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Algoritmos o casualidades

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Algoritmos | Pexels | ThisIsEngineering

Siempre festejé las coincidencias, sorpresas espontáneas de la casualidad. Encontrarse justo con lo que uno buscaba o compartir con alguien un gusto similar. Incluso la expresión misma, “¡qué coincidencia!” proviene de una revelación. Como si hiciera falta notarlo para que se produzca. Trato de no atribuir esta sorpresa a la astucia del azar. Más bien a un juego de empatías y encuentros inesperados. Pero últimamente, algo interfiere en la espontaneidad de lo que se va dando.  Como si el azar hubiese perdido sus atributos y una pauta rigiese los más nimios acontecimientos. Y no me refiero a una teología ni a la fatalidad. Todo lo contrario. Parece más bien resultado de un registro ilimitado, la mayor de las veces inútil, conteo de infinitas acciones de los seres humanos que podrían equiparase a la memoria de Funes: “un vaciadero de basura.” Más que rigurosamente vigilados, estamos siendo calculados. No me preocupa que me miren por la computadora, pero sí ¡que interfieran el azar! Porque el azar ya no es lo que era. Más bien se trata de una pauta, como las publicitarias. Lo descubrí esta semana, sorprendiéndome nuevamente con la aparición de un libro, justo en el momento en que comenzábamos a leerlo en uno de mis talleres. Me venía sucediendo. Proponía a los grupos la lectura de una novela clásica, sabiendo que sería difícil encontrarla en las librerías, pero justamente eso le infundía un sabor especial, el de lo que merece la pena buscarse, ya sea en librerías populares o de amigos.

El azar ya no es lo que era. Más bien se trata de una pauta, como las publicitarias

En varias ocasiones me llevé la sorpresa de que justo cuando iniciábamos la lectura, el libro se reeditaba y estaba en todas las vidrieras. “Feliz coincidencia” pensaba. El azar parecía confirmar mis elecciones. ¡Ingenua percepción! El mero hecho de pensarla ya parecía integrarse en un sistema intangible de predeterminaciones. Esta semana, una integrante de mis talleres, luego de que yo me alegrara a viva voz de la reedición de La montaña mágica o la aparición de Mi alma, un nuevo libro de Raymond Roussel, justo cuando empezábamos a leerlo, me dijo que no necesariamente era una consideración amable del azar, puesto que al consumo lo definen los algoritmos.

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