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DESIGNACION II

A lo Pirro, no

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Durante mucho tiempo hemos pensado que el consenso y la justicia eran dos ideas separadas. Que la búsqueda de consensos se vincula esencialmente con la política y la búsqueda de justicia, con la Constitución. Sin embargo, la búsqueda de justicia es al final inseparable de la búsqueda de consensos. Porque la justicia no puede ser una actividad que se impone desde afuera a una sociedad, sino un valor que surge de ella misma. En este sentido, los jueces son expresión de la sociedad en la que viven. Y sus sentencias –y esto no supone en modo alguno vulnerar la división de poderes, que es otra discusión– deben reflejar en todo caso esos consensos o acuerdos básicos.
¿Cuáles son esos acuerdos esenciales que deberían regir a todo juez o candidato a ocupar ese cargo? Podríamos decir, en primer lugar, la disciplina ética. En ésta descansa la tan mentada “independencia” del jurista. La independencia del juez es el pilar sobre el que descansa la independencia de la Justicia. Esa independencia no es nunca un valor abstracto: depende de hombres y mujeres de carne y hueso que en su actuar cotidiano sean independientes. Esto quiere decir, capaces de ponerse por encima de presiones, intereses, extorsiones: los jueces deben ser, en una república, los últimos en corromperse. Porque donde la Justicia se corrompe, se corrompe el Estado de derecho. Los jueces son los guardianes de la Constitución.
En segundo lugar, la formación académica; esto significa que el jurista debe poder fundamentar sus decisiones, sus votos o sentencias. No sólo “motivar” sus fallos, lo cual es su obligación, también ser capaz de explicarlos de cara a la sociedad, con un lenguaje llano, claro, pedagógico.
Como puede advertirse, el primer y el segundo puntos son en rigor inseparables: un juez que no tiene formación sólida difícilmente pueda fundar (argumentar, razonar, defender) sus sentencias frente a la sociedad, contribuyendo así a una discusión colectiva seria, mejorando el nivel de la discusión política ciudadana. Y un juez sin formación destacada, que no puede fundamentar su razonamiento (sus razonamientos jurídicos), difícilmente pueda ser un juez independiente.
El tercer punto que nos convoca en la designación de un joven jurista a la Corte Suprema es la referida “experiencia” del candidato. La edad por sí sola no es un argumento: la juventud o la vejez no dicen nada de las ideas de una persona, tampoco de su integridad moral. Ni de su formación. La edad no aporta por sí sola más “experiencia”: lo que le faltaría a Carlés no es más “experiencia” (que por otro lado la tiene), es otra cosa lo que se está discutiendo y aún no se ha podido verbalizar correctamente. La edad aporta –suele dar– un rasgo que la juventud en general no tiene: templanza. Y la templanza no es un rasgo menor o un rasgo “más” en la administración de justicia; es una de sus bases. Una Justicia sin templanza se vuelve fácilmente una Justicia revanchista. Corporativa, sectorial, facciosa, no independiente sino “militante”. La templanza de los jueces separa la justicia de la venganza. Por eso los juicios de derechos humanos fueron llevados a cabo en tribunales ordinarios, con jueces comunes, tomando todas las garantías y tratados de derechos humanos: no hubo cárceles especiales, ni jueces especiales, ni leyes especiales. No hubo por eso “revancha”: hubo un Poder Judicial independiente, con sus estructuras habituales, ordinarias, con sus procedimientos habituales, llevando adelante una digna política de Estado (producto de un consenso social básico: no podíamos seguir viviendo en la impunidad). Igual que en el Juicio a las Juntas.
Hay victorias a lo Pirro, como dijo Sanz alguna vez. Pero éstas no deben ser las victorias que llevan a un juez a la Corte. No se trata de “juntar el número”. Si para designar a un juez en la Corte Suprema hay que “juntar el número”, hay que “contar” los votos en los pasillos, hay que ver “si los números dan”, es que nos hemos equivocado de juez. Y como dijo Poe, el problema no es cometer errores. El problema es insistir con ellos.

*UBA-Conicet / Becario de la OEA / Profesor visitante de la Freie Universität, Berlín.