A algunos lectores les fastidia cuando los escritores nos ponemos personales. Pido disculpas. No me dijeron que debía escribir sobre experiencias de otros. Tampoco sabría hacerlo. Incluso al escribir teatro, allí cuando hablan personajes otros, traduzco en formas legibles mis emociones, mis angustias, mis incertidumbres, que serían, si no, cosas informes, meros matices. Supongo que otros escritores, los periodistas, tratan de desaparecer detrás del texto; sus coordenadas de eficacia anidan en la correspondencia con la verdad del hecho sumariado, o incluso en la coherencia y consistencia de sus opiniones eruditas.
Mi trabajo es algo distinto. Yo no sumario hechos. La coherencia no me calza nada bien (suele ser enemiga del efecto de sentido). Opiniones eruditas no tengo ninguna (mi única área de conocimiento profundo es el cubo mágico). Es triste que lo que uno escribe para ese abismo que son los otros no encuentre alma gemela. Pero sería más alarmante que ocurriera al revés y que la encontrara en cada lector singular.
Supongamos que hoy hablara de algo personal. Supongamos que hoy fuera mi cumpleaños número cuarenta. Supongamos que hubiera creído erróneamente que –con tanto problema como hay– no me iría a poner sentimental. Supongamos que eso de la mitad de la vida no fuera un mito de Alberto Cortés y que lo de “empezar a morir la mitad de mi muerte” hoy me sonara –de verdad– aterrador. O que de golpe me abrumara la enorme cantidad de gente que quise y ya no veo. O que he recordado de golpe, como quien lo ha sabido siempre en secreto, que olvidé dónde queda la tumba de mi padre. Supongamos que aún no he tenido mis hijos. Supongamos que lamento no haberme reconciliado con los enemigos. Supongamos que ando solo por los rincones y nadie puede ayudar, porque en realidad no ocurre nada especial. Todas suposiciones. Salvo que es verdad. Salvo que nací un 3 de abril, hace cuarenta años, y que estúpidamente creo que hoy empieza una cuenta regresiva. Lamento traer noticia tan personal: es evidente que a nadie le sucede jamás nada mínimamente parecido. Pido disculpas nuevamente. Voy a ver si escribo sobre las reservas del Banco Central.