COLUMNISTAS

A los enemigos, ni justicia

La profundidad y la velocidad de la caída que experimentó la imagen de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no registra antecedentes. Nunca antes, nadie, a tan poco tiempo de haber asumido la jefatura del Estado nacional, había dilapidado tanto capital político. Todavía le falta bastante para llegar a los 150 días en el Gobierno y, sin embargo, la inmensa mayoría de las encuestas serias que no se hacen públicas hablan de, por lo menos, un descenso de 15 puntos entre los que juzgan positivamente su actuación.

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La profundidad y la velocidad de la caída que experimentó la imagen de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no registra antecedentes. Nunca antes, nadie, a tan poco tiempo de haber asumido la jefatura del Estado nacional, había dilapidado tanto capital político. Todavía le falta bastante para llegar a los 150 días en el Gobierno y, sin embargo, la inmensa mayoría de las encuestas serias que no se hacen públicas hablan de, por lo menos, un descenso de 15 puntos entre los que juzgan positivamente su actuación.
Se trata de compulsas que mágicamente han desaparecido de la luz pública por la prudencia responsable de algunos consultores o por la complicidad económica de otros. La Presidenta podrá recuperarse en las mediciones y darle un nuevo vigor a su administración si consigue quebrar el malhumor social que se expresa en una creciente fatiga ciudadana hacia una mujer que parece que gobierna hace más de 1.500 días. Es el fracaso conceptual de aquella consigna electoral del cambio dentro del cambio. La imagen de continuismo en los hombres y las metodologías es el peor legado que le dejó su marido. Un fuerte volantazo que cambie expectativas, agendas, estilos y miembros del gabinete tal vez ayude a que recupere parte de la lozanía que todo gobierno nuevo tiene, amén de las esperanzas que despierta y de la paciencia con la que se lo debe tratar.
Hay muchos sectores nada kirchneristas que están dispuestos a ayudar al Gobierno más de lo que el Gobierno está dispuesto a ayudarse a sí mismo. Es que sienten temor ante la aceleración de una crisis que no parece encontrar su piso. Yo mismo me pregunté si era constructivo encabezar esta columna con una información tan grave en momentos muy complejos, metaforizados insólitamente por el humo que nos hace más difícil ver y respirar. ¿Realismo mágico o realismo trágico?
La respuesta está en cualquier manual básico: la misión principal del periodista es des-cubrir aquello que el poder quiere cubrir. Revelar lo que este y todos los gobiernos quieren ocultar. De esa tensión entre fuerzas opuestas surge el nivel de calidad de la libertad de prensa de un país. Y hay que decir que en este tema clave tampoco se registran antecedentes desde la recuperación de la democracia. Nunca antes la libertad de prensa fue de tan bajas calorías durante gobiernos democráticos. Nunca estuvo tan amenazada por un matrimonio que tiene una obsesión enfermiza por todo lo que se dice y se escribe, y que casi se enorgullece de sus altísmos niveles de intolerancia hacia todo tipo de pensamiento crítico.
Es en este contexto donde hay que encender todas las luces de alerta sobre la ofensiva final que se está preparando bajo el disfraz de la nueva ley de radiodifusión que se viene. El titular del Comfer, Gabriel Mariotto, lo dijo con toda contudencia en su arenga: “Es la madre de todas las batallas y por eso es importante que cada compañero tenga una trinchera para presionar a los medios para que instalen en la agenda temas trascendentes que siempre han sido silenciados”.
¿A qué temas se refiere Mariotto? ¿Al ocultamiento oficial de las verdaderas cifras de inflación y de la canasta básica de alimentos, que golpea brutalmente entre los más pobres y que amplía la brecha de inequidad social? ¿A los rumores de fuertes peleas políticas dentro del matrimonio Kirchner que se expresan ya no en un doble comando sino en un comando divergente? ¿A la irracional sugerencia que hacen algunos cortesanos de que si voltean a Alberto Fernández pasa Néstor a ser jefe de Gabinete y vuelve con todo el poder de De Vido y Moreno? ¿A esa locura de huir hacia adelante mediante un ajuste ortodoxo sorpresivo con inmediato congelamiento absoluto de la actividad económica como hicieron trascender a algunas empresas? ¿A los paros que la UOM comienza a partir del martes en reclamo de un aumento mucho más importante del conseguido por Hugo Moyano? ¿Al grave riesgo de conflictividad social que implica la posibilidad de reabrir la discusión salarial como estudian muchos gremios que se adelantaron para alinearse con el Gobierno y ahora no saben qué decirles a sus bases? ¿A las presiones que está sufriendo Aerolíneas Argentinas? ¿A la parálisis que les agarró a los industriales argentinos cuando vieron el trato propinado a Sidor por un presidente tan amigo del Gobierno, como Hugo Chávez?
Hay que extirpar cuanto antes el cáncer de la Ley de Radiodifusión de Jorge Rafael Videla, quien concentra en su apellido todos los símbolos del terrorismo de Estado y del aniquilamiento de la libertad. Pero hay que reemplazarla por una ley de todos los argentinos y no solamente de los Kirchner.
Fue casi un sincericidio el del diputado Manuel Baladrón, cuando dijo: “Vamos a escuchar a todos, pero no vamos a cambiar el objetivo del proyecto. Llegó el día de hacer justicia”. Epa, epa. ¿Escuchar sólo como una formalidad para la tribuna y después aplicar el rigor de la mayoría que levanta disciplinadamente las manos sin debate y sólo cuando los Kirchner lo autorizan? ¿Qué tipo de medios de comunicación aspira a desarrollar el proyecto oficialista? ¿Quieren medios más pluralistas, menos concentrados y más abiertos a la comunidad? ¿O quieren medios más disciplinados, más domesticados y menos críticos? ¿Cuál es el modelo de periodista o empresa que les gustaría fomentar? ¿El de Oscar González Oro, a quien le dieron el solitario privilegio de entrevistar tanto al ex como a la actual Presidenta? ¿El del diario de Rudy Ulloa Igor, que al día siguiente de que Mario Das Neves fustigó a Alberto Fernández publicó un recuadro en tapa alertando sobre la fuerte caída de la imagen del gobernador de Chubut?
Tienen razón los expertos que dicen que los medios de comunicación no deben ser meros fabricantes de productos comerciales, cuyo único interés sea el lucro. Pero tampoco deben ser pasquines de propaganda de un partido político y mucho menos de un matrimonio. Por eso, vale la pena estudiar con mucha rigurosidad algunas evidencias:

¿Dónde están sepultados los restos de la libertad de prensa en Santa Cruz?

¿Cómo sostuvo Néstor Kirchner, artificialmente y con el dinero de todos los argentinos en forma de pauta publiciaria a una cantidad de medios amigos que no acusan peso en la balanza y cómo castigó de diversas maneras a los que consideró enemigos? Dicha arbitrariedad se produndizó con la actual Presidenta, quien, además, fustigó a los “generales mediáticos del golpismo” y metió la pata hasta acá con Hermenegildo Sábat y otras agresiones.

¿Qué rol juegan la agencia oficial Télam y Canal 7? Una hace campaña con los cables que despacha y hace trampa con los que no despacha. El otro, en la pantalla, mezcla una programación muy valiosa y digna con una prestación informativa al servicio de Cristina.
Quedó en la historia negra aquella orden que dio la entonces senadora para que se emitieran en vivo y sin cortes las casi cinco horas de un discurso suyo.

Como contrapartida, podría tomarse de ejemplo lo mejor de este Gobierno: ese producto de Daniel Filmus y asociados que es el canal Encuentro, síntesis de creatividad y pluralismo que enaltece tanto como la apuesta estratégica a la ciencia con la designación de Lino Barañao.

Pero los “observatorios de medios”, eventuales tribunales que condenan y que funcionan como una suerte de reino del revés, se multiplican.
Albert Camus decía que el periodista debe ser fiscal del poder y abogado del hombre común. No es el poder el que tiene que ser fiscal del periodismo. La Justicia está para eso, no el Poder Ejecutivo. No porque los periodistas sean intocables, infalibles o tengan fueros. Todo lo contrario: el periodismo debe ser criticado más que nunca. Son muchísimas las barbaridades que se cometen en su nombre: mala praxis, censura, falta de rigurosidad y corrupción, entre otras. Pero no es el Gobierno el que debe observar ni convertirse en policía ideológica. Lo deben hacer los ciudadanos a través de las más diversas asociaciones y organizaciones no gubernamentales y de defensa del consumidor de noticias.
La fractura social también aflora en este campo con actitudes incomprensibles y tristes .
Muchos referentes que hasta hace muy poco estaban en la misma vereda de defensa de los derechos humanos y en el combate contra Carlos Menem y su “maldita herencia” ahora se enfrentan con altas dosis de odio. Algunos ingresan directamente en el bizarrismo.
La agrupación de Máximo Kirchner, que nuclea a Juan Cabandié y Victoria Donda, entre otros, emitió un comunicado donde acusan no a Eduardo Feinmann sino al periodista Edgardo Alfano de “ser discriminatorio y de tener actitudes fascistas” con ellos. O el propio Luis D’Elía caracterizando por escrito a Ernesto Tenembaum de “otrora progresista hoy condicionado por los importantes contratos que lo subordinan al Grupo Clarín”.
Ver para creer. Hay muchos combatientes anotados en la guerra popular prolongada de cartelitos que quieren hacer sonar el Clarín. Desde Moyano hasta el propio Néstor.
Un respetadísmo investigador y profesor de la UBA, Guillermo Mastrini, dijo que con la actual Ley de Radiodifusión “es más fácil poner una central atómica que un canal de cable”. Y es verdad. Con la excepción de C5N, que no es precisamente Atucha.
La vieja política volverá y será millones… de dólares. A los enemigos ni justicia.
Pero a los amigos, todo.