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kirchner, en la crispada intimidad de olivos

A solas con Néstor

Néstor Kirchner sigue obsesionado con los medios de comunicación en general y recontraobsesionado, particularmente, con Clarín. Todos aquellos que lo visitaron durante la semana en Olivos lo escucharon enhebrar largas parrafadas sobre las supuestas victorias que viene acumulando en el campo de batalla mediático.

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Néstor Kirchner sigue obsesionado con los medios de comunicación en general y recontraobsesionado, particularmente, con Clarín. Todos aquellos que lo visitaron durante la semana en Olivos lo escucharon enhebrar largas parrafadas sobre las supuestas victorias que viene acumulando en el campo de batalla mediático, a saber:
* “Clarín vende 40 mil ejemplares menos y los otros diarios también van para atrás. Su mala leche les está empezando a jugar en contra”, llegó a decir, sin haber tomado nota de un fenómeno global que viene siendo materia de debate en cuanto foro de editores de diarios se realice de Nueva York a Oslo, pasando por Johanesburgo o Tanganika.
* “No puedo creer que Clarín no tuviera un plan general para hacernos frente, más allá de ver mal todo lo que hacemos. Habrá que convencerse de que Magnetto, Pagliaro y Aranda están faltos de reflejos. Hoy parecen más Abel que Caín”, repitió varias veces ante distintos interlocutores y en explícita referencia a los principales directivos del Grupo de la calle Piedras.
El ex presidente siguió minuto a minuto los bloqueos de Camioneros a las distribuidoras de diarios y revistas informados con regularidad por Hugo Moyano, a quien felicitó por “los huevos” en cada llamado telefónico.
Elogió con recurrencia a Aníbal Fernández por su activa presencia ante las cámaras y los micrófonos, ganándose al menos una vez por día un título en los diarios. “Es mucho mejor jefe de Gabinete que Alberto”, repitió hasta el cansancio, divertido con las ocurrencias de este Fernández para desacreditar a Elisa Carrió (quien ya no sólo “tiene los patitos desalineados”, sino que, además, carece de “algunos caramelos en el frasco”) y cada día más enojado con aquel Fernández, quien cumpliera con suma disciplina el papel de editor jefe de la Casa Rosada durante todo el primer mandato kirchnerista, aunque menos desde la exposición pública que desde la reprimenda privada.
Donde no cree venir ganando Kirchner, sin embargo, es en las encuestas. Las mira para arriba y para abajo todo el tiempo, ofuscándose por su baja popularidad (entre el 27% y el 33% según los sondeos más benevolentes) y su impopularidad en alza (hasta el 85% en las que considera más “salvajes”).
Quienes lo vieron en estos días a solas notaron un gran contraste entre el “excelente temperamento” que despliega y una llamativa “palidez” que, más allá de las palabras duras y el tono enfático, lo muestran “desmejorado”.
Pese a que insiste en que el 28 de junio no fue derrotado por Francisco de Narváez sino por la prensa, parece haber tomado nota de la opinión en contrario que en su momento le arrimó el consultor Artemio López, quien sostuvo que aquel revés en las urnas se originó en la escasa visibilidad que tienen las políticas sociales del Gobierno, sobre todo en las zonas más postergadas del Conurbano bonaerense.
“Tenemos que fidelizar al 7% del electorado más pobre”, dicen que dice Kirchner, sin esbozar autocríticas que deberían caerse de maduras y muy entusiasmado por los efectos positivos que tendrán las últimas medidas anunciadas por Cristina, como la asignación universal por hijo y el apoyo financiero a las cooperativas de desempleados. El Pingüino Mayor escucha más ofertas en esa misma dirección, algunas bastante disparatadas que su hermana Alicia desaconseja para no convertir a su ministerio en el gran protestódromo nacional y otras que sacan de quicio a los intendentes del segundo cinturón, al mismo tiempo que llenan de entusiasmo a los grupos piqueteros.
Kirchner se entusiasma con “un excelente 2010 en lo económico”, lo cual lo impulsa a elogiar al ministro Amado Boudou y a entusiasmar a la tropa con una idea como fuerza elemental: “Cristina está haciendo un mejor gobierno que yo”. Y, con demoledora piedad, afirma que “Daniel (Scioli) no está haciendo una buena gestión y vamos a tener que ayudarlo mucho”.
En la otra vereda sólo ve con posibilidades presidenciables a Julio Cobos, por lo cual intenta quitarle luz desarrollando hasta donde se pueda el enfrentamiento público con Mauricio Macri. Entre los de su propia vereda busca, propone y descarta de a tres por hora compañeros de fórmula para una campaña que tiene decidido iniciar apenas se termine de descorchar el último champán del Año Nuevo. Le encantaría que el socialista santafesino Hermes Binner, el más oficialista de los opositores, ocupara ese lugar. Pero teme (o al menos es lo que asegura ante los gestos de desaprobación de ciertos interlocutores) que “nos termine saliendo otro Cobos”.
No sería lo peor que puede pasarle, de todos modos. Los cuatro secretarios privados del matrimonio (los mismos que entran y salen del living con alguien del otro lado del teléfono celular) acaban de ser imputados por un fiscal federal por el presunto delito de enriquecimiento ilícito, ese fantasma capaz de generar las peores pesadillas.