En la edición del sábado 24, el columnista Roberto García incursiona en el análisis de una posible reforma a la Ley de Entidades Financieras, y hace referencia a mi participación en la elaboración de dicho proyecto; quisiera realizar al respecto algunas consideraciones y aclaraciones que considero pertinentes.
En primer lugar, debe recordarse que el tema fue uno de los ejes principales de mi campaña electoral; en efecto, una nueva ley de entidades financieras, una ley marco para las pymes, una ley para la promoción del empleo joven, fueron, entre otras propuestas, reiteradamente explicadas cada vez que tuvimos oportunidad para ello.
No hay por lo tanto sorpresa alguna, salvo que el periodista considere sorpresivo que al asumir el cargo para el que fui electo trate de cumplir lo que prometí en campaña.
Desconozco si el Gobierno nacional está trabajando en el tema, por la información disponible parecería que no, por lo menos entre sus prioridades inmediatas, de ahí que el intento de “demonizar” la idea diciendo que “tiene de acompañante, como batería oculta y curiosa simbiosis, a Guillermo Moreno” parece cuando menos un pobre recurso con pretensiones descalificantes.
Llama la atención que se confunda groseramente el concepto de “servicio público” con el de prestadores públicos o estatales del servicio; cuando hablamos de servicio público, explicamos que el sujeto en nuestro proyecto serán los usuarios del servicio, personas y empresas, que de esta forma acceden a un derecho que se adquiere justamente a partir del concepto de “servicio público”; en ningún momento hemos dicho ni insinuado que el servicio deba ser prestado en forma exclusiva por entidades estatales, lo que sí cambiará, de prosperar la iniciativa, será la forma en que los bancos otorgan préstamos, dado que tendrán distintas orientaciones y programas que cumplir, manteniendo la decisión de elegir a quien le otorga cada préstamo, realizando el correspondiente análisis de riesgo.
También entendemos que la ley debería ser explícita en indicar cuáles son las operaciones permitidas para cada grupo de entidades, abandonando el criterio “libremercadista” de que los bancos pueden hacer todo lo que no esté expresamente prohibido, y reemplazándolo por el de que sólo podrán realizar las operaciones para las que están expresamente autorizados; la crisis financiera global y las medidas y recomendaciones emergentes para superarla y evitar su reiteración suponen un sistema fuertemente regulado y supervisado; a esta crisis llegamos por la falta y no por el exceso de regulaciones. El proyecto en el que estoy trabajando es, como se puede observar, amplio y abarcativo de innumerables aspectos que exceden la posibilidad de esta nota; sólo he querido demostrar que la simplificación descalificante que pretende el periodista carece de fundamento, de investigación y del mínimo rigor profesional.
He dejado para el final una expresión de la nota en cuestión referida a mi persona; dice el autor de la nota, refiriéndose a la opinión de los “banqueros todavía colegas de Heller… que se incendian de rabia contra esa anunciada presentación; a él lo consideran un arrepentido (toda su fortuna la obtuvo en el banco)...”.
Quisiera realizar al respecto algunas consideraciones: comencé a trabajar en una caja de crédito a los 23 años; fui cajero, contador, gerente de una caja, y cuando la dictadura nos forzó, justamente al amparo de la Ley 21.526, tuve el privilegio de ser elegido para liderar la formación del Banco Credicoop Cooperativo Ltdo., primero como gerente general, y en la actualidad como presidente de su consejo de administración; ésa es sin duda mi mayor fortuna: haber podido participar en forma protagónica en el desarrollo de una experiencia fantástica de gestión eficiente y democrática, ejemplo de transparencia y de respeto de los principios y valores que la inspiran; si a esa fortuna se refiere el periodista, debo reconocer que es inmensa, aunque tal vez para valorarla adecuadamente se requieren ciertas ponderaciones éticas que probablemente no compartamos; en cuanto a fortuna material, me permito insistir en la idea de que “resisto cualquier archivo” y aceptaría cotejar sin pudor ni limitación alguna la propia con la del autor de la nota; yo puedo decir, por ejemplo, que todos mis bienes están a la vista, que jamás tuve una cuenta en el exterior de ningún color y no sé si el periodista podría sostener lo mismo. Reitero, todo lo que tengo está a la vista, mi nivel de vida, así como el de la de mis familiares (hijos, hermanos) puede ser exhibido sin reserva alguna, y de ello también me siento orgulloso.
*Diputado nacional electo.