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declinacion del bipartidismo

Alemania: elecciones en democracia

El domingo 28 de septiembre hubo elecciones generales en Alemania. Casi 44 millones de ciudadanos acudieron a las urnas para votar a los miembros del Bundestag (equivalente al Congreso). Como se trata de un régimen de tipo parlamentario, los representantes del pueblo designan de entre sus filas al jefe de gobierno.

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El domingo 28 de septiembre hubo elecciones generales en Alemania. Casi 44 millones de ciudadanos acudieron a las urnas para votar a los miembros del Bundestag (equivalente al Congreso). Como se trata de un régimen de tipo parlamentario, los representantes del pueblo designan de entre sus filas al jefe de gobierno. Los resultados fueron en parte previsibles y en parte sorprendentes, e implican un cambio importante en el elenco gobernante. Como se esperaba, Angela Merkel continuará como figura central, pero en el marco de una coalición muy diferente a la actual. Hace cuatro años, la paridad de votos alcanzados por los dos grandes partidos rivales que hegemonizaron la escena política alemana por varias décadas, el demócrata cristiano (CDU-CSU) y el socialdemócrata (SPD), dio lugar a un gobierno de coalición entre ambas fuerzas. Ahora, en cambio, el SPD fue castigado y, con apenas el 23% de los votos, obtuvo los guarismos más bajos de su historia. Y si bien los demócratas cristianos tampoco alcanzaron las cifras de 2005, fueron la primera minoría (34% de los sufragios). Para poder gobernar, entonces, sellaron una alianza con un tercer partido, el liberal (FDP), que hizo una gran elección. De esta manera, el nuevo gobierno resultará de una coalición entre demócratas cristianos y liberales, y por lo tanto, a tono con lo que está pasando en casi toda Europa, tendrá un signo más conservador y de derecha que el que acaba de fenecer.

Esta tendencia europea puede parecer paradójica en un momento en que la crisis económica mundial mostró los límites catastróficos de las políticas neoliberales desplegadas a partir de los años 90. Los gobiernos han tenido que recurrir a medidas de intervención activa en la economía para intentar paliar los efectos de la crisis y los países que, como Alemania, cuentan con un Estado fuerte, muestran cierta capacidad para remontarla. ¿Cómo entender, entonces, que con sus votos los ciudadanos alemanes hayan favorecido a quienes, como los liberales del FDP, propugnan limitar el poder estatal en todos los frentes? Una mirada más atenta muestra, sin embargo, que los resultados de hoy no son “más de lo mismo” y tal vez indiquen la profundización de tendencias relativamente nuevas en el funcionamiento de las democracias en Europa, y en otras latitudes. En primer lugar, se ha confirmado la declinación del bipartidismo y la vigencia de un sistema múltiple, que ahora incluye cinco fuerzas establecidas: demócratas cristianos, socialdemócratas, liberales, verdes e izquierda ortodoxa. El electorado, en segundo lugar, no sólo aparece fragmentado sino que la proporción de votantes fieles de una misma fuerza ha disminuido notoriamente (tendencia que se observa en muchos países, incluyendo la Argentina). Además, crece el número de quienes deciden no votar, que en este caso llegaron al 30%, una cifra menor a la de otros países donde el voto tampoco es obligatorio, pero alta en perspectiva histórica. Esto nos lleva al tercer rasgo de esta votación: el crecimiento correspondió a los partidos que hicieron campaña en base a programas claros, con demandas concretas y propuestas específicas. Tal el caso, en los dos extremos del espectro ideológico, de los liberales por un lado y de Die Linke (la izquierda ortodoxa) por el otro. Y también, aunque en menor medida, de los “verdes”, quienes sin embargo no alcanzaron el éxito de años anteriores. Los dos grandes partidos, que formaban la coalición gobernante, eludieron el debate sobre temas importantes como desempleo o política inmigratoria, y así perdieron votos. Die Linke celebró los resultados electorales pues, aunque el gobierno será de derecha, su fuerza creció y trascendió los límites de la ex Alemania Oriental. Finalmente, en este panorama de cinco partidos con chances electorales, se acentuará la vigencia de las coaliciones: no hay un partido hegemónico, para gobernar hay que conversar, negociar, hacer alianzas y, por lo tanto, ampliar las bases en la toma de decisiones. Esto no quiere decir que los gobiernos sean débiles, y la fortaleza con que el Estado alemán ha podido enfrentar la crisis así lo demuestra. Indica, en cambio, que las sociedades contemporáneas son complejas, que la ciudadanía tiene intereses diversos y plurales y que, por lo tanto, la búsqueda de un futuro compartido exige que los gobiernos procesen democráticamente sus aspiraciones y sus conflictos.

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*Historiadora (UBA/Conicet). Fue invitada a Alemania como observadora electoral por el Servicio de Intercambio Académico de ese país.