COLUMNISTAS
MANAGER STYLE EN BOCA: ISCHIA AL GOBIERNO, BIANCHI AL PODER!

Aguante Cámpora

Perón no quería saber nada y vaya a saber si Cámpora se soñó presidente alguna vez, antes de que los bombos del 11 de marzo del ’73 hicieran realidad la consagración del fiel ladero. “¡Uy, mirá dónde llegamos!”, podría haberle susurrado –como Ischia a Simeone– a su invitado y doble colega Dorticós, presidente formal de Cuba e invitado a la ceremonia de asunción.

|

“Al hacer una profunda reverencia a alguien, siempre se vuelve la espalda a algún otro.

Ferdinand Galiani (1728-1787), consejero de Felipe II, rey de Nápoles.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

 Perón no quería saber nada y vaya a saber si Cámpora se soñó presidente alguna vez, antes de que los bombos del 11 de marzo del ’73 hicieran realidad la consagración del fiel ladero. “¡Uy, mirá dónde llegamos!”, podría haberle susurrado –como Ischia a Simeone– a su invitado y doble colega Dorticós, presidente formal de Cuba e invitado a la ceremonia de asunción. Lástima, no funcionó. En cuanto la cosa se puso espesa, la idea de poner al general de mánager y al tío como técnico, con Solano Lima de ayudante, se fue al diablo. Acá, esos enroques asimétricos no parecen funcionar y si no miren al pobre Néstor, barriendo el área de izquierda a derecha todo el año, sin poder evitar la goleada en su arco.
Carlos Bianchi era número puesto para la Selección, pero el experimento de la AFA con Maradona y su Armada Brancaleone lo dejó una vez más sin el caramelo que más quiere. Grondona no perdona.
Superada la bronca, era hora de volver o resignarse al bronce. Parecía sencillo, pero el previsible relevo de su number two se complicó demasiado. Reafirmando el sabio axioma nietzscheano –lo que no mata, fortalece– Ischia fue campeón a pesar de internas feroces, ausencias por lesiones graves, borrados, tiernos debutantes y el shock que produjo la muerte del presidente Pompilio. Increíble. No había manera de sentarlo en ese lugar, así que se inventó otro para sentarlo. Boca tendrá, como los grandes clubes del mundo, un mánager. El puesto ideal para el hombre del celular de Dios. Listo.
Extraña paradoja la nuestra. Mientras las reuniones de Gabinete nacional pasaron a mejor vida hace cinco años, el fútbol continúa agigantando su estructura. Los DT llegan acompañados de un ayudante de campo y una nube de médicos, espías, voceros, preparadores físicos y entrenadores de arqueros. Todos ahora controlados por un mánager dependiente de la Honorable Comisión de Fútbol, nombrada por el presidente que, como manda el estatuto, rendirá cuentas a los socios, verdaderos dueños de la institución. ¿No suena encantador?
Los españoles los llaman “directores deportivos”. Tixi Begiristain es un veterano de la función en el Barça y el Madrid lo tiene a Pedja Mijatovic, sucesor de Valdano y Butragueño, próceres de la casa como él. ¿Qué hacen? Cuidan el negocio del club. Eligen técnicos y jugadores. Manejan presupuestos de 400 millones de euros y se hacen cargo ante la falta de éxito, algo más peligroso que el fracaso. Son, además, fusibles de luxe.
No existe reciclaje después de un paso por semejantes alturas. El elegante paso al costado será bien recompensado y ellos, como ex mandatarios de potencias mundiales, se dedicarán a dar conferencias, sonreír frente a las cámaras o sentarse en largas mesas de directorios, alejados del azar y la pelotita. Bianchi acaba de entrar en ese supuesto cielo.
Sólo que, en la Argentina, en fin... las cosas jamás llegan a ser lo que parecen. Nuestros clubes –más allá del caso Boca– deciden poco y nada. Los jugadores ya no les pertenecen, salvo excepciones, porque sus derechos federativos suelen ser rifados antes, durante o después de la crisis de turno. Sus dirigentes están dibujados, o al menos desdibujados por los que de verdad manejan la cosa y el cash. Hablo de intermediarios –a los que se insiste en llamar empresarios– y grupos inversores que colocan y retiran la mercadería sabiamente triangulada en pacíficos clubes de Suiza o Uruguay en busca de la mayor rentabilidad posible. El dólar no se mancha. Entonces, ¿el negocio de quién manejarán nuestros mánagers? ¿El de los clubes? ¡Ey, no se rían que va en serio, viejo...!
Si resulta evidente que Ameal necesitaba de una figura indiscutida como Bianchi para apuntalar su gestión; pues vaya uno a saber qué razón misteriosa impulsó a Comparada a darle el mismo puesto a Islas, un muchacho que se muere por ocupar, algún día, el lugar de su controlado Santoro. Para disimular ese deseo, el nuevo funcionario es capaz de elevar su discurso hasta un nivel de sofismo jamás alcanzado, incluso, por el maestro Miguel Russo. ¡Capo!
Nada tengo contra Bianchi. Es un entrenador brillante que mereció largamente su oportunidad en la Selección. Sólo que, en una sociedad donde el caudillismo no se negocia, temo que su proyecto haga agua después de un par de tristes empates en la Bombonera.
Ischia deberá ser infalible, o no será. Más allá de buenas intenciones, vivirá con la espada de Damocles sobre su noble pelada. No es tan fácil eludir el desencanto. La melancolía es virtud y condena en estas tierras impiadosas. Acaso la multitud no resista la tentación y vuelva a repetir la historia. Pasó con Perón, pasa con Maradona y ahora, con Carlos Bianchi. Su credo es toda esa sed.
El viejo truco del Mago que garantice, como no, el eterno regreso a los días felices.