Cuando a una le dan las primeras lecciones de defensa personal le dicen algunas cosas inesperadas. Por ejemplo: lo primero que hay que hacer es respirar hondo. ¡Ja!, mirá si vas a tener ánimo de respirar hondo cuando se te viene encima un asaltante, asesino u otra clase cualquiera de delincuente (sobre todo en estos tiempos cuando tipejos encumbrados aseguran que no hay, no hay y no hay ni inseguridad ni inflación). Y sin embargo tienen razón. No los tipejos sino los instructores de defensa personal. Si una respira hondo el aire llega en mayor cantidad al cerebro y ya se sabe que el cerebro humano es capaz de casi cualquier cosa: a una se le ocurre algo y se escapa o se salva.
También le dicen: nunca pegue de arriba para abajo; siempre de abajo para arriba. Y, continúan, si puede ser en la punta de la nariz del atacante, mejor que mejor pero siempre de abajo para arriba. Y en la nariz.
La nariz es un órgano muy particular. Cierto que nos fijamos poco en las narices, a menos que tengamos una desmesurada u horrible. Pero si no, si no hay que dejarle lugar al cirujano plástico, poco nos fijamos en las narices. Y hacemos mal.
La nariz es el órgano del cuerpo que más rápidamente reacciona ante los estímulos. Y eso que no necesitamos de probóscides como los elefantes, ni de espiritrompas como las mariposas ni de haustelos como los dípteros. Ya no nos sirve para buscar alimento ni para reconocer al enemigo ni para buscar pareja. Pero sí para explorar el mundo.El tema da para mucho más pero ya se sabe que el espacio no. De modo que para terminar: ¿por qué la nariz no nos sirve o se nos ha atrofiado cuando se trata de señalar a quien nos va a traer más problemas que satisfacciones?