El gran semiólogo argentino Eliseo Verón calificaba los discursos en función del tipo de receptor en tres: contradestinatarios, paradestinatarios y prodestinatarios. En el primero el enunciador se dirige contra sus oponentes a quienes nunca podrá convencer (a lo sumo, vencer) y con quienes antagoniza. Es el discurso negativo hacia un sordo que no quiere oír, un destinatario imposible e impenetrable al que se los define impersonalmente con un genérico que puede ser los comunistas, los fascistas, la derecha.
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En sentido opuesto se ubica el discurso positivo dirigido al prodestinatario, los partidarios, el colectivo de identificación, quienes adhieren a los mismos valores y hacia quienes el enunciador puede referirse como “nosotros”.
Y queda el discurso dirigido a los paradestinatarios, los que están fuera de juego, los indecisos y a quienes se quiere persuadir.
En función del tipo de destinatario se apela en mayor o menor medida a sus cinco componentes del discurso: descriptivo, didáctico, prescriptivo, programático e interpelativo. Los primeros dos corresponden al campo del saber, el prescriptivo al del deber, el programático al poder hacer, y el interpelativo a la lógica de la polémica.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional exacerbó públicamente las diferencias entre el cristinismo y el Presidente haciendo que cada declaración de la vicepresidenta: “la banda y el bastón no es todo el poder” este miércoles en el CCK, y su hijo Máximo días antes: “hay que cortarla con las pendejadas en la TV” y “no hay que amontonarse por amontonarse”, parezcan dirigidas a la interna del Frente de Todos con el Presidente y sus alfiles como contradestinatarios.
En el propio sector allegado a Alberto Fernández se interpretó la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de diputados oficialistas como un intento de “limar” el aumento de capital político que generaba en el Presidente el acuerdo con el FMI.
Las intenciones de los actos carecen de la prueba que tienen los actos mismos, por lo que se pueden hacer especulaciones de móviles suicidas, del tipo: La Cámpora no quiera correr el riesgo de que Alberto Fernández pudiera ser reelecto y al igual que Macri y Scioli en 2015 prefieran –consciente o inconscientemente– en diciembre del año próximo en la Casa Rosada más a Rodríguez Larreta, que nuevamente a Alberto Fernández
Pero es probable que Máximo Kirchner no se dirija a los contradestinatarios que integran ese universo albertista, sino a sus paradestinatarios del Conurbano que son día tras día cooptados por el trotskismo de los partidos de izquierda más intransigentes.
Si La Cámpora se asume como el ala de izquierda del Frente de Todos tiene que quitarle el sueño el crecimiento sostenido de los partidos trotskistas agrupados en el FIT (Frente de Izquierda y los Trabajadores): Partido Obrero, Partido de los Trabajadores Socialistas, Izquierda Socialista y Movimiento Socialista de los Trabajadores, que duplicaron sus votos entre 2019 y 2021 pasando de 3 a 6 por ciento, constituyéndose en la tercera fuerza nacional.
Paralelamente, si La Cámpora entiende que su sede central se encuentra en el conurbano bonaerense y en esa área geográfica se concentra la mayor cantidad de pobres del país, el crecimiento del trotskismo es doblemente amenazante para ellos: la mitad de los más de un millón de votos del FIT en las elecciones de 2021 vinieron de la Provincia de Buenos Aires.
El destinatario del discurso de Cristina Kirchner no necesariamente tiene que ser el mismo que el de su hijo Máximo que por una cuestión generacional debe estar mirando el voto de las próximas décadas, mientras que la vicepresidenta debe estar mirando cómo la retratará la historia.
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En su discurso en la apertura de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana (EuroLat) además del recorte sobre el bastón y la banda también dijo: “Sigo sosteniendo que ambas construcciones, el estado de Bienestar y el neoliberalismo son construcciones políticas, no son proyectos ni modelos económicos. Creo que sinceramente el capitalismo se ha demostrado como el sistema más eficiente y eficaz para la producción de bienes y servicios”.
Cristina Kirchner no tiene el aliento en la nuca del Frente de Izquierda y los Trabajadores, sino el de la finitud y la posteridad que aunque no inmediata tampoco es tan lejana.