La palabra pronóstico se refiere a la acción y efecto de pronosticar, es decir conjeturar algo
futuro. Hay pronósticos meteorológicos, médicos y de otros tipos, entre ellos los de origen
económico, los cuales se realizan sobre distintas variables a fin de disponer de información para
la toma de decisiones. Se pronostica en base al “estado de las artes presente”, y
conjeturando sobre algunos hechos a acontecer, eso sí, sin prever un hecho catastrófico, pues los
mismos resultan imposibles de pronosticar.
¿A qué viene todo esto? A que los pronósticos económicos confeccionados en noviembre del año
pasado, hace tan sólo tres meses (y parece que pasó una década desde entonces), me parece que
deberán ser revisados. ¿Por qué? Porque vivimos en la Argentina, y sistemáticamente aparece y/o se
genera alguna “catástrofe”.
¿Cuál era el “estado de las artes” cuando se realizaron los pronósticos en
noviembre pasado?
1. La crisis mundial había tocado piso, por lo que todo lo que vendría sería
mejor, aunque la velocidad de recuperación mundial sería más lenta.
2. Los precios de las commodities internacionales habían alcanzado un piso y
volvían a subir. No todos lo hacían de la misma manera. El precio promedio de los alimentos no
había caído significativamente, el valor de 2009 superaba al promedio de 2007 y se encontraba por
debajo del promedio de 2008, pero en niveles aún elevados. En cambio, los precios de los productos
industriales y los metales de 2009 eran mayores al promedio de 2005, pero se encontraban por debajo
de los vigentes en el trienio 2006-2008, aunque venían en franca recuperación. Lo que tanto había
ayudado al gobierno de Néstor Kirchner y tanto había perjudicado al gobierno de Cristina Fernández
comenzaba a revertirse.
3. Nuestros vecinos, principalmente Brasil, mostrarían importante crecimiento en
2010, lo que provocaría un aumento de la demanda por nuestras exportaciones, principalmente de
productos industriales.
Contras. Dado lo anterior, el marco externo “lucía” como favorable, lo
cual no es poco después de la crisis internacional enfrentada en 2008 y 2009. ¿Y el “estado
de las artes” por casa cuál era?
1
. El ciclo económico adverso enfrentado desde 2008 había alcanzado un piso (o
valle) y la economía comenzaba a dar señales de recuperación. El PBI había detenido su caída en
junio de 2009 (y la industria algo antes, en el primer bimestre de 2008), lo que permitía pensar
que la recuperación en ciernes se materializaría en 2010.
2. El sector primario, que había enfrentado una sequía muy importante, iba en
camino a una recuperación, principalmente basada en el “yuyo” que tantos ingresos
acercó a los gobiernos a partir de 2003.
3
. Se había detenido la fuga de capitales en los dos últimos trimestres de 2009, lo
cual alentaba la idea de que la economía local pudiera crecer algo más rápido.
4. Las cámaras legislativas habían votado una ley de presupuesto bien conservadora
desde el lado del crecimiento del gasto, lo cual inducía a pensar que se le ponía el
“cascabel al gato”, es decir se limitaría la tasa de crecimiento del gasto público. La
ley marcaba la necesidad de financiamiento por $ 28 mil millones, es decir unos US$ 6.650 millones
al tipo de cambio estimado por las autoridades, los cuales deberían ser buscados en los mercados
internacionales. Por ello, las cámaras borraron de un plumazo la “ley cerrojo”, para
iniciar una refinanciación.
5
. Por lo tanto, sólo quedaba por suponer qué medidas implementaría el nuevo
ministro de Economía, Amado Boudou. Cuando asumió, sabía que su principal tarea era conseguir esos
fondos para financiar el déficit fiscal de 2010. Su estrategia consistía en acercarse al FMI
(permitir la revisión de la Argentina, Artículo IV), lo cual le permitiría renegociar con el Club
de París y los holdouts (los que no aceptaron la refinanciación de 2005). Alcanzando esos acuerdos,
podría retornar al mercado de capitales y conseguir esos fondos.
Los pronósticos en aquel momento se confeccionaron en base a lo anteriormente citado, por lo
cual se estimó un importante crecimiento del PBI, lo que permitiría volver a los valores de 2008, o
sea recuperar todo lo perdido en 2009 (-4,7 por ciento). La tasa de inflación se pronosticó en
niveles similares a los de 2009 (16%, la cual no tiene nada que ver con la publicada por el INDEC,
7,7%), y en general el resto de las variables pronosticadas (inversión, saldo del balance
comercial, tasa de desempleo) mostraría mejoras.
Pronósticos. Pero el “diablo metió la cola”, pues la palabra FMI es
una mala palabra para el anterior y el actual gobierno, y más si el organismo en cuestión iría a
opinar sobre las estadísticas del INDEC, organismo que es cuestionado desde enero de 2007.
Ese fue el hecho “catástrofe” que alteró todos los pronósticos, pues se
“cayó la estantería” y sin arreglo externo había que salir a buscar el financiamiento
de los US$ 6.650 millones para cubrir el déficit. Como mago que hace aparecer conejos, el ministro
hizo aparecer el Fondo de Bicentenario, y/o casualidad por US$ 6.500 millones, el 30% de las
reservas excedentes (¿excedentes de qué?, no lo sé). El otro 70% de las reservas excedentes (US$
11.500 millones) no se tocaba… aún, porque sería el financiamiento de 2011.
El anuncio original sobre el Fondo del Bicentenario era que se usaría de garantía para la
refinanciación con los holdouts, pero una vez conocido el decreto sobre el mismo nos dimos cuenta
de que su nombre se había transformado en FFF (Fondo Financiamiento Fisco). Se sustituía el
financiamiento externo estipulado en la Ley de Presupuesto por las reservas del BCRA. Conocida es
la novela que originó la medida en enero pasado.
¿Y qué sucedió con los pronósticos? Pues bien: “¡Bótalos al tacho de basura!” que
ya resultan inservibles. Pero aún no se conocen los nuevos pronósticos, que estarán al salir, pero
seguramente serán más agoreros que los hechos públicos en noviembre pasado.
¿En qué cambiarán? Al tomarse la decisión de financiar el fisco con reservas, resulta que
nuevamente el BCRA financiará con emisión el déficit público del Gobierno nacional. La Argentina
tiene cerrado el mercado de capitales externo e interno, lo cual la lleva a tomar medidas de
apropiación (p. ej. groseras retenciones a las exportaciones, AFJPs, capitalización del FMI, Fondo
de Garantía de Sustentabilidad, reservas) para financiar su déficit fiscal. Eso es lo nuevo: el
déficit fiscal, que apareció en forma incipiente en 2009, a nivel nacional y provincial, y que se
agudizará en 2010.
La inflación, que es un impuesto que se cobra sobre los billetes y monedas que cada uno de los
argentinos tenemos en el bolsillo o en cuenta corriente, es un impuesto no legislado. Es un
impuesto que afecta principalmente a los sectores asalariados y jubilados, es decir a los de
menores ingresos. Es un impuesto que no se coparticipa con las provincias. Es un impuesto fácil de
recaudar. Y es el impuesto más regresivo que existe pues recae sobre los sectores de menores
recursos, los cuales transfieren ingresos a sectores de mayores recursos (p. ej. a los contratistas
de las obras públicas). ¿Conoce usted impuesto más regresivo que el inflacionario? Yo no.
Atacar este problema del déficit fiscal, tan conocido durante la década de los 80, sin
disponibilidad de financiamiento (o con ella), requerirá un abierto y sincero debate parlamentario,
que no acontecerá hasta que en setiembre de 2010 el Gobierno envíe a las cámaras el anteproyecto de
ley de presupuesto para 2011; por lo tanto, en 2010 conviviremos con una mayor tasa de inflación
que la de 2009.
¿Y el resto de las variables pronosticadas? Qui lo sa. Deberemos ver cómo termina esta novela
para poder armar un pronóstico más consistente; eso sí, si no generan otra catástrofe.