso, insumos medicinales”.
Más ciencia. Junto a los brotes, también está avanzando en forma veloz el conocimiento científico sobre la biología de este virus. Según le dijo a PERFIL Osvaldo Teglia, profesor de Infectología en la Universidad Austral, “esta epidemia es diferente de las anteriores porque hemos podido seguir su evolución prácticamente en tiempo real. Incluso, en tiempo récord, los científicos pudieron identificar el virus y completar su análisis genómico”.
Según este experto, “hasta ahora todo indica que se trata de un tipo de virus de baja patogenicidad, al menos si se la compara con su ‘pariente’ más directo, el SARS. Aunque sí podría resultar ser de mayor contagiosidad”. Respecto de los fallecimientos, de acuerdo con Teglia, hasta ahora la mayor parte ocurrieron en personas que ya padecían algún tipo de déficit inmunitario o alguna enfermedad compleja de base, como una diabetes o alguna deficiencia en su sistema inmunológico.
Por su parte, Gerardo Laube, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología y profesor en la Fundación Barceló, le comentó a PERFIL que “aunque no se puede predecir cómo evolucionará la cantidad de afectados en las próximas semanas, lo cierto es que en base a las precauciones, aislamientos y controles globales es posible pensar que se pueda controlar el avance de la epidemia”.
En el caso de Argentina, “la situación es, por ahora, de bajo riesgo. En parte porque estamos en verano y hay un menor hacinamiento, lo que dificultaría la transmisión del virus. De todos modos no se puede descartar que en el futuro cercano se identifique algún paciente en nuestro país. De hecho, ya hubo un puñado de casos en los que se activaron los protocolos (ver recuadro), aunque luego se descartó que fueran casos relacionados con este virus”, agregó.
Justamente, para manejar esas eventuales situaciones, ambos expertos recomendaron que todos los integrantes de los sistemas de salud, tanto público como privado, deben estar alertas ante cualquier sospecha de una persona con los síntomas de esta patología. Es necesario que ya desde la guardia se activen y se sigan los pasos y acciones que recomiendan los protocolos internacionales y la OMS.