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Ahora sí

Con la así llamada “visita” de Rafael Di Zeo y Mauro Martín al plantel de Boca Juniors, hace unos días, unos cuantos descubrieron que existen los barrabravas, o descubrieron que los barrabravas se presentan a conversar con los jugadores ante ciertas circunstancias.

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Con la así llamada “visita” de Rafael Di Zeo y Mauro Martín al plantel de Boca Juniors, hace unos días, unos cuantos descubrieron que existen los barrabravas, o descubrieron que los barrabravas se presentan a conversar con los jugadores ante ciertas circunstancias. En el primero de sus libros, sin embargo, Yo soy el Diego de la gente, Maradona narraba un hecho similar ocurrido en La Candela allá por 1981: aquella vez, la informal pero tajante comitiva la lideró José Barritta, El Abuelo. Nada nuevo, por lo tanto, en el fútbol argentino.
Tampoco es nuevo, para el caso, lo que pasó la semana precedente con la barra de Racing Club: que se agarraron a tiros entre ellos, en plena calle. Los responsables de la seguridad deportiva decidieron suspender, ante eso, el partido de Copa Argentina contra Gimnasia y Esgrima La Plata, en una virtual admisión de que no estaban en condiciones de controlar la situación (es decir, de cumplir con sus funciones, de hacer su trabajo, de justificar sus cargos).

Por su parte, el presidente de River Plate, Rodolfo D’Onofrio, que alguna vez decidió aprovecharse de la violencia en el fútbol para eludir una definición deportiva en el campo de juego, ahora se manifiesta empero en contra del poder de los barras: suspende la venta de entradas para un partido contra Arsenal de Sarandí, porque teme lo que puede llegar a suceder con los grupos de violentos que anidan en su propia institución.
Las máximas autoridades nacionales en materia de seguridad anunciaron, en consecuencia, la decisión de tomar drásticas cartas en el asunto (son un equipo, ya lo sabemos, pero el capitán de ese equipo, o el Presidente de este país, condujo un club de fútbol durante varios años: se cuenta con su vasta experiencia en la tarea de erradicación de la violencia en el fútbol). El anuncio es el de esperar: que van a terminar con los barrabravas de una buena vez por todas. Ahora sí. Ahora sí.

¿Tenemos que aliviarnos o tenemos que preocuparnos? Porque sabemos qué es lo que pasa cuando se aplica con rigor ergonométrico el derecho de admisión en los estadios, lo que pasa cuando los cabecillas son identificados y encarcelados, pero dejando perfectamente intactos la función estructural objetiva que los barrabravas cumplen en el mundo del fútbol y los jugosísimos negocios que manejan (viajes al interior o al exterior, venta de entradas o carnets, suministro de indumentaria oficial, parking zonal en días de partidos o de conciertos, etcétera).
Sabemos qué es lo que pasa entonces, cuando se actúa contra las figuras visibles pero se deja inalterado lo demás:
se desatan feroces internas para ganar las jefaturas vacantes, y nunca como entonces son más peligrosas las calles y las tribunas, las canchas y los alrededores, para el simple hincha común.