Antonia Albarracín tiene 42 años y vive en Río Chico, una localidad al sur de Tucumán. Hasta hace unos meses no podía hablar, respirar con normalidad, ni comer por la destrucción total de su tráquea. Sin embargo, una inédita intervención realizada por profesionales del Hospital Centro de Salud de esa provincia le cambió la vida: le implantaron una tráquea realizada con una impresora 3D. “Ahora puedo hacer una vida normal”, le dijo Antonia a PERFIL por teléfono con la voz aún un poco ronca por la operación, realizada hace ocho meses pero que recién se conoció ahora.
“La paciente tenía una destrucción de la tráquea del cuello tras estar en terapia intensiva con una intubación prolongada. La única forma de vivir era con una sonda nasogástrica y con la traqueotomía. No podía hablar. Tenía una mala calidad de vida”, explicó Guillermo Stock, jefe del Servicio de Cirugía del hospital tucumano.
“Como no tenía tráquea y no había forma de reconstruirla, de elevar la tráquea desde el tórax hacia la laringe, se nos ocurrió crear una prótesis con una impresora 3D y utilizando un material biodegradable (policaprolactona). Le sacamos algunos cartílagos de la costilla, revertimos la prótesis y la implantamos en el músculo del cuello”, agregó.
Para crear la tráquea con una impresora 3D, se partió de una imagen virtual del órgano a reemplazar y se trabajó con un software especial para hacer el diseño y darle forma, según relató José Urpi, traumatólogo del hospital que depende del Ministerio de Salud de Tucumán.
La cirugía, de alta complejidad, se realizó en dos etapas: primero el implante y después la reconstrucción del tubo traqueal. “El primer año, se limpia cada dos mes y después se va descamando. Se afina de tal forma que cambia su histología. Hasta que queda bien constituido el tubo de la tráquea”, agregó Stock. Los resultados de esta cirugía inédita en Argentina fueron presentados en el último Congreso Panamericano de Otorrinolaringología.
Logro. “Estaba internada en el Hospital de Concepción para que me quiten los ovarios y cuando entré a sala de operaciones, hice un paro de 15 minutos y quedé en coma con respirador. Tenía una fístula que no me la podían cerrar y me derivaron al Hospital Zenón Santillán de Tucumán. Ahí lo conocí al doctor Stock”, cuenta Antonia. Sobre la inédita operación a la que se sometió, asegura que puso su fe en Dios y en los médicos: “me decían que no era seguro, pero que iban a hacer todo lo posible y por suerte salió todo bien”.
A Antonia, mamá de tres hijos varones de 25, 23 y 21 años, la operación le cambió la vida: “empecé a hablar de nuevo, a alimentarme bien y ahora hago una vida normal. Voy a gimnasia, hago las tareas de la casa y cuando puedo ayudo en la cocina y la limpieza de una escuela de la zona. Estoy muy agradecida con los médicos”.
Para Stock, la posibilidad de imprimir prótesis en 3D abre un nuevo camino para este tipo de patologías, aunque aclaró que el caso de Antonia fue excepcional. “Este tipo de operaciones sólo es posible cuando el paciente sufrió un daño muy grande en la tráquea y no queda otra alternativa”.
El uso de impresoras 3D en medicina es un campo en expansión. Desde piezas dentales y prótesis ortopédicas a medida de cada paciente, hasta un corazón con resinas acrílicas que imitan el tejido original para que los médicos ensayen mejor una cirugía. En la Universidad Nacional de San Martín, por ejemplo, hay una bioimpresora capaz de imprimir tejidos humanos usando materiales biológicos. La revolución está en marcha.
