De ahora en más –hasta octubre– todo estará dominado por la campaña electoral. Ahí están, pues, los analistas trabajando a destajo para expresar en números la foto actual de los principales sectores políticos luego de la conformación de las listas, ya en plena pelea por las primarias. A grandes rasgos y a los fines descriptivos, la foto de hoy muestra que los más confiables sostienen una ventaja del oficialismo con 30-35% de adhesiones, seguido por el núcleo duro del kirchnerismo que mantiene entre 25 y 30% de seguidores, y dos sectores bastante parejos que todavía buscan definir su rol: el massismo –con un 10-15%– y el randazzismo –cercano al 10%– en plena construcción. Todos los otros están por detrás. Pero, más allá de los números que distribuyen un cuadro de situación que podría ir variando, ¿cómo está hoy cada uno de los sectores?
En el oficialismo no salen del entusiasmo por la llegada de un peronismo dividido que, además, le sirve en bandeja los errores clásicos del manual de estilo del buen kirchnerista. La campaña sucia –con violencia en la calle–, los aprietes y la utilización política de situaciones penosas como el suicidio del jubilado en las oficinas de la Anses fueron hechos lamentables que contradicen el discurso con aires conciliadores de CFK. Es que la nueva versión que busca imponer el kirchnerismo viene sin las figuras de la vieja guardia pero con su filosofía intacta y recargada. Algo similar sucedió en la campaña de 2011.
Así como el tero oculta sus huevos en el nido y sale a hacer ruido y agitar por lugares lejanos para distraer y proteger el verdadero interés, la dinámica kirchnerista mostrará una CFK mesurada en la primera etapa, de modales casi refinados, análisis precisos y ausentes de grandilocuencia, mientras al menos tres grupos radicalizados de acólitos harán de las suyas para complicar el juego del oficialismo y sus adversarios. La orden de CFK fue concreta: “De ahora en más no se habla de Florencio Randazzo; que ni se lo nombre; literalmente debe ser como si no existiera”, aseguraron fuentes que conocen el mensaje que se les bajó a militantes, seguidores y periodistas amigos.
Entre los grupos radicalizados hay matices: “Los camporistas más duros y algunos cercanos al Cuervo Larroque agitan la idea de que el fantasma de 2001 debe ser algo inminente. Los más moderados reconocen en el actual gobierno un soporte institucional y un grado de apoyo innegable, pero abonan la teoría de que la crisis económica irá socavando ese capital electoral y que hay que estar atentos para agitar y promover el desorden en cualquier oportunidad que se presente. Por último, los violentos de siempre se jactan y aseguran que lo del piquete en la avenida 9 de Julio fue sólo un botón de muestra, como introducción a lo que vendrá”, explica un dirigente que conoce muy bien la lucha que se da en la calle. “Van a salir a molestar y hacer visibles supuestas protestas en todos los lugares donde se presente el oficialismo o el randazzismo. La idea es complicar a los intendentes y mostrar falta de estabilidad social”, agregaron. Caos necesario para que germine la semilla K.
Los otros. Por el lado del ex ministro del Interior Florencio Randazzo, los matices se van tornando algo inciertos. Sus dos apariciones públicas tuvieron gusto a poco. Algunos esperaban un discurso más definido en cuanto a sus cualidades de liderazgo. En su espacio se ilusionan con llegar a un techo para esta elección de medio término cercano al 15%. Los analistas creen que, hasta el momento, parece un número demasiado lejano. No obstante, esa aspiración puede tener visos de concreción debido a la meseta por la que transita el tercer jugador opositor de la contienda: Sergio Massa.
Más allá del discurso ganador que buscan imponer tanto Massa como Margarita Stolbizer, en el massismo hay verdadera preocupación por la falta de empatía que hay entre su líder y una gran porción del electorado. La baja de su credibilidad y su pasado kirchnerista –argumentos sobre los que machacó el oficialismo– fueron estocadas certeras que, más allá de sus propios errores, finalmente le hicieron daño al hombre de Tigre. “Trabajamos a diario para romper la distancia y generar mayor cercanía con la gente, pero hay algo en Sergio que le impide hacer pie en el votante”, asegura una fuente que conoce la tarea realizada en ese sentido.
¿Será el turno de explotar la figura de Stolbizer? El lugar de mujer honesta y denunciante, la fiscal ciudadana elegida por el pueblo, es sin dudas de Elisa Carrió, y todo hace pensar que si la corrupción no carcome las bases de Cambiemos ella seguirá blandiendo esta bandera y manteniendo a la sombra a cualquiera que pretenda ocupar su lugar.
Una cuestión de matices preocupa tanto a los partidarios de Massa como a los de Randazzo. El grado de cambio que piensan encarnar no parecería estar del todo definido. ¿Por qué la gente debería ver en ellos dos posibles catalizadores capaces de encauzar o matizar aquello en lo que el oficialismo podría estar errando?, se pregunta un prestigioso analista. Hasta el momento esa pregunta queda abierta, en un juego semántico donde “el cambio” fue el eslogan del Gobierno, que hoy busca la continuidad.
Un dato más amenaza con achicar la gran avenida del medio por la que circula el Frente Renovador: la lógica indicaría que todo votante macrista descontento –ya sea por la lentitud en los resultados o por las penurias económicas que gran parte de la clase media está atravesando luego del sinceramiento de la economía– debería encontrar un refugio natural en el Frente Renovador. Sin embargo, hasta el momento eso no está pasando. Es una luz de alarma que amenaza con clausurar la vigencia de la propuesta de la gran avenida del medio por la que insiste en transitar Massa.
El Gobierno, que vive con alivio esa circunstancia, debería ser muy prudente en la evaluación de la dinámica electoral de este tiempo difícil. La situación socioeconómica no da para la euforia. Que mucha gente no quiera volver al pasado no quiere decir que esté feliz con este presente donde las dificultades abundan.
Producción periodística: Santiago Serra.