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OPINION

¿Acción negativa contra La Cámpora?

Frenemies. Máximo Kirchner y Alberto Fernández.
Máximo Kirchner y Alberto Fernández. | Pablo Cuarterolo

Hay una diferencia entre abstenerse y una acción negativa. Las acciones negativas no son ausencia de acción (debilidad de la voluntad), sino genuinas acciones en búsqueda de un objetivo. Son omisiones intencionales de un agente para producir efecto (reacción) en otro. 

La teoría de la acción distingue en su proceso la información, la apreciación, la planificación, la decisión y la ejecución. Sostiene que “la mente puede influir en el mundo cuando actuamos, o el mundo puede influir en la mente cuando percibimos”. Y para lograr una causalidad eficiente habrá que distinguir también entre actuar llevado por un juicio condicionado (en este caso, Alberto Fernández) y actuar llevado por un juicio incondicionado (en este caso, supuestamente, Máximo Kirchner).

Axel Kicillof y Sergio Massa, más cerca del Presidente que  de Máximo

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En el milenario tratado El arte de la guerra, su autor, Sun Tzu, coloca en el grado superior al general que puede vencer sin llegar a la batalla: el mayor arte es “vencer sin derramar sangre”. Escribió: “Ganar cien veces en cien batallas no es el apogeo de la habilidad; someter al enemigo sin pelear es el apogeo de la habilidad”. Y agregó: “Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar adonde vayas”.

Nadie imagina a Alberto Fernández actuando una batalla contra La Cámpora bajo los preceptos de Sun Tzu. Se lo asocia a alguien que carece de la determinación necesaria para plantarle batalla, y las oportunidades que le surgen serían siempre por los errores de los adversarios que él nunca terminaría de aprovechar. Pero sea su intención o fruto de la fortuna haber llevado a Máximo Kirchner al punto de actuar dejando en evidencia sus contradicciones o a la vicepresidenta exponiendo frente a la opinión pública en su última carta que sus reclamos no eran atendidos por Alberto Fernández, en cualquiera de los casos, lima el capital simbólico de Cristina Kirchner y su hijo.

¿Será Alberto Fernández como esos partenaires que para iniciar una nueva relación se hacen echar por su pareja para no pagar ellos el costo emocional de ser los culpables del fin del vínculo, actuando como víctimas pero siendo verdaderos victimarios? Siguiendo el consejo de Sun Tzu de “mantener a los amigos cerca y a los enemigos aún más cerca”, ¿habrá ido empujando a La Cámpora a acciones que la llevaran a deteriorarse cada vez?

Probablemente no, y tanto La Cámpora como el kirchnerismo más radicalizado sean los propios responsables de haberse encerrado en posiciones de las que luego no puedan salir airosos. 

Los ministros y principales funcionarios de confianza del Presidente, sumados a los gobernadores e intendentes del Conurbano que ya se hartaron del kirchnerismo más duro, se ilusionan con un Alberto Fernández empoderado que ahora se decida a removerlos de sus puestos y cajas del Estado desde donde La Cámpora se hace fuerte. Pero es probable que Alberto Fernández no tome esa decisión y no quiera fracturar el Frente de Todos. Que su estrategia sea jibarizar a La Cámpora y a los halcones cristinistas haciendo que  vayan perdiendo peso específico dentro de la coalición oficialista y también frente al electorado. Venciéndolos pero sin expulsarlos, como decía Sun Tzu del buen general que era aquel que sumaba los soldados y pertrechos del vencido sin destruirlos.

Es notorio cómo Axel Kicillof demostró distancia de Máximo Kirchner. O que Sergio Massa, quien antes estaba más cerca del líder de La Cámpora que del albertismo, se mostrara espalda con espalda con el Gobierno en los anuncios del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

El hartazgo con La Cámpora unió a diferentes sectores del panperonismo creando una oportunidad inédita para Alberto Fernández. Si se llegara a 2023 con La Cámpora y Cristina Kirchner dentro del Frente de Todos pero con la mitad del peso específico dentro de la coalición que en 2019, Alberto Fernández habría ganado la batalla como recomendaba Sun Tzu: “El arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”.

Y si tal cosa sucediera, por acción del albertismo u omisión de La Cámpora también podría salir derrotado el macrismo porque si el kirchnerismo dejara de ser una amenaza, las posibilidades electorales de los moderados de Juntos por el Cambio crecerían dentro de la coalición hoy opositora.

El mejor ejemplo de ese desgaste por insignificantización sin quitar cargos es al que sometieron a Wado de Pedro, quien mantuvo su Ministerio del Interior pero vaciado de poder real, sufriendo hasta el bullying de los albertistas, que ya ni le atenderían el teléfono.
De cualquier manera, este elenco de leales al Presidente está a la espera de un nuevo “bombazo” del kirchnerismo duro, una nueva carta crítica de Cristina Kirchner u otro gesto que no alcanzan a imaginar aún pero para el que se preparan con las antenas más paradas que nunca. Suponen, no sin razón, que La Cámpora no se dará por vencida sin nuevos intentos por recuperar centralidad.

Hartazgo de La Cámpora sienten gobernadores, intendentes y ministros

En el sector opuesto al Presidente sostienen (se ilusionan) que la propia Cristina Kirchner será quien le disputará la candidatura presidencial a Alberto Fernández en las PASO de agosto del año próximo. Para ellos, el viaje de la vicepresidenta a Honduras a la asunción de Xiomara Castro y su encendida verborragia en Tegucigalpa sería una señal de su intención de volver a presidir el país en diciembre de 2023. La vicepresidenta tendría 69 años (en febrero de 2024 cumple 70) mientras que Lula, de ganar, como resulta hoy lo más probable, asumiría con 77 años. Cristina podría hasta ser reelecta en 2027 y llegar al final en 2031 con la edad en que Lula estaría asumiendo.

Quien debería compartir ese deseo de La Cámpora sería Mauricio Macri: si la propia Cristina Kirchner fuera la candidata del Frente de Todos, la radicalización del discurso haría que, nuevamente, el fundador del PRO pudiera ser el candidato que mejor polarizara con ella.

Las cartas no están echadas pero el movimiento de Máximo Kirchner redujo el potencial del espacio propio y mejoró el de sus adversarios, hoy por hoy, expresado más por el peronismo no K que por Juntos por el Cambio.